El enigma de la Quimera [libro 1]

Inducción

Lisa se ruborizó en gran manera y apretaba con fuerza sus labios. A Adem le dio pesar la jovencita, no quería estar en su lugar.

Jara dio media vuelta y entrelazó las manos en su espalda, avanzando lentamente. Hizo un corto silencio, parecía estar acomodando las palabras en su mente, algo que la hacía ver mucho más misteriosa.

—El miedo es el arma más poderosa que tiene la mente —dijo—. Es un arma tan poderosa que puede jugar en contra de un soñador o a favor. Si un soñador es capaz de controlar sus miedos más profundos, será difícil que sus enemigos puedan usarlos para atacarlo.

Detrás de Jara apareció una sombra negra cubierta por un manto desgarrado con manos cadavéricas, el cual arrancó gritos de varios estudiantes.

—El miedo es la debilidad del ser humano y los sueños oscuros o más conocidos como pesadillas, se alimentan de los miedos más profundos que descansan en el inconsciente —explicaba Jara, pero parecía que nadie le prestaba atención, estaban concentrados en aquel monstruo que apareció en el salón de clases y seguía a Jara a sus espaldas.

De pronto, el monstruo con manto negro se dio media vuelta y enfocó a un joven pelirrojo con el rostro lleno de pecas. Lo señaló con un dedo índice y lentamente se fue acercando a él, no tenía pies, estaba suspendido en el aire y voló hasta el joven, hasta estar muy cerca de sus ojos.

El jovencito gritaba e intentaba hundirse en el escritorio. Los estudiantes que estaban cerca de él intentaban apartar sus puestos para alejarse y algunos decidieron levantarse, pero, al ver que Jara volteaba a verlos, se veían obligados a volver a sus lugares.

—Cuando el miedo invade la mente, hace que se bloquee y los pensamientos racionales dejan de activarse —explicó Jara—. Se debe aprender a enfrentar los miedos y dejar de evitarlos, es la única forma de poder vencerlos.

El monstruo cadavérico acarició la mejilla del joven pelirrojo y éste cerró los ojos con fuerza.

—Deja de evitar el miedo, abre los ojos —ordenó Jara—. Hasta que no lo enfrentes, no se apartará de ti.

El joven titubeó antes de abrir los ojos y, cuando lo hizo, soltó un espantoso grito al notar que aquel monstruo le brillaban las pupilas como grandes carbones encendidos, los cuales eran dos huecos terroríficos, muy oscuros, le emergían del fondo un brillo rojo infernal.

—¡Dios, basta, por favor! —suplicó el jovencito.

—¿Me tienes miedo? —preguntó el monstruo con una voz profunda y tenebrosa, casi hablaba como una bestia.

El joven comenzó a llorar y todo su cuerpo temblaba. El monstruo volvió a acariciar su rostro con sus dedos cadavéricos.

—¡N-No, no-no te-te tengo… miedo! —gritó el joven con voz rota.

Se escucharon los sollozos de una chica cerca de Adem y él volteó a verla.

—Shu… el monstruo vendrá a ti si le demuestras miedo —advirtió Adem a la joven—. Debes calmarte.

La joven cubrió su boca con sus manos e inspiró hondo.

Adem observaba maravillado la escena, le parecía interesante que todo lo que Jara explicaba era la representación misma del miedo en el ser humano, en este caso, en el triste joven pelirrojo que estaba al borde de un colapso nervioso.

Mientras, el monstruo seguía confrontando al joven que acababa de orinarse los pantalones.

—Eres un cobarde —dijo el monstruo—. Eres un niñito cobarde.

El monstruo se alejó lentamente y después se esfumó como si fuera humo, dejando a Jara sola en el centro del círculo creado por estudiantes.

—Ve a cambiarte de ropa —pidió Jara al joven pelirrojo.

El estudiante estaba llorando al no soportar la vergüenza y miedo. Titubeó antes de levantarse de su puesto y todos le vieron el pantalón húmedo. Sus manos jugaban entre sí, estresadas y ansiosas.

—Ya, vete del salón —ordenó Jara con autoridad.

El joven bajó la mirada hasta sus pies y después salió corriendo del salón con las mejillas húmedas de lágrimas.

Cuando estuvieron solos, una luz recorrió el pupitre donde el joven había estado sentado, desinfectándolo por completo. El silencio invadía la clase y también podía palparse la tensión.

Adem observaba a Jara con ojos desorbitados de la impresión, pero desplegó una sonrisa llena de satisfacción al poder apreciar una situación tan interesante.

Jara lo observó por un momento, curiosa al ver que era el único que mostraba una reacción inusual ante lo acontecido. Volvió la mirada por todos sus estudiantes.

—Finalmente, cuando no se enfrenta un miedo, conseguimos crear un trauma —dijo Jara con voz calmada—. Un trauma que atormentará en las noches por medio de sueños oscuros.

Adem iba a salir del salón de clase, después de dos largas horas que seguramente jamás podría olvidar por tener emociones tan intensas. Quería descansar con sus amigos y hablar con ellos al respecto de la cuestionable forma de dar clases de Jara (seguramente todos tendrían mucho que decir). Sin embargo, Jara lo llamó.

Para él, el estar frente a Jara y que le viera el rostro enfermo de acné le generaba mucha más angustia que enfrentar a un monstruo. Aunque sabía que pasaría en algún momento del día, de hecho, Jara ya lo había visto en la clase, sus miradas se encontraron por breves instantes y fue lo más humillante que Adem tuvo que soportar en mucho tiempo.




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