César
— sabes que no tengo ningún problema que se queden en casa, me hace feliz tener a Rafaello aquí.
— gracias tía Mercedes — tomé su mano y le sonreí.
— ¿qué es lo que pasa César? Sacaste a tu mujer y tu hijo de noche de la casa de León.
— Voy a salir de viaje y no quiero dejar sola a Lana — me encojó de hombro para restarle importancia.
— tú padre está convencido que Lana siente algo por León — tenso la mandíbula ante las palabras de tía Mercedes.
— Mi padre no quiere a Lana, eso es todo — desvió la mirada porque hasta yo estoy seguro que Xilonem siente algo por mi hermano.
— eso mismo pensé yo, pero me alegra que estés aquí, de esa manera no le dan de que hablar a Raúl — se puso de pie — voy a dormir mi amor, si no te veo por la mañana que tengas buen viaje.
— Descansa tía — le di un suave beso en la mejilla, cuando ella salió decidí subir a dormir, cada escalón lo subí lentamente. Al abrir la puerta de la habitación Xilonem estaba dormida de lado, me quedé un instante de pie observándola. Deseaba saber que pasaba entre ella y León, todo el tiempo que llevábamos de dormir en la misma habitación, jamás me había visto sin camisa, trataba de respetarla por que el hecho de que ella no recordará que no éramos nada, lo hacía yo... pero mi hermano no le importaba pasearse por la casa sin camisa para que ella lo viera, era un maldito pavo real.
Me metí a la ducha y dejé que el agua caliente cayera sobre mi cuerpo, estaba tenso. Últimamente a la hora de despertar mi cuerpo estaba pegado al de Xilonem y mi brazo rodeando su cuerpo y ella bien acurrucada a mi pecho. Eso me hacía sentir mal y bien al mismo tiempo.
Salí de la ducha y me seque, me puse el pantalón de dormir y la camiseta y me dirigí a revisar a Rafaello.
Él dormía plácidamente, revise su pañal y le di un beso en su mejilla. Era increíble como cada día este bebé se había ido metiendo en mi piel y mi corazón. Mi dolor había disminuido y se lo agradecía a este precioso bebé.
Regresé a la habitación y me acomodé en mi lugar, mi mirada estuvo fija en el techo por un largo rato mientras el sueño llegaba a mí.
Xilonem.
— Hola — le doy una cucharadita de papilla a Rafaello.
— ¿dónde está César? — fruncí el ceño ante la pregunta de León.
— En su hotel, se fue ayer sábado — escuché silencio al otro lado de la línea — ¿pasa algo?
— te dejó sola.
— estamos en casa de doña Mercedes... ¿Hola? — León había finalizado la llamada sin despedirse, me extraño su llamada.
— querida, ¿todo bien? — doña Mercedes me miraba desde la puerta.
— Si — continúe dándole de comer a Rafaello.
César
— Gracias César — Fiorella me sonreía, llevó su mano a su cabello y jugueteo con un mechón.
— ¿te gusta? — Ella asintió y su mirada recorría el hotel — es totalmente diferente al de la familia.
— Lo sé — caminamos al restaurante del hotel, nos sentamos en la mesa mientras nos entregaban la carta.
— no entiendo por qué deseas dejar a León, ¿es mal jefe? — Fiorella negó.
— necesito un cambio, por esa razón te he pedido trabajo, me gusta la isla de Capri.
— ¿aún sigues enamorada de mi hermano? — Fiorella levantó la mirada y me miró con sorpresa — lo siento, no debí decírtelo, olvidemos lo que te he dicho.
Dejamos de hablar mientras pedíamos la comida, cuando el mesero se retiró, la miré atentamente.
— Puedes trabajar aquí, recibirás el mismo salario que con León, necesito un favor Fiorella— ella asintió — ¿puedes buscarme una casa en Florencia? Creo es tiempo que mi hijo tenga su propia casa.
— Claro que si César — ella extendió su mano y tomó la mía.
Escuchamos un aplauso junto a nosotros, levanté la mirada y León estaba junto a nuestra mesa.
Editado: 30.04.2018