El engaño de la rosa

Capitulo12

—¿Buscaba esto?

Una voz magnética y conocida sonó, Elena levanto su rostro y se encontró con el hombre que le ayudo en el bosque.

Esos ojos color obsidiana eran hermosos e imponentes, podía perderse en ellos y nunca salir.

—Eres tú — estaba sorprendida, no pensaba volverle a ver. Estaba tan concentrada en el que no había notado los tres hombres que estaban detrás de él.

—Hermana, ¿no es ese el hombre que se tropezó contigo?

Desvió su mirada un poco avergonzada hacia los hombres que estaban detrás, uno de ellos era Zyro, el caballero que la llevo a la mansión.

—Princesa no esperaba verle de nuevo tan pronto.

Esbozo una pequeña sonrisa mientras sostenía al hombre de hace un rato, esta vez la capucha ya no cubría su cabeza y Elena noto el cabello azulado.

—¿Cómo te llamas?

El hombre frente a ella era tal cual, descrito en la novela, solo le faltaba saber el nombre, si era quien pensaba podría hacerse rica.

—Caballero, y Sir Syro, podríamos ir a un lugar más privado.

Elena noto las miradas de las personas a su alrededor, después de todo era conocida y una princesa.

El grupo se reunió en un salón privado. Allí Elena pudo saber el nombre del hombre, es Alanis Cole.

Se lleno de emoción, un genio de la joyería había caído en sus manos.

Pero el Alanis temeroso ahora se veía lamentable, cuando leyó la historia hubo una pequeña descripción de su pasado lamentable, pero luego su talento fue descubierto por el héroe y la heroína.

—¿Sabes que robar te puede llevar prisión?

La dulce voz de Elena llega a los oídos del hombre arrepentido.

—No se porque lo hiciste, pero es mejor que no lo vuelvas a hacer. Aunque digo esto no puedo dejarte ir sin un castigo.

Las emociones del hombre subían y bajaban con cada palabra que escuchaba de la chica.

Caín observaba a Elena con mucha curiosidad. Para el las princesas de las casas ducales son malcriadas y de mala personalidad, aunque dicen que la princesa Harlikc es diferente sigue siendo alguien de alto nivel que puede pisotear y destruir la vida de alguien con sus palabras debido a su título de noble.

—Princesa, por favor sea misericordiosa. Mi hermana esta enferma, yo no quería robar sino fuera necesario.

Las lagrimas empezaron a brotar de los ojos del hombre dándole un aspecto lamentable, era delgado y su piel un poco amarilla debido a su mala alimentación y condición de vida.

—¿Tienes algún talento?

Todo el mundo de sorprendió, el hombre y otros también miraban a la princesa sin comprender. Hasta Estefan pensó que su hermana actuaba como tonta.

—¿Quieres que repita la pregunta?

Se impaciento, el hombre rápidamente asintió.

—Yo se pintar y diseñar.

—¿Puedo ver?

El hombre pidió papel y lápices para pintar, al cabo de unos minutos mostro el boceto de un collar. La pieza dibujada era detallada y de aspecto delicado, había varia piedra en forma de lagrimas que caían como una pequeña cascada.

—Se llama “Lagrimas de sirena” las piedras serian con topacio, y el collar en oro blanco.

Elena observaba satisfecha el papel.

—Necesitas dinero, y yo quiero tu talento. Si estas interesado en dedicarte a la joyería prometo invertir.

Alanis se emocionó al escuchar sus palabras, era como un sueño inalcanzable para el ahora dedicarse a lo que más amaba.

—Si princesa lo que usted diga. Pero mi hermana…

—Entonces te doy el dinero para tu hermana, y mañana llegas a la mansión Harlikc.

Elena entrego el dinero necesario y dejo ir al hombre. Este se fue muy contento y las demás personas la miraron.

—Hermana, ¿segura que no serás engañada?

Todos tenían la misma pregunta en sus corazones.

—Ya queda en la decisión del señor Alanis, si no viene quedara como caridad.

Su mirada volvió a los hombres de Edevane, en su vida pasada nunca había estado en contacto con ellos y al parecer ahora estaba destinada a encontrarlos.

—Sir Syro y… caballeros no se como agradecerles nuevamente por lo de hoy.

Aun no sabia el nombre del pelinegro, tenía curiosidad, pero él nunca se había dispuesto a presentarse lo que indicaba que no deseaba decir su nombre, y Elena concluyo que como usaba uniforme militar era un caballero de Edevane como Sir Syro.

—No tiene que agradecernos princesa. Es nuestro deber ayudar a los ciudadanos de imperio.

—Gracias. Nosotros nos retiramos primero.

Elena salió del pequeño salón privado y Caín quedo en el junto con Zyro y otro caballero.

—La princesa es diferente de la información que me has proporcionado, es interesante.




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