El enigma de la Quimera [libro 1]

Dimensiones oscuras (parte 2)

Comenzaba a amanecer y Adem estaba eufórico, no podía creer que se hubiera escapado del CCI con una soñadora de élite en busca de un cuarto perdido que fue encomendado en una misión ultrasecreta de la Élite Internacional. Si se lo comentaba a sus amigos jamás lograrían creerle.

Pero lo que más le encantaba de la situación era estar a solas con Jara, caminando por el bosque. Una lámpara suspensora los seguía por todo el camino y los gigantes árboles intentaban cubrirlos con sus enormes sombras. Adem sentía como si estuviese viviendo una historia de fantasía, como esas de las películas que le encantaba ver con su mejor amiga Issis; lo único que le hacía falta para tener el escenario completo eran las capas o alguna barita mágica, pero nada podía ser perfecto; Jara estaba vestida con un pantalón negro y una camisa vinotinto, usando zapatos cerrados, y él, bueno, llevaba puesta su pijama gris (terrible desgracia).

Entre más tiempo pasaba, Jara iba notando todas las señales que le indicaban que Adem era la encarnación del primer soñador. En las horas que llevaban de caminata rumbo hacia la cascada él no dejaba de contarle historias sobre su niñez, inicialmente a ella le aburrió un poco, pues lo menos que necesitaba era a un jovencito parlanchín mientras conducía rumbo hacia el bosque, sin embargo, le impresionó que Adem relacionara sus recuerdos de la niñez con el cuarto perdido, pues le habló que en sus sueños veía una cueva que se abría con una clave que recordaba perfectamente.

Una vez se detuvieron a un lado de la carretera y bajaron del auto suspensor, Adem le señaló un camino de tierra a la jovencita.

—Es por aquí, tomaremos un atajo para llegar más rápido, la cueva queda al otro lado del bosque —informó el muchacho.

Adem siguió contando por el camino que de niño no recordaba muchos momentos de su vida y varios estaban distorsionados, lo cual le generó muchos problemas para socializar y hacer amigos. Jara se sintió bastante identificada, pues le sucedió lo mismo, cuando tenía doce años sufrió un accidente que le impidió recordar gran parte de su vida y muchos de sus recuerdos se distorsionaron, haciendo que no lograra saber quién era en realidad y la peor consecuencia era que el Experimento Jara no se pudo continuar.

—Mi madre sobornaba a los niños con dulces para que fueran mis amigos —comentó Adem a medio camino—. Los niños se burlaban de mí por esto, era horrible. Afortunadamente Issis aceptó el soborno de mi mamá y se hizo amiga mía, desde allí tuve compañía en la escuela y el hospital pediátrico, creo que los demás niños al verme acompañado les inspiré más confianza y empezaron a aceptarme.

Lograron llegar al río y comenzaron a seguirlo en dirección contraria en la cual fluía el agua para lograr llegar a la cascada.

—¿Y ya lograste recordar tu pasado? —preguntó Jara con curiosidad.

—No todo, apenas he logrado recordar una parte —confesó Adem—, siento que dentro de mí hay una puerta sellada que una vez logre abrir podré saber completamente quién soy. No sé por qué, pero me da miedo… ¿logra entender lo que digo? Es como si hubiese algo monstruoso que está esperando salir… pero que en algún momento pasará, por eso debo aceptarlo, porque es mi naturaleza.

Jara volteó a verle y evaluó su rostro, le generó una gran intriga saber qué podría esconder el interior de Adem para que le asustara tanto.

Al estar en un lugar tan solitario como el bosque y pasar horas a su lado, logró analizar la energía que el jovencito emanaba. Al ser una Amantis podía leer la capacidad de las energías de las personas y en Adem encontraba una fuerza inusual, nada más los expertos en Energía Oscura como las Grandes Amantis y soñadores de élite sabían sobre esto y si reparaban en Adem podrían notarlo, él era especial.

Jara sintió la sensación de ya haber analizado con anterioridad la energía de Adem y que no sólo fue ella, personas importantes lo habían hecho, pero… ¿quiénes?

A su mente llegó una imagen borrosa de estar arrodillada y que a su lado un pequeñín también lo hacía.

La joven sintió un fuerte dolor de cabeza. Llevó las manos a su frente y se detuvo en seco.

—Señorita Jara, ¿qué le sucede? —preguntó Adem y la sostuvo antes de que perdiera el equilibrio.

Las manos de Jara quedaron apoyadas sobre el pecho de Adem. La sensación de mareo y la respiración agitada la estaban embriagando. ¿Por qué recordar la enfermaba por completo?

En sus estudios sobre la Energía Oscura supo que había personas con tanto poder que lograban bloquear los recuerdos de las personas y crear una barrera que le impidiera a otros humanos el desbloquearlos, hasta el punto en que el individuo podría morir si intentaba desbloquear dichos recuerdos. ¿Acaso era lo que sucedía con ella? Pero… si esto era cierto, eso querría decir que tenía un enemigo que quería verla muerta, le hacía daño a la distancia.

Jara logró reincorporarse, aún se sentía mareada, pero ya había recuperado sus fuerzas. Afortunadamente no tenía el controlador de sueños instalado, de lo contrario habría hecho corto circuito y le habría envenenado la sangre.

—¿Le pasa eso muy seguido? —preguntó Adem mientras volvían a caminar.

—¿Por qué lo preguntas? —indagó Jara, notó en el jovencito que sospechaba algo.

—Noté que su controlador de sueños estaba sumamente desgastado —comentó Adem mientras sumergía sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón de algodón—. Soy bastante conocedor sobre controladores, mi padre trabaja con ellos, así que logro reconocer con facilidad cuándo hay defectos en los controladores y sin duda alguna ese controlador que usted estaba usando tenía anomalías.




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