El enigma de la Quimera [libro 1]

La delgada línea entre la muerte y los sueños

Dos horas antes de que Bryan Domán asesinara con seis impactos de bala al magnate farmacéutico Alonso Kay decidió visitar la tumba de su prometida. Las palabras se habían atorado en su garganta, así como sus ojos no pudieron derramar lágrimas.

—Señor, debemos marcharnos —le informó el guardaespaldas casi a un susurro—. El juicio comenzará pronto.

—No importa si llego tarde —confesó él, arrodillado frente a la tumba—, dirán que es inocente. —Su voz era apagada, neutral, hacía varios días que carecía de todo tipo de emociones.

El guardaespaldas limpió su garganta, su mente estaba en blanco, no se le ocurría ninguna frase alentadora o motivacional para decirle al científico, ante todo, lo que acababa de decir era verdad, pues era bien sabido por todos que el farmacéutico tenía comprado al jurado, así como al juez y a todo aquel que pudiera suponer ser un problema para recuperar su libertad.

—¿Sabes, Gómez? He entendido que en este mundo podrido la justicia ya no existe —dijo Bryan sin dejar de observar la lápida—. Jensen creía que este mundo podría ser encarrilado al camino del bien, donde todos pudiéramos vivir dignamente, sin miedo a salir a la calle y sin miedo a hacer sonar nuestra voz. —Hizo silencio y un trueno resonó con fuerza en el oscuro cielo, para después soplar una brisa fría—. Y por eso fue asesinada a mitad de la noche. Fue asesinada sin piedad, sin importar que tuviera cinco meses de embarazo. A nadie le importó que ella suplicara por su vida, su voz nunca fue escuchada.

Bryan se reincorporó y limpió la tela lisa de su pantalón, acomodó su abrigo oscuro y la bufanda gris que su prometida en vida había tejido para él.

—Pero, algo que creo en lo que no se equivocó es que quien tiene el poder, tiene a la justicia en sus manos —soltó él, comenzando a caminar. El guardaespaldas lo siguió, intentando entender las palabras del hombre; últimamente había estado actuando extraño, pero lo asociaba al luto que intentaba sobrellevar.

El juicio era mediático, se hacía seguimiento por todos los noticieros y había sobrepasado fronteras, la mayoría de los países reportaban el avance que se hacía contra el acusado Alonso Kay por el asesinado de Jensen Riau Darmy.

Frente al tribunal se aglomeraban cientos de reporteros que por momentos eran empujados por los miles de protestantes que intentaban entrar, alzando carteles de “asesino”, “muerte al dictador” y gritando a viva voz. Los guardias y policías que hacían una cadena de seguridad del edificio de los juzgados aquella tarde tuvieron que pedir refuerzos, pues todo apuntaba a que iba a comenzar un disturbio una vez fuese dado el veredicto ya que tenían rodeado el edificio.

Era imposible llegar en auto al tribunal, desde cinco cuadras atrás la muchedumbre bloqueaba las calles y carreras con la protesta, creando trancones y obligando a las personas a bajar de los autos si querían llegar a sus destinos.

—Señor, debe caminar —informó el chofer a Bryan, observándolo desde el retrovisor—. No se preocupe, van a escoltarlo.

Bryan observó desde la ventana a la multitud que protestaba y ondeaba banderas negras con el escudo de una estrella roja siendo rodeada por un círculo que significaba el sol: era el logo del centro de investigación que él fundó con su prometida Jensen.

—A mí no me harán daño —informó Bryan—, no debo temer de ellos.

—No lo protegemos de los protestantes, señor —informó el chofer—. Lo protegemos de la élite que odia la idea de que usted sea la imagen del estallido social.

Bryan desplegó una sonrisa melancólica.

—No deberían tomarme como su referente, yo también pertenezco a la élite —dijo él—. Yo también soy hijo de un magnate.

—Nosotros no necesitamos saber su procedencia, sino la ideología que defiende —informó el chofer—. Y hoy lo que necesitamos es que en este podrido mundo se pueda hacer justicia al menos una vez. Necesitamos seguir teniendo esperanza.

En los oídos de Bryan comenzó a retumbar las voces de la protesta, los tambores siendo tocados por una comparsa que estaba a metros del vehículo y los pitidos de los carros estacionados.

El hombre salió del blindado y los guardias comenzaron a hacerle camino a mitad de la carretera, teniendo que empujar a los protestantes por momentos.

—¡Es Bryan Domán! —comenzó a gritar la gente cuando lograban reconocerlo.

Entonces, la muchedumbre empezó a abrirle camino mientras gritaban de felicidad y agitaban las banderas negras. Los helicópteros sobrevolaban la ciudad y la prensa filmaba el momento en que él iba entrando al tribunal.

El abogado de Bryan corrió hasta el joven cuando pudo verlo, sintiéndose aliviado.

—¡Gracias a cielo, me habían dicho que no lograban contactarte, creí que no ibas a venir! —dijo el hombre mientras caminaba a paso apresurado a su lado, debía hablar alto, porque la prensa a su alrededor los invadía, por más que los guardias los apartaban.

Se hizo silencio, el juicio estaba llegando a su final. Se había permitido grabar todo y se estaba transmitiendo en vivo, si bien apenas se dejaron entrar tres cámaras, era suficiente para que todos pudieran observar en tiempo real el veredicto.

—…el jurado ha encontrado al acusado Juan Alonso Kay Morales —decía el juez— con una votación unánime inocente del cargo de homicidio en primer grado. Por lo cual declaro al acusado Juan Alonso Kay Morales inocente de homicidio y ordeno que se elimine el cargo de su expediente judicial.

Un fuerte murmullo fue creciendo en el ambiente, después se volvió en gritos, algunos de alegría y otros de rabia.

—¡Vamos a apelar! —le dijo el abogado a Bryan, tenía el rostro rojo por la impotencia.

—¡Orden en la sala! —exigió el juez e hizo sonar dos veces el mazo, pero fue imposible, el bullicio se hacía cada vez más grande.

—¡Este no es el final! —seguía diciendo el abogado a Bryan, pero él estaba neutral, no se registraba ninguna emoción en su rostro—. Bryan, dime algo, ¿qué tienes?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.