El engaño de la rosa

Capitulo 20

Aunque era un hombre de pocas palabras, no había incomodidad en los momentos de silencio. Después de hablar le acompaño hasta la entrada del salón separándose nuevamente. Nadie a excepción de Dayana se percato de que ambos entraron uno después del otro.

Se quedo una hora más en el salón de baile socializando con algunos nobles hasta que vio que era hora de marcharse.

Salió del salón hacia donde estaba su carruaje aparcado. Cuando estaba apunto de subir alguien la detuvo.

—Princesa Harlikc, por fin tengo el honor de poder acercarme a usted esta noche.

Elena miro al hombre que interrumpió su partida.

—No esperaba que el hijo de la casa Aston fuera tan poco caballero y me tomara del brazo de la nada. ¿No tiene miedo de arruinar mi reputación?

Esbozando una sonrisa soltó su brazo.

—No era mi intención ofender a la princesa, solo quería verle.

Los ojos de Lucían brillaban, aunque la apariencia era inofensiva escondía una personalidad maliciosa, y ella lo sabía. Un hombre de dos caras, un perfecto villano.

—Lamento decirle Lord Lucían, no estoy interesada en verle. Me debo de retirar.

Le dio las ordenes a sus caballeros subiéndose al carruaje dejando al hombre atrás, con una mirada un poco sorprendida desboco una pequeña sonrisa de diversión. Pensando en lo que dicen de la princesa Harlikc, y de las cosas que su hermana le ha contado, todo muy diferente a lo que vio.

En el carruaje Elena suspiro de alivio, no quiere tener mucho contacto con una familia complicada, suficiente con estar en la mira de Camelia, pero su hermano es muy diferente y peligroso, cuando todos consideraron la caída de la casa Aston, el se apodero de todo el ducado y fue a vengar a su hermana, al menos es un buen hermano con Camelia, es lo único que puede rescatar.

Al día siguiente Elena se dedico por completo a revisar los nuevos documentos y también la información sobre el origen del brote en el condado de Wliston. Todo resulto como pensaba, algo relacionado con la higiene y los alimentos, según el informe estos alimentos provienen de Barón Roen, un pequeño noble bajo la jurisdicción del ducado, pero según la información hay otra de las casas ducales detrás de esto. Afortunadamente se empezó a controlar a tiempo, Elena llamo al mayordomo y le pidió que organizara comida y medicinas para poder atender a los enfermos del condado, también mando una orden de arresto para el Barón Roen, ya con la información y las pruebas obtenidas el no se salvaría, y arrestarlo era la oportunidad de obtener nombres. En la carta escribió que ella misma viajaría para ver al Barón.

Pasado la mañana se dirigió al comedor junto a su pequeño hermano, ver su tierno rostro le daba tranquilidad y las fuerzas para protegerlo de todo mal.

Comió con tranquilidad, su hermano sentado a su lado parecía una pequeña ardilla con las mejillas hinchadas debido a la comida, no se resistió y froto la cabeza del niño con mucho cariño despeinándolo.

—Hermana, ya no soy un niño. Soy un hombre grande.

Los ojos de Elena se llenaron de ternura.

—A mis ojos todavía eres un bebe.

Acaricio la mejilla del niño y le sirvió una porción de vegetales en el plato, las orejas de Estefan estaban rojas debido al trato de su hermana. El repitió la misma acción y le sirvió uno de los vegetales favoritos.

—Hermana, come tu también.  

El almuerzo termino con tranquilidad, en el transcurso de la tarde mientras Elena disfrutaba del té en el jardín, una voz conocida se escuchó a lo lejos.

—¡Elena! Por fin te puedo ver.

Abultando los labios y actuando como un bebe como si nada pasara entre ellas Dayana llego colocándose frente a ella.

—Somos amigas y me siento muy triste de que estés tan distante… yo no quería ir al baile con Dominic, pero ya sabes que nos gustamos así que fui obligada a ser su compañera, no se de donde salieron tantos chismes.

Elena observo como Dayana hablaba con inocencia, la chica frente a ella tenia una mirada triste y lastimera, como si la perjudicada fuese ella misma, si no conociera el personaje de su amiga en este instante la consolaría y le diría que no era su culpa, y luego haría lo posible para que sonriera y siguieran siendo amigas. Pero es una lastima para Dayana que ya su máscara está rota, aunque era un poco divertido verla fingir.

—Daya — susurra con cariño mientras se acerca a ella, coloca sus manos en el rostro y seca las lagrimas con ambos pulgares —Si no quisieras ser su acompañante él no te obligaría, se que te gusta, a diferencia de ti a mi no me gusta, no tengo ningún problema. Es más, pienso que son el uno para el otro.

Aparto las manos y se las limpio con un pequeño pañuelo.

—Somos amigas desde la niñez, no hay nada que fingir entre nosotras así que es mejor que no vuelvas a verme.

Los ojos de la chica se abrieron con sorpresa, no entendía porque hace un momento la consolaba y ahora actuaba con frialdad.

—Elena, yo no lo entiendo. ¿Qué hice mal?

Una sonrisa burlona se dibujo en los labios de Elena.




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