César.
— ¿por qué no estas dormido? — levanté la mirada y León estaba en el umbral de la puerta.
— No tengo sueño — él se quitó la corbata y se desabotono los tres primeros botones de su camisa.
Se sirvió un vaso de agua y se sentó frente a mí.
— imagino tú no vienes de trabajar, es la una de la mañana — él sonrió.
— sabes bien que no estaba trabajando.
— Pensé ya no eras un mujeriego— León se encogió de hombros.
— soy un admirador de las mujeres.
Cerré los ojos y di un suave masaje en mis cien.
— César creo deberías ir a dormir, Lana debe sentirse sola en la habitación.
— está dormida, me sorprende lo amable que te has vuelto. Fuiste uno de los primeros en molestarse por que inicie una relación seria con una modelo.
La sonrisa de León fue irónica.
— es la madre de mi sobrino, no queda de otra que aceptarla.
— lo imaginé, eres más orgulloso que papá pero deseo que te enamores de una mujer humilde, sin un apellido para que entiendas que hay algo más que un apellido en la vida.
— por favor César no me salgas con tus sermones, estoy bien con la vida que llevó, sin ataduras. Tú te enamoraste y rompiste las reglas, pero no te veo feliz.
Fruncí el ceño porque si había sido feliz con la verdadera Lana. No quería discutir con León, así que me puse de pie y con pasó cansado me dirijo a la habitación, suspiré y con cuidado abrí la puerta. No miré a la cama, sabía que la mujer que ahí dormía no era Lana.
Despacio me acosté en la cama a una buena distancia y dándole la espalda. Me sentía tenso, el insomnio había estado conmigo últimamente, así que no me extrañaba tener otra noche sin dormir.
— César... — cierro rápidamente los ojos y trato de no moverme.
El silencio reina en la habitación.
— César... — me doy cuenta que Xilonem no se da por vencido, así que enciendo la lámpara y la veo sentada en la cama, con su espalda pegada en el respaldo de la cama.
— ¿qué pasa? — ella me mira por un momento.
— ¿estás bien César? Es de madrugada y no has dormido.
Niego.
— ¿no has dormido? — ella niega — ¿por qué? ¿Le pasa algo a Rafaello?
— estaba preocupada por ti, sino fuera por la herida, hubiera ido a buscarte.
Sus palabras me hacen incorporarme de un salto y sentarme en la cama.
— no quiero que te preocupes por mí, tú única preocupación debe ser el niño.
— Pero... — desvió la mirada — ¿siempre ha sido así la relación?
Resopló y niego.
— por favor, estas recién operada, necesitas el sueño mientras el niño duerme.
— Hoy no te has aparecido a ver a tu hijo — no respondo y pasó una mano por mi cabello — César dime que ha pasado.
— Descansa, no te exaltes — ella bajó el rostro, se movió cuando el bebé empezó a llorar, vi su mueca de dolor en su herida.
Me puse de pie y me acerqué a ella, la ayudé a ponerse de pie.
— gracias César.
Suspiré mientras sentía su mirada fija en mí.
— Te ayudaré — asintió, suavemente dio pasos y yo llevaba sujeta su mano, la habitación de Rafaello estaba inundada por el llanto de él.
Xilonem avanzó y le habló al bebé, se inclinó y empezó a revisar su pañal.
Lo sacó y lo acomodó en el cambiador, yo estaba de brazos cruzados observándolos.
— ¿puedes pasarme un pañal? — me moví y le pase el pañal, las toallas húmedas, está vez me quedé cerca, Rafaello miraba hacia todos lados y llevaba su manito a su boca, sonreí.
— ¿ya vas a terminar? El pobre está hambriento.
— Si — mi mirada estaba fija en el bebé, cuando Xilonem lo levantó para llevárselo a la silla mecedora.
Editado: 30.04.2018