César
— debo irme por unos días — Lana o como se llamará abrió los ojos como plato, vi en su semblante una mueca de dolor pero luego se borró, forzó una sonrisa y se abrazo así misma.
— ¿puedo saber a dónde vas?
— estaré en Capri — mi mirada se posa en mi alianza, iría a buscar respuestas.
— tenemos dos horas de casados y le parecerá extraño a tu familia que te marches.
Pongo las manos detrás de mi espalda y analizó las palabras de ella.
— tienes razón, papá no se lo tomará muy bien... prepara las maletas, viajaremos con mi hijo.
Ella asiente.
— ¿cuándo nos vamos?
— mañana — me giró y entró al cuarto de baño, cierro la puerta y apoyo mi frente en la puerta, debía buscar por mi cuenta toda está historia. Rafaello era mi hijo pero me causaba rabia saber que ella lo había hecho por dinero y eso no lo iba a olvidar fácilmente.
Un día después
— es precioso — no respondó sólo sigo observando hacia el frente, ella actuaba como si fuera la primera vez que miraba Capri pero ya no creía en ella, Lana le había pagado por llevar a mi hijo en su vientre.
Por el retrovisor miré a Rafaello quien jugaba con su osito favorito.
Aún me culpaba por los meses que descuide a mi hijo, aún no tenia el resultado de la prueba de ADN pero estaba seguro que era mi hijo, llevaba la marca de nacimiento.
Me estacione frente al hotel, cuando baje del auto, ya le habían abierto la puerta a Lana, me dediqué a bajar a mi hijo quién me rodeó con sus bracitos el cuello.
Entregue mis llaves del auto y procedí a entrar.
Nos dirigimos directamente a mi suite, mis empleados no dejaban de vernos asombrados, sabía que pensaban por que había llevado otra mujer al hotel que construí con Lana.
Entramos a la habitación y esperé que guardarán las maletas.
— una cunita — los dedos de Lana #2 así la había bautizado en este momento recorrieron, los acabados de la cuna.
— si, la compramos con Lana — sus dedos se detuvieron, levantó su mirada.
— César... se que los momentos duros que vivimos fue a causa de la pérdida de tu prometida y tu hijo, yo... — soltó el aire — siento tu perdía, he callado por que no sabia como abordar este tema.
No respondó y con cuidado siento a Rafaello en la cama y sonrió al escucharlo llamarme papá, mi hijo... y el de Lana #1.
Pasó mi mano por mi cabello.
— ¿amas a Rafaello? — el rostro de Lana #2 cambia a uno muy molesto.
— ¿qué pregunta es esa César? Claro que lo amó, es mi hijo.
Me dejó caer en la cama y pongo mis brazos detrás de mi cabeza.
— estás actuando raro.
— dime Lana, ahora que eres mi esposa ¿ya recuerdas?
Ella niega y frunce el ceño.
— ¿qué pasa César?
Sonrió con ironía.
— nada, cuida al niño, a las 7 pm estará llegando la enfermera, a esa hora baja a cenar, me reuniré contigo en el restaurante.
— César... escuche su susurró llamándome pero esta vez me negué a detenerme.
El señor Gallo se puso de pie cuando me vio entrar en la oficina.
— Señor Amoretti, me sorprendió su llamada.
— su investigación va demasiado lenta y quiero respuesta, ¿dígame hizo lo que le pedí?
— si señor — me acerqué a la licorera y me servi un trago — tiene un hotel muy bonito.
— gracias — me giré hacia el señor Gallo — esperó que no me fallé Señor Gallo.
— no lo haré, la investigación es lenta por que debo separar la información, buscaba a una y resulta que es... — levantó la mano mientras doy un sorbo a mi bebida.
— esa historia ya me la compartió.
— disculpe señor Amoretti, me retiro seguiré investigando.
No respondó ya que tengo la mirada perdida en la foto que descansa en mi escritorio... Lana #1.
Xilonem
Me he perdido en el hotel, sonrío al darme cuenta que al fin doy con el comedor pero siento una mano tocar mi hombro.
— señora Amoretti, la cena será servida en el comedor pequeño, yo la llevó.
— gracias — César posee un lugar muy bonito y acogedor, el camino hacia el comedor pequeño, está flanqueado por lámparas artesanales pero que da un toque muy íntimo y relajante al que recorre ese camino, se escuchan los animales nocturnos.
— ¿por qué es fuera del hotel? — él mesero me mira sobre su hombre.
— es por la cascada.
— ¿cascada?
— así es señora Amoretti.
Sonrió y continuó avanzando, entramos a una estancia rústica también iluminada la entrada con lámparas artesanales, al entrar hay mesas dispuestas para cuatro personas con pequeñas lámparas en el centro de la mesa, el lugar es muy privado, elegante y acogedor.
Editado: 30.04.2018