El grupo de soñadores llegó a la dimensión artificial, al apenas estar en construcción se podían apreciar estructuras flotando al aire, como una escalera que llevaba a la nada y montañas con enormes árboles que flotaban lentamente de un lugar a otro. La vista se perdía en la nada, en una oscuridad infinita que intentaba atraparlo todo. Había farolas de luz mortecina que estaban suspendidas en el aire, así como también pantallas suspensoras que en algún momento tenían la función de iluminar la dimensión.
Inmediatamente llegaron, los atrapasueños en sus manos se activaron y fueron atrapados por las Rondas Protectoras de sus tatuajes.
Jara sintió una fuerte energía provenir de un edificio en construcción, con escombros flotando a su alrededor.
—Este lugar es peligroso —advirtió Madeline y llevó una mano a su pecho—. Esto es una emboscada, debemos marcharnos de aquí inmediatamente.
Pero Jara hizo caso omiso y empezó a dirigirse hacia el edificio. Se encontró con una enorme abertura de un metro en el piso, un paso en falso y caería en el vacío infinito. Rápidamente tomó impulso y dio un gran salto hasta el otro lado.
—¡Jara, no, espera, es peligroso! —gritó Hans.
Sin embargo, Jara ya había comenzado a avanzar rumbo al edificio y al estar frente a él, pudo sentir una espesa energía. Sacó de su cuello el controlador de sueños, desactivando el escudo protector. Una fuerte luz azul proveniente del controlador comenzó a barrer todo el edificio, registrando la energía que lo rodeaba.
Hans y Madeline corrieron hasta ella, saltando por la enorme grieta.
—Esta energía, yo la recuerdo —susurró Jara cuando terminó de analizar la energía—. Es un demonio, se trata de un demonio.
Jara volteó a ver a sus compañeros y el espanto se reflejaba en su rostro.
—Jara… —balbuceó Madeline.
Entonces, escucharon un lamento que provenía de la lejanía.
—Oh no, ya llegaron —soltó Hans.
—¡JARA, CUIDADO! —gritó Madeline.
Para Jara sucedió como si estuviera dentro de un DéJá Vu. Volteó a ver a su derecha y vislumbró la silueta cadavérica de Oscuro que traía su manto desgarrado, abriendo sus fauces y mostrando la luz roja en su interior.
De repente, no era un Oscuro, eran cientos de ellos. Volaban en círculos por encima de la cabeza de Jara, preparándose para atacarla.
La joven cayó de espaldas por el miedo y dejó caer el controlador a un lado. Quiso reaccionar para tomarlo y poder colocárselo en su nuca. Pero era demasiado tarde.
La muerte ya iba en camino a darle su frío y siniestro abrazo.
Entonces, como si se tratase de un milagro, del pecho de Jara apareció un cordón dorado que se esparció como polvo fino y la atrapó en una esfera. Su luz era tan poderosa que llamaba a los Oscuros que fueron en bandada hacia ella, chocándose con la esfera y siendo destruidos instantáneamente, convirtiéndose en polvo.
Hans tomó a Madeline entre sus brazos y la protegió mientras observaba el acontecimiento frente a él.
Los lamentos de los Oscuros se escuchaban como si estuvieran dentro del Tártaro, con miles de almas en pena rogando por ser salvados. Hans se sentía dentro del infierno.
Madeline gritaba y temblaba del horror, cubriéndose las orejas con sus manos.
Minutos después todo se convirtió en un silencio sepulcral.
Hans estaba paralizado del miedo. Ahí estaba la esfera dorada cubriendo a Jara, pero ella no se movía. No había sobrevivido al ataque. Ningún humano podría sobrevivir al ataque de cientos de Oscuros.
—Jara… —balbuceó—. Jara…
Madeline al escuchar la voz de Hans reaccionó.
—Oh, no, Jara… —balbuceó entre el llanto—. No puede ser…
Los dos se reincorporaron y salieron corriendo en dirección a donde se encontraba la joven atrapada en la esfera dorada, la cual poco a poco se iba desvaneciendo, volviéndose translúcida.
Jara se sentó en el piso, buscando con ansiedad su controlador de sueños.
—¡POR TODAS LAS CONSTELACIONES, SIGUES CON VIDA! —gritó Madeline entre el pánico y el alivio.
Jara logró encontrar el controlador y con desesperación intentó colocárselo en la nuca, pero sus manos temblorosas por la ansiedad no se lo permitían.
Hans entendió que su amiga intentaba registrar alguna información importante, así que logró calmarse con ejercicios de respiración, tomó el controlador de la joven y le ayudó a ponérselo en la nuca.
—¡CREÍ QUE ESTABAS MUERTA! —chilló Madeline, cayendo de rodillas frente a Jara. Sus ojos se perdían con la belleza de la esfera dorada, parecía ser millones de partículas de energía comprimida la que rodeaba a su amiga. Intentó tocar las partículas con una mano, pero era imposible, eran intangibles.
La luz desapareció por completo y a Madeline le dio la impresión de que el pecho de Jara estaba brillando, hasta que la luz fue desapareciendo, como lo hizo la esfera.
La jovencita sintió el pinchazo en su cuello cuando el controlador se conectó a su nuca.