El Engaño [saga Italianos #1]

Capitulo 24

César

Podía decir que estaba viviendo momentos duros, no me había dado cuenta que tan bien me había hecho el tener a Xilonem y Rafaello en mi vida. La pérdida de Lana y mi hijo me había desgarrado el alma de una manera increíble pero en medio del dolor los había tenido a ellos y me habia permitido darle la espalda al hoyo negro en el que me estaba sumiendo por la tristeza.

Aunque llevará tan poco tiempo de mi cambio positivo ...me dolía pensar que existía la posibilidad de no verlos más, recordaba el dia que ese bebé habia removido mi corazón ... todo paso una noche... me había tomado unos tragos, mis ojos observaron  el cuerpo de Xilonem que descansaba en la cama... había sentido la rabia al verla dormir plácidamente mientras yo me derrumbaba por la pérdida de Lana... culpandola por su muerte, si no la hubiéramos recogido, ella estaría viva con mi hijo... Escuché en el aparato que estaba en la mesa de noche, que él se había despertado, su llanto aún no era potente, estaba despertando, me había quedado titubeante en la habitación con la duda si despertaba a su madre para que lo atendiera, yo estaba preparado para atender a un bebé, habíamos asistido a tantos cursos con Lana.

Suspiré hondamente y me dirigí hacia su habitación, encendí la luz y el bebé estaba ya elevando el tono de su llanto, estaba empezando a ponerse rojo.

Con cuidado lo saque de la cuna y lo llevé a su cambiador, revise su pañal y con un bufido tome uno limpio... tenía razón de gritar para que se lo quitarán, lo limpié muy bien y coloque un pañal limpio.

— Señor... — me giré y la enfermera estaba entrando con el biberón en su mano — perdone, tuve un descuido y dejé los biberones en la cocina pero ya le prepararé la fórmula para dársela.

Mi mirada voló hacia el bebé quién había dejado de llorar un poco, en uno de sus ojos en las  diminutas pestañas brillaba una lágrima.

— preparela, yo se la daré — la sorpresa de la mujer fue épica y tenia razón, yo no me había molestado ni una sola noche en llegar a verlo.

— yo... puedo hacerlo — tomé a Rafaello entre mis brazos y me dirigí a la mecedora.

— preparela, no discutiré, agradecería que en la libreta que descansa en la cómoda me indique las horas de las tomas del niño, y cuántas cucharadas de fórmula usa para prepararle el biberón.

— si...— ella se apresuró a prepararle el biberón al bebé, mientras yo lo mecía, tratando de calmarlo.

Cuando me entregó el biberón, con suavidad lo acomodé para llevarlo a su boca y fue ahí cuando Rafaello empezó a succionar del biberón que su diminuta mano sujetó mi dedo, lo miré por que ese gesto me había calado lo más hondo de mi ser, fue como una conexión de por vida entre él y yo. Se sentía seguro en mis brazos y yo no había procurado en hacer nada por él.

— Rafaello... — murmure y dejé salir una solitaria lágrima, mientras besaba su frente inundando mis fosas nasales con el olor limpio y único de los bebés — perdóname pequeñín por que no supe ver que eras una bendición en mi vida.

Y esa noche hubo una conexión entre mi hijo y yo, algo que sólo habíamos compartido los dos y así nos encontró esa madrugada Xilonem.

— César — parpadeó y vuelvo a la realidad, tía Mercedes está de pie en el centro de la habitación — le decía a Lana que en media hora llega el vestido, pero al medirselo no puedes verla, es de mala suerte.

— ¿dónde iré? — la pregunta que yo mismo hice me tomó de sorpresa, ¿tan sólo me sentia que no tenia donde ir lejos de ella?

— puedes ir a la casa de León, no sé, pero no puedes estar en la casa.

— la casa es grande, además puedo estar con mi hijo —miré de reojo a Xilonem... ella bajó la cabeza al escucharme llamar a Rafaello como mío.

— Dios, me doy cuenta que te negarás a irte — tía Mercedes rueda los ojos — en ese caso te quedarás en la habitación de Rafaello, regresó luego Lana.

Tía Mercedes se marcha y con ella la poca calma que se sentía en la habitación, un silencio incómodo nos ha rodeado.

— Xilonem... — ella me mira por un instante para luego seguir hacia el vestidor, la sigo con el corazón palpitando a mil.

La veo recoger las cosas de Lana y luego guardarlas en la maleta, no habla ni me mira.

Escuchó su sollozo y sin pensarlo me acercó a ella, quitó una prenda de su mano y la abrazó. Su cuerpo se ha puesto tenso, la siento removerse entre mis brazos y luego quedarse quieta para luego llorar fuerte mientras sus brazos me rodean.

— perdóname bella... — su dolor me hace sufrir — nunca pensé en ti.

Siento sus manos aferrarse más a mi cuerpo mientras su cuerpo se sacude por el llanto, la estrechó más entre mis brazos.

Ella se separa de mi cuerpo y me mira a los ojos.



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En el texto hay: mentiras, romance, amor

Editado: 30.04.2018

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