Adem estaba sentado en un columpio que descendía del cielo, a su lado se encontraba otro que ocupaba nadie; tenía frente a él un mar que abarcaba toda su visión con un hermoso atardecer con ciertos arreboles; ese era su lugar favorito para hablar, porque aquel atardecer nunca se acababa y si alzaba la vista, se podía apreciar algunas estrellas y el columpio que parecía ser infinito (no se veía de dónde descendía). Había estado esperando toda la noche a que llegara Jara a su cita como todas las veces que acordaban encontrarse.
Se preguntaba si le había sucedido algo en su trabajo y la justificaba pensando que se habría quedado despierta, aunque sabía perfectamente que los Soñadores Oficiales no tenían permitido desvelarse.
Le daba miedo pensar que Jara había comenzado a ver su relación como algo no útil o patético. ¿O sería su diferencia de edad? No le parecía un problema, porque él era mucho más alto que ella y siempre intentaba mostrarse maduro, para que no lo viera como un niño; a fin de cuentas, ella tenía veinticinco y él diecinueve, no era mucho la diferencia, ¿o sí?
En las últimas citas la sintió muy distante y por más que le preguntaba si sucedía algo, ella nunca le respondió sus razones. Comenzaba a pensar que aquella distancia podría también contestar el por qué su relación se fue desvaneciendo de a poco. Se preguntaba si tal vez ella dejó de llegar a las citas hace mucho tiempo y simplemente la estuvo imaginando para no aceptar la idea de que había vuelto a abandonarlo.
La tarde antes que Adem e Issis fueran a su proceso de admisión, toda la cuadra donde ellos vivían se reunió en las entradas de sus casas para cantarles el himno de los Soñadores Oficiales (una costumbre muy antigua), para demostrarles que ya los reconocían como soñadores, era algo muy normal que se acostumbraba a hacer cuando se vivía cerca de un aspirante a Soñador Oficial.
Soñadores del mundo no real, que hace real, lo que no es una realidad.
soñadores, soñadores, en ti la ciencia está.
Soñadores de un mundo de verdad…
Adem no fue capaz de salir de su habitación para presenciar el acto, sentía que aquello lo único que le provocaba era más presión social hasta convertírsele en ansiedad. Sus manos temblaban, apretando con fuerza el frasco de medicamento para la ansiedad, no quería tomarlo, pero escuchando aquel canto comenzaba a pensar que sí lo estaba necesitando y debía escuchar a su cuerpo.
Por un momento se asomó a la ventana y corrió la cortina de color crema, sus padres estaban en la entrada de la vivienda presenciando el cántico del tumulto de personas que llevaban velas encendidas. Cuando terminaron de cantar, su padre comenzó a agradecerles.
—Muchas gracias, es un gran honor que todos se reúnan para apoyar a nuestro hijo —decía el hombre con gran soltura—. Lastimosamente nuestro hijo no puede estar con nosotros en este momento, se está preparando para su gran día, pero les agradece que…
Adem se alejó de la ventana y se dejó caer cerca a la piecera de su cama suspensora. Su hermanita Lucy entró a su habitación con una camisa blanca de mangas largas que estaba sucia de salsa y usaba una panty con un bordado de repollo en la parte trasera; comía una paleta verde, así que tenía todas las mejillas sucias de este color.
Lo observaba fijamente con mucha curiosidad.
—¿Vas a llorar? —preguntó la pequeña.
Toda la piel de Adem se erizó y tuvo que correr al baño a vomitar.
Esa noche tuvo que medicarse para poder tranquilizarse y dormir plenamente.
—¿No crees que te medicaste mucho? —preguntó Adem a su amiga, la cual estaba dormitando en su asiento a espera de su turno para hacer el primer examen.
Issis mostró una sonrisa.
—El efecto me dura sólo una hora, hay… creo que cien… personas antes de mí, así… que no hay problema. —Se acomodó en el hombro de su amigo y se durmió profundamente.
Adem quería ser igual que Issis y dejarse llevar un poco por el presente, pero se le hacía imposible.
Para poder dormirse, el médico asignado por la academia de soñadores a la familia tuvo que llegar a revisarlo y antes de dormir le inyectó un tranquilizante, ya que el joven había vomitado las pastillas. Le dijo que era normal, que era primerizo y, de hecho, había soportado por mucho tiempo la presión del proceso de admisión sin medicación.
—Me ha tocado casos de aspirantes que termino desintoxicándolos porque se drogan a tal punto que podrían sufrir una sobredosis —le explicó el doctor—. Esos son los que normalmente no logran pasar los exámenes, porque, aquí entre nosotros, en el proceso también evalúan su sangre, así pueden saber qué tanto resisten vivir bajo presión social.
Adem veía a muchos aspirantes que parecían no estar para nada lúcidos en aquella sala, muchos de ellos se habían acostado en el piso, noqueados por los tranquilizantes.
Jara observaba por una pared de vidrio a los candidatos, evaluando a los que tenía a su alcance. Para ella era bastante evidente quiénes pasarían los exámenes y quiénes no.
Madeline, su amiga, también observaba a su lado a la muchedumbre de postulantes que estaban en el primer piso, a espera de ser llamados.
—Deberían llevarse a los que se quedan desmayados en la sala —dijo.