El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 16

Siendo Adem apenas un preadolescente en la sociedad actual, no tenía permitido entrar a estos mundos en la Quimera, por lo cual sus controladores los tenían bloqueados. Para niños de su edad le habían fabricado dimensiones artificiales donde podía jugar y recrearse con sus amigos. Y ahora que poseía la fuerza mental para viajar sin ayuda de un controlador, ahí se encontraba, saboreando la verdadera libertad como si se tratase de un adulto.

Y como cualquier joven de su edad emocionado por la repentina libertad que estaba obteniendo, entró a un bar y se acercó hasta la barra, donde el bartender le preguntó qué quería tomar. Adem lo meditó, porque sin controlador, no tenía a su disposición su dinero interdimensional, pero, después recordó que traía algo de dinero en los bolsillos de su pantalón y se preguntó si podría usarlo.

Sumergió su mano derecha en el bolsillo del pantalón y sacó su cartera, la cual abrió y encontró unos cuantos billetes, sabía que aquello no sería suficiente para toda la noche, además, no eran billetes interdimensionales y no sabía si podía pagar con ello.

Cuando sintió que el momento se volvía un poco incómodo por la mirada del bartender que estaba a la espera de su pedido y comenzaba a notar que aquel joven no podía comprar algo en aquella dimensión pues era evidente por su apariencia que no tenía edad suficiente y mucho menos el dinero, Adem sintió un escozor recorrer su cuerpo. Volvió a inspirar hondo, recordándose que él tenía el control de su mente y cuerpo.

Entonces, imaginó que en su cartera aparecía la tarjeta que se usaba para pagar en aquellos planetas de alto nivel. De hecho, pensó en una tarjeta élite, la cual era de saldo ilimitado y… ¡apareció, se volvió física en aquel planeta!

—Entonces, ¿vas a pedir algo para beber o no? —preguntó el hombre al otro lado de la barra. Observaba la tarjeta que Adem sostenía en su mano, haciéndole alusión con su mirada a que la usara.

—Sí, recomiéndame lo mejor que tengas —pidió Adem. Procesó sus palabras y se dio cuenta que era la primera vez en su vida que usaba una tarjeta élite: tenía todas las dimensiones a sus pies.

El bartender mostró una mediana sonrisa de satisfacción y después se alejó para preparar algo que Adem pensó que, seguramente, sería la primera vez que iba a probar en su vida.

Esa tarde, casi noche, en aquella dimensión Adem conoció lo que era la verdadera libertad. Bailó con mujeres hermosas y de rostros exóticos, muchas hablaban idiomas de otros planetas, aunque no era necesario entenderse para poder pasar un buen momento.

Y cuando menos lo pensó, vio a Jara recorrer el espacio del bar, inspeccionando el lugar, pero ya no estaba vestida con el uniforme de soñadora oficial, ahora estaba cambiada con un vestido rojo que le hacía mucho honor a su bien formada figura.

Ella se sentó a la barra y saludó al bartender con alegría y pidió un coctel. Cuando el hombre se lo trajo se quedaron conversando con tanta soltura que Adem entendió que eran amigos. Ella le dio un sorbo a su coctel y siguió estando allí, tan tranquila y conversadora con el hombre que al atender a los demás clientes reía y volteaba a verla, a veces moviendo las manos mientras hablaba.

Adem se sentó a un extremo de la barra y pidió lo mismo que Jara para así poder conocer sus gustos. Parecía que aquel planeta era bastante conocido por la mujer, porque el bartender la llamaba por su nombre y por momentos le hacía preguntas que a los oídos de Adem no tenían mucho sentido, porque no conocía el contexto de la ya larga conversación.

No pasó mucho tiempo para que Jara notara la presencia de Adem. Era curioso, ella no disimulaba cuando observaba a alguien, fijaba sus ojos y barría a la persona con ellos. Su mirada era profunda, demandaba atención y también advertía que no era una persona cualquiera.

Ella notó en un instante que Adem no traía controlador y era evidente desde lejos que le produjo una gran curiosidad. Por un momento, el joven creyó que ella se acercaría y le haría preguntas al respecto, como un policía cuando interroga a un delincuente, pero, después notó que Jara le había restado importancia; simplemente siguió tomando su coctel y al rato se marchó del bar.

Jara había catalogado a Adem como una persona no consciente de sus sueños, alguien que le habían quitado su controlador, seguramente por alguna infracción y estaba desesperado por volver a las dimensiones y lo hacía inconscientemente, que al despertarse no recordaría nada.

Lo que Jara no imaginaba era que Adem seguiría apareciendo por las noches en los planetas que ella visitaba, casi como si la rastreara mentalmente, pero lo más curioso era que Adem nunca se acercaba a ella para hablarle, como era habitual que hacían las personas que sabían quién era la joven.

En un principio Jara creyó que Adem sería un problema, pero no fue así, con el pasar de las noches, en Jara creció una profunda curiosidad por aquel atractivo muchacho. ¿Qué era lo que quería? ¿Cómo era posible que pudiera ingresar a los mundos donde ella habitualmente estaba? Y, ante todo, ¿por qué la buscaba?

Fue sorprendente cuando Jara encontró a Adem en su dimensión personal, la cual fue creada para ella desde muy joven por su mentor Yakov. Era la vista de un mar desde una colina, donde había dos columpios que descendían del cielo, los cuales Jara desde los diez años apodó “Columpios Celestiales”.

Nadie podía entrar a esa dimensión porque estaba registrada como exclusiva, por lo cual, los controladores de sueño no permitían su acceso. Al Adem no tener controlador, podía entrar a esta, sin embargo, eso no quitaba el hecho de que acceder a ella era sumamente complejo.




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