El Engaño [saga Italianos #1]

Capitulo 11

Xilonem

César se separa, mis labios están  palpitando por la fiereza con la que fueron besados. Su mirada es oscura y hay algo más que no puedo definir.

Su pecho sube y baja, hasta ese momento me doy cuenta que Rafaello está llorando.

— yo iré —pasa junto a mi y yo me pegó más a la pared, mis piernas están temblando y estoy segura que si trato de dar un paso no me sostendrán.

Estoy tratando de normalizar mi respiración y de que mi cerebro tome el control, acomodó mi cabello que fue despeinado por los dedos de César, mi cuero cabelludo hormiguea aún por su contacto.

Aclaró mi garganta y pasó la lengua por mis labios que están hinchados aún.

Caminó despacio hacia la habitación de Rafaello y la escena me conmueve, César está hablándole a Rafaello mientras termina de ponerle el pañal limpio, mi hijo suelta risitas y le contesta en su idioma de bebé.

Él me ha sentido por que veo que su mandíbula la ha apretado pero no levanta la mirada, carga a Rafaello y lo coloca en la cunita mientras entra al baño a lavarse las manos, me acercó a la cunita y la gran sonrisa de Rafaello me desarma, lo cargó y me siento en la mecedora para darle el biberón.

César se detiene frente a mi.

— mañana viajaré — levantó la mirada y él no me está mirando sus ojos están sobre su hijo.

— ¿dónde vas César? No me habías dicho nada — mis palabras sonaron como reproche pero no me importaba.

— surgió esta tarde el viaje.

Lo miró confundida.

— debo ir a la Isla de Capri, he descuidado mi hotel.

— ¿tú hotel? — él asiente y se apoya en la pared para observarme en silencio.

— entonces me quedaré sola este fin de semana

— no, de hecho — pasa su mano por su cabello — te quedarás en casa de tía Mercedes.

— ¿por qué en casa de doña Mercedes? Puedo quedarme en el departamento, León llega el domingo por la noche — César niega.

— ahí te quedarás con Rafaello, hasta que regresé.

— pero... — César no escucha y sale de la habitación del bebé

César.

Me dirijo al refrigerador y sacó una botella de agua, mi garganta está seca, debo marcharme por unos días, no sé que rayos se apoderó de mi para haber asaltado los labios de Xilonem, pero si me molestó saber que Raúl no se había equivocado. Xilonem miraba hambrienta a León, mi mano aplastó la botella de plástico al recordar cómo miraba a mi hermano, el agua que había en la botella me empapó pero no me importó.

Bajé la mirada al pequeño charco que se había formado en el suelo. Papá había asegurado que León jamás se enredaria con ella... pero no estaba seguro de eso, estaba junto a ella sin camisa y acariciando su rostro... ¡el muy maldito reconocía que era una mujer preciosa! Xilonem era mi responsabilidad y no iba a permitir que León jugará con ella. La iba a dejar en casa de tía Mercedes mientras yo regresaba de la Isla de Capri... me sentía culpable por qué a los siete meses de muerta Lana, había besado a otra mujer, pase la mano por mi cabello.

— ¿vas a cenar? — apreté más fuerte la botella aplastada en mi mano al escuchar su dulce voz. León debía adorar su timbre de voz.

— no — me acercó al basurero y tiró la botella.

— ¿de dónde salió esta agua? — busqué el trapeador y me dispuse a secar el piso.

— un accidente — regresé el trapeador a su lugar — iré a preparar mi maleta.

— César — me negaba a verla — ¿irás en auto? — el miedo en su voz me hizo mirarla, sus labios estaban hinchados y con un tono rojo de la fiereza en que la besé, hice un esfuerzo grande para mirarla a los ojos ... grave error ella tenía miedo.

Se acercó lentamente a mi y levantó su rostro.

— tengo miedo que algo pasé — su boca temblaba, era una mujer adorable.

Con cuidado sujeté su rostro entre mis manos y el tacto de su piel era tan suave.

— conducire con cuidado, no lo haré de noche lo prometo — ella sonrió y me quedé contemplandola como un idiota.

— confío en que cumplirás tu promesa — la solté y salí rápidamente de la cocina.

Llegué a la habitación y saqué la maleta nueva que tía Mercedes me había llevado, mis ojos se detuvieron en la maltrecha maleta que era de Lana, suspiré y la metí más al fondo del closet.

Me senté en la cama y tomé mi móvil, la pantalla estaba reventada pero aún se podía ver, lo desbloqueo, al abrir la galería veo todas las fotos de Lana, sonriendo en todas.

Nos veíamos felices, cierro los ojos para recordar cada momento que vivimos antes de tomarse cada foto.

Abró los ojos al escuchar el móvil de Xilonem sonar, sonrío al pensar que era tía Mercedes. Ambas mujeres habían desarrollado una amistad y mi tía le estaba tomando un gran cariño a Xilonem.



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En el texto hay: mentiras, romance, amor

Editado: 30.04.2018

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