Todo se congeló justo cuando su prima más pequeña estaba a punto de ser impactada en la cabeza con una bala.
—No es cierto… nada de esto es cierto. —Llevó una mano temblorosa hasta su pecho, comenzando a sentir su respiración y así lograr mantener la cordura.
El miedo escocía su cuerpo, con un fuerte dolor en el pecho que le impedía respirar bien. Pero ya lograba recordar que se encontraba en una pesadilla, estaba en lo más profundo de su inconsciente, justo en el día en que hubo un atentado en la casa de su abuela y ella tuvo que esconderse con sus primos pequeños para resguardarse. En la realidad ninguno resultó muerto, pero sí algunos de sus tíos terminaron heridos. Comenzó a temerle a la casa de su abuela desde ese día y sus peores pesadillas se daban en este lugar.
Y ahora todo se sentía tan real, sus miedos más profundos se materializaban, sobre todo qué habría pasado si aquel hombre que intentaba tomar venganza los hubiera descubierto a ella y a sus primos.
Issis se asomó por la ventana y vio la silueta de un hombre a metros de distancia de la casa, apuntando con una escopeta antigua hacia la ventana.
—Antes te tenía miedo, pero ya no me asustas —dijo la joven con fuerza mientras las lágrimas se desbordaban de sus ojos.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Adem al no soportar el miedo.
—Tú no eres la real —le dijo a Jara—. No tienes esos ojos en la vida real, solamente eres producto de mis miedos. Yo… —Sintió que recobró la movilidad en sus brazos—. Yo no te quiero ver más. —Aleteó su brazo izquierdo y la imagen de Jara desapareció como si fuera humo.
En la habitación solamente quedó su madre, de pie frente a él con aquel rostro siniestro.
—Mami… perdón, no he sido un buen hijo —soltó en un hilo de voz—. Prometo que mejoraré, aunque ahora no sea un buen soñador, me convertiré en alguien de quien te puedas sentir orgullosa.
La mujer alargó su brazo, con aquellos dedos cadavéricos y acarició el rostro de Adem.
—Ah, mi pequeño bebé, pero yo ya me siento orgullosa de ti. —Su voz seguía sonando ahogada, casi como si sufriera al hablar.
Pero Adem ya no sentía pavor, sabía que simplemente eran sus miedos internos y era su deber aceptarlos.
Se levantó de la cama y salió de la habitación, donde encontró el pasillo de su casa mucho más largo de lo normal y de un tono grisáceo, con aquel ambiente pesado que le recordaba a los cementerios.
—A ver, ¿cuántas horas demora esta prueba? —preguntó, sabía que los evaluadores debían estar escuchándolo.
Avanzó hasta bajar las escaleras y se dirigió a la cocina, donde abrió la nevera y sacó un sobre de uvas pasas que le gustaba comer por las tardes. Se dirigió al comedor y se sentó en su puesto habitual, donde encontró a su padre en la esquina de la mesa con aquel mismo aspecto tétrico como todas las personas que habitaban aquel sueño.
Su padre parecía estar comiendo una sopa de verduras, pero sus movimientos eran irregulares y esparcía la comida que llevaba en la cuchara por sus mejillas, embarrándolas y dándole un aspecto mucho más retorcido al parecerse a la sangre.
—¿Sabes, Adem? Me enteré que muchas personas quedan encerradas en sus sueños en los exámenes de admisión al no soportar sus pesadillas —dijo el hombre.
Adem subió las piernas sobre la silla y después las entrelazó, como era costumbre suya. Comía de a poco las uvas pasas.
—¿En serio? ¿Y qué más te dijeron? —preguntó con tono casual.
—Que una persona promedio nunca podrá pasar un examen de admisión sin un controlador. —Lo observó fijamente y enarcó una sonrisa torcida que le llegó hasta las orejas, mostrándole los dientes de un rojo carmesí, chorreándole sangre que goteaba sobre la mesa—. Estás perdido, hijo, jamás podrás ser admitido.
Adem dejó de comer y observó fijamente el rostro de su padre. Tuvo que recordarse que aquellos nada más eran sus miedos para que esas palabras no le afectaran.
—Oh, cómo me encantaría tomarte una foto y guardarla en la nube para poder burlarme de ti después de este examen. —Soltó una carcajada—. Te ves horrible con ese aspecto. ¿Cuándo creé una imagen tan fea de ti en mi inconsciente? ¿Será que aquí deforman la realidad? Yo jamás crearía sueños tan extraños. —Hizo una mirada rápida por el comedor—. Hay muchas incongruencias en este espacio, no se parecen a mis dimensiones. —Se levantó de la silla y recorrió el lugar.
Notó que había una puerta oscura de metal que no existía en su casa y decidió abrirla para ver qué sorpresa se llevaría.
Encontró una sala de operación gigantesca donde había personas uniformadas de blanco que operaban unos computadores: eran mentores nocturnos.
—¡Pero qué mierda, ¿qué es esto?! —soltó anonadado y después un grito de emoción.
Intentó entrar a la habitación, pero no pudo avanzar, había un campo de fuerza que no se lo permitía.
Después, una fuerza lo fue arrastrando de a poco para sacarlo del sueño. Adem soltó la bolsa de uvas pasas y se aferró al marco de aquella puerta.
—¡No, déjenme, quiero ver qué es eso! —soltó frustrado—. ¡No es justo, es mi sueño! ¡Me quiero quedar!