El enigma de la Quimera [libro 1]

Caminos y variantes

Jara abrió los ojos precipitosamente y se sentó de un salto en la cama.

Corrió al baño a observarse en el espejo y notó que no había sangre en su rostro, brazos o pecho. Sin embargo, sabía que lo que había vivido era real.

Volvió al baño y observó la cama con sábanas y almohadas blancas desorganizadas.

—Sé que estuviste aquí —musitó Jara—. Te puedo sentir. Eliminaste la evidencia, pero dejaste tu energía.

Era real, ella vio la sombra de un hombre que la observaba desde la piecera de la cama.

Jara inspiró profundo y cerró los ojos.

Llevó su mente hasta el instante de la noche anterior en que abrió los ojos y observó la sombra del hombre. Entonces, llevó una mano a su nuca, sacando del conector donde se instalaba el controlador de sueños una tenue luz cálida.

Jara atrapó la luz entre sus manos y de repente, apareció en el recuerdo. Podía verse sentada en la cama con el rostro, pecho y brazos cubiertos de sangre. Pudo ver que frente a ella estaba la sombra del hombre, observándola fijamente, pero era tan borroso que no lograba distinguir de quién se trataba

Avanzó, cambiando el ángulo de su recuerdo estático. Cada vez que cambiaba el ángulo del recuerdo dejaba una versión de sí misma dentro del mismo recuerdo, como si se trataran de clones estáticos.

Desde el nuevo ángulo pudo estar al lado de la sombra y logró sentir más de cerca la energía del hombre, pero todo le pareció tan confuso que fue imposible reconocer quién era. Así que cambió de ángulo, dejando a su paso una nueva versión de sí misma estática, observando la sombra.

En el nuevo ángulo ahora estaba observándolo fijamente, a unos centímetros de distancia. Pasó una mano por la sombra y logró traspasarla: era un energía oscura quien llegó a visitarla en la noche, pero no tenía rosto, apenas era una sombra, por lo cual era difícil saber su identidad.

Jara salió del recuerdo y lo volvió a guardar en el conector implantado en su nuca. Se sentó en un bordillo de la cama, cerca de la piecera y reflexionó sobre la situación.

Estaba tan confundida como perpleja. Lo mejor era no decir nada hasta que lograra comprobar qué tan probable era que la sombra de un alma pudiera viajar por planos materiales. Nadie le creería, a menos que tuviera pruebas que no fueran sus propios recuerdos, era imposible que alguien aceptara el que ella tuvo dicha vivencia.

Se le haría tarde para ir a la academia, así que se apresuró a arreglarse.

Le pareció tan curioso que no sintiera dolor, que tuviera energía como todos los días y que las cosas marcharan como si nunca hubiera vivido una noche terrorífica donde sintió que moría. Cuando entró al comedor a desayunar con sus amigos Madeline y Grecor, no dejaba de pensar en la sombra y también en la Dimensión Futura. Nada encajaba, era como si su mente estuviera jugando con su realidad, sin poder distinguir entre la verdad y la imaginación.

—Es extraño que no se lograra encontrar cuál de los supervisores fue el responsable de sabotear el proceso de admisión de este año —comentó Grecor en la hora del almuerzo.

Se encontraban en el comedor de los decanos, donde todos los días se acomodaban para tomar sus comidas y conversar sobre sus trabajos.

Era un espacio bastante tranquilo, con un concepto abierto estilo victoriano de enormes ventanales que ofrecía una exquisita vista hacia las montañas que rodeaban la academia. De fondo se escuchaba una melodía de piano y el bullicio que creaban los decanos era adecuado para que todos pudieran conversar en tranquilidad.

Jara se encontraba cabizbaja, pensativa y bastante silenciosa, si bien era cierto que le gustaba permanecer en silencio, la mayoría del tiempo mostraba buen semblante.

—Fue un atentado contra la academia, de eso estoy segura —apuntilló Madeline—, afortunadamente no fue nada grave, pero pudo serlo si no se hubiera tomado medidas rápidas.

—Pero ¿cómo pudieron intentar sabotear los exámenes de admisión cuando la seguridad es estricta? —inquirió Grecor—. Y lo más sorprendente, sin dejar rastro. El supuesto supervisor que asistió a ese estudiante no existía, no estaba en los registros y mucho menos logró verse en las cámaras de seguridad.

—Pero el estudiante aseguró que no se le dio la información correcta —comentó Madeline—. ¿Cierto Jara? No mentía y se disculpó.

—Definitivamente fue un atentado contra la academia, querían sabotear el examen de admisión para crear un caos —insistió Grecor—. Su plan no pudo llevarse a cabo porque lo descubrimos a tiempo. ¿En qué consistiría su verdadero plan? ¿Crear caos para poder asesinar a uno de los decanos o la intención era impedir que se realizara el examen?

—Oh, no, eso es terrible, mejor deja ese tema —Madeline volteó a ver a su alrededor—. Nada de eso es seguro. Calla esa boca, Grecor. Por alguna razón la academia ha decidido mantener el altercado en silencio.

—Pero, no podemos hacernos de la vista gorda, fue nada más un intento esta vez, ¿qué sucederá la próxima vez que intenten atacar al CCI?

—Jara, ¿no vas a decir nada al respecto? —preguntó Madeline con tono de reproche.

Grecor rodó la mirada hacia Jara.

—¿Qué tienes? —preguntó.




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