Xilonem
— ¡Lana! — abrí los ojos y escuchaba el llanto de César, aparentemente estaba teniendo una pesadilla, me acerqué a él y con cuidado lo rodeó con mis brazos, inmediatamente siento que él se aferra a mi cuerpo.
— todo está bien César — siento que me atrae hacia su pecho, me doy cuenta que sigue dormido.
— No me dejes Lana — muerdo mi labio inferior por que no entiendo a qué se refiere, me tiene prisionera entre sus brazos pero no siento molestia alguna. Poco a poco su respiración entrecortada va regulándose y el llanto va cesando.
Pero sus brazos me rodean más fuerte, lentamente cierro los ojos, esperaré que se duerma para volver a mi lugar en la cama.
Me muevo y mi cerebro está registrando que es la hora de alimentar a Rafaello, giró mi rostro y el lado de César está vacío. Suspiró y me siento en la cama para ponerme las pantuflas, es un milagro que el bebé no ha llorado pidiendo alimento.
La puerta que comunica a su cuarto está entornada, juraría que la había dejado abierta, la abro y veo a César en la mecedora cargando a Rafaello, está diciéndole algo que no logró escuchar y luego deposita un beso en su mejilla.
Rafaello se mueve y él lo abraza sobre su pecho y cierra los ojos para mecerlo. Desde el día que Rafaello nació es la primera vez que veo a César dándole muestras de afecto al bebé.
No sé qué hacer me siento una intrusa en ese momento tan emotivo pero también el bebé debe alimentarse, así que retrocedo, entró a la habitación nuestra y enciendo la luz, hago un poco de ruido y abro la puerta. César sigue en la misma posición en la mecedora, fija su mirada en mí.
— Descansa Lana, ya le di el biberón a Rafaello — me sonríe.
— pero no lo escuché llorar, debo revisar si necesita que le cambie el pañal.
— ya lo cambié, estabas dormida no quise despertarte, no te preocupes le puse bien el pañal — su sonrisa me desarmó, César era tan bello cuando sonreía.
— Es la primera vez que te veo cargando a Rafaello... — él desvió la mirada y su rostro cambió, quise morderme la lengua por que sentí que había arruinado este momento. Él se puso de pie y pensé que iba a acostar al bebé pero empezó a pasearlo por el cuarto.
— siéntate, no me gusta que estés mucho tiempo de pie por tu herida— avance hacia la mecedora, me senté y lo contemplé pasearse con el bebé, andaba descalzo, estaba sin camisa y no podía apartar mi mirada de su espalda musculosa.
— ¿y la camisa? — él me miró y sonrió.
— Rafaello me vómito, está tirada por ahí — seguí con la mirada donde él me apunto, iba a levantarme para recogerla — no te agaches Lana, yo la recojo luego.
Lo miré y me sentí especial, César estaba preocupándose por mí y por su hijo, quizás estaba reaccionado y olvidando sea lo que sea, que nos separó.
César
— ¿qué haces? — León se acercó al refrigerador y sacó un cartón de leche.
— Tostadas para Lana — estaba untando mermelada en una de ellas.
— Vaya que bien que has dejado de estar en modo zombi — se sirvió la leche y se lo llevó a los labios — tengo curiosidad.
Dejé la tostada en el plato y serví en un vaso jugo de naranja.
— ¿sobre qué?
León se cruzó de brazos.
— Fiorella — enarque una ceja y apoyé mi cadera en la encimera — ¿tuvieron alguna relación? Me doy cuenta que ella te aprecia mucho y tú no te quedas atrás.
— ¿no te parece que estas indagando sobre la vida privada de tu asistente?
León apretó la mandíbula y sus ojos se volvieron fríos.
— Lo hago por mi cuñada, me parece de mal gusto que tenga que relacionarse con una ex amante tuya — fruncí el ceño y me acerqué a León.
— creo que mucho te has preocupado por Lana, pero como dices ya no estoy en modo zombi y me tiene a mí.
León frunció el ceño.
— ¿insinúas que tengo interés por tu mujer? — Su sonrisa me molestó — es una mujer preciosa y entiendo por qué nos abandonaste por ella pero no es mi tipo.
Editado: 30.04.2018