El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 15

Ocho meses antes del examen de admisión para Soñadores Oficiales:

Adem estaba acostado en su cama boca arriba, haciendo ejercicios de respiración para poder calmar todo su cuerpo. Llevaba tres días intentando sumirse en sueños profundos y lúcidos, pero no tuvo resultado, su cuerpo era consciente de que no tenía el controlador conectado a su nuca para poder hacerlo, para viajar lúcidamente por las dimensiones de la Quimera.

Abrió los ojos y comenzó a gruñir de la frustración por llevar tanto tiempo fuera de las dimensiones. Se sentía como una persona pequeñita separada por un gran acantilado que lo limitaba de unas innumerables aventuras.

Estaba sentado en la cama con sus largas piernas cruzadas, tenía puestas unas medias azules con rayas rosadas que le había regalado su hermanita Lucy una vez que llegó del supermercado.

No sabía qué hacer con tanto tiempo libre. No quería dormir y saber que pasó tantas horas encerrado en el plano terrenal.

Entonces, se le ocurrió una idea.

Bajó de la cama y salió de su habitación, caminando en silencio por el pasillo con luz grisácea hasta llegar al fondo, donde estaba la puerta marrón de madera. Abrió y encontró la habitación sumida en la oscuridad, donde se podía vislumbrar una diminuta luz verde pálida y otra azul oscura que parpadeaban.

Sus padres estaban dormidos y sumidos en la fase REM (el sueño más profundo, donde se dan los sueños lúcidos), seguramente recorriendo dimensiones de recuerdos graciosos, ya que los controladores reflejaban aquellas luces que lo indicaban. Sería peligroso despertarlos estando sus almas en dimensiones lejanas. Además, ahora se daba cuenta que su idea de pedirles prestado sus controladores era sumamente estúpida, comenzando con que sus padres no se los entregarían, porque eran los primeros en estar preocupados de su condición.

Adem cerró la puerta con sigilo y volvió a su habitación, la cual estaba con la lámpara de la mesita de noche encendida.

¿Qué iba a hacer si no tenía controladores? ¿Qué sería ahora de su vida? Se encontraba desconectado de sus dimensiones artificiales, nunca estuvo por tanto tiempo sin visitarlas. Quería salir con sus amigos, divertirse y conocer nuevos lugares, viajar a mundos reales, burlar la seguridad de los mentores y embarcarse a planetas lejanos al lado de sus amigos. Quería sentirse como todo un rebelde.

Se acostó y quedó observando un punto negro en el techo blanco, era el único punto negro, una pequeña imperfección que nunca antes había observado, seguramente porque nunca tuvo tanto tiempo libre para analizar su alrededor.

Sin notarlo, Adem logró tranquilizar su respiración y el ruido mental que tanto lo atormentaba aquella noche. Cerró los ojos e inspiró hondo para así relajar su mente.

Poco a poco una imagen fue tomando forma en su conciencia, era un gimnasio enorme, con personas luchando en los cuadriláteros suspendidos en el aire. Adem lo observaba con impresión, porque no eran simples boxeadores, se trataban de Soñadores Oficiales. Podía reconocerlos por el tatuaje que llevaban en su hombro derecho de la estrella encerrada en el círculo del sol. Y no sólo por aquel tatuaje, el escudo estaba en todas partes: pantallas suspensoras, columnas dóricas y empotradas en los umbrales.

La piel de su nuca se erizó e intentó calmarse cuando notó que su impresión estaba haciéndolo despertar.

Caminó por los pasillos que creaban los cuadriláteros alzados por los suspensores y notó que había Rondas Protectoras. Entendió después, al ver a dos hombres luchar y de sus patadas brotar una gran fuerza que golpeaba los escudos, que se amparaba el exterior de la batalla que se producía en los cuadriláteros.

Adem alzó la mirada y observó sobre su cabeza muchos más espacios de gimnasia, todos suspendidos y cubiertos por los escudos de protección. No había público, Adem era el único que paseaba por aquel gigantesco lugar de gimnasia.

¿Dónde se encontraba? ¿Cómo llegó hasta allí?

Siguió recorriendo el lugar y llegó a unos cuadriláteros mucho más grandes, donde en uno vio a una mujer vestida de negro que peleaba de forma diferente con un hombre. La reconoció al instante, sabía que se trataba de la soñadora Jara Adelina Darmy, la famosa reconocedora de DéJá Vu.

Ella estaba usando artes marciales, logró reconocer el estilo taekwondo y bokator en sus movimientos. Quedó tan impresionado que su boca se abrió. Jara era sumamente impresionante, igual como lo describían en sus clases de historia de los Soñadores Oficiales.

El hombre que estaba con Jara se veía veinte años mayor que ella, acuerpado, como una bestia salvaje que lograba amortiguar la ferocidad de los golpes de Jara con sus brazos y por momentos le gritaba órdenes para que fuera más rápida.

Esto llamó la curiosidad de Adem, la trataba como si fuera una persona de bajo rango. Así que Adem dedujo que él debía ser algún colega o alguien superior. Aunque era extraño, porque nunca le informaron que Jara tuviera mentor, pero, ahora que la tenía frente a él, meditó que no todo se contaba de su vida, seguramente salía al público lo más superficial de quién era ella. La vida de los Soñadores Oficiales era sumamente compleja, nada parecida a una vida cotidiana de un ser humano normal como Adem o alguno de sus vecinos o compañeros de clase.

El ser un Soñador Oficial implicaba vivir una vida al límite, donde aquellos entrenamientos de alta potencia que estaba viendo era un insignificante fragmento de lo que le exigían a diario.




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