El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 27

Se escucharon los sollozos de una chica cerca de Adem y él volteó a verla.

—Shu… el monstruo vendrá a ti si le demuestras miedo —advirtió Adem a la joven—. Debes calmarte.

La chica cubrió su boca con sus manos e inspiró hondo.

Adem observaba maravillado la escena, le parecía interesante que todo lo que Jara explicaba era la representación misma del miedo en el ser humano, en este caso, en el triste joven pelirrojo que estaba al borde de un colapso nervioso.

Mientras, el monstruo seguía confrontando al chico que acababa de orinarse los pantalones.

—Eres un cobarde —dijo el ente—. Eres un niñito cobarde.

El Oscuro se alejó lentamente y después se esfumó como si fuera humo, dejando a Jara sola en el centro del círculo creado por estudiantes.

—Ve a cambiarte de ropa —pidió Jara al joven pelirrojo.

El estudiante estaba llorando al no soportar la vergüenza y miedo. Titubeó antes de levantarse de su puesto y todos le vieron el pantalón húmedo. Sus manos jugaban entre sí, estresadas y ansiosas.

—Ya, vete del salón —ordenó Jara con autoridad.

El joven bajó la mirada hasta sus pies y después salió corriendo del salón con las mejillas húmedas de lágrimas.

Cuando estuvieron solos, una luz recorrió el pupitre donde el estudiante había estado sentado, desinfectándolo por completo. El silencio invadía la clase y también podía palparse la tensión.

Adem observaba a Jara con ojos desorbitados de la impresión, pero desplegó una sonrisa llena de satisfacción al poder apreciar una situación tan interesante.

Jara lo observó por un momento, curiosa al ver que era el único que mostraba una reacción inusual ante lo acontecido. Volvió la mirada por todos sus estudiantes.

—Finalmente, cuando no se enfrenta un miedo, conseguimos crear un trauma —dijo Jara con voz calmada—. Un trauma que atormentará en las noches por medio de sueños oscuros.

Adem iba a salir del salón de clase, después de dos largas horas que seguramente jamás podría olvidar por tener emociones tan intensas. Quería descansar con sus amigos y hablar con ellos al respecto de la cuestionable forma de dar clases de Jara (seguramente todos tendrían mucho que decir). Sin embargo, Jara lo llamó.

Para él, el estar frente a Jara y que le viera el rostro enfermo de acné le generaba mucha más angustia que enfrentar a un monstruo.

—Adem, ven un momento, por favor —pidió.

Los labios de Adem temblaron al maldecir en su interior por tener que volver a quedarse a solas con ella. Era la última persona que quería ver ese día.

Vio que sus amigos lo veían con preocupación desde lejos.

—Eh… te esperamos en la cafetería central —informó Luie.

—Bien… —aceptó Adem y después se acercó a Jara.

La mujer esperó con paciencia a que todos los estudiantes dejaran el salón y después, una vez a solas con Adem, se recostó al escritorio donde estaban unos documentos.

—¿Te ha asustado la clase? —preguntó Jara mientras lo veía fijamente, midiendo y analizando cada gesto que el joven hacía.

—Un poco —reconoció Adem.

Jara ladeó una sonrisa de esas que no provocaban nada de placer en quien la veía.

—Todos los de primer año me tienen miedo por esta clase —dijo ella—. Desde primer año todos los estudiantes del CCI me temen, soy el miedo profundo de muchos.

Adem no sabía si debía tomar eso como un halago, todo dependía si eso era lo que ella quería generar en los estudiantes.

—¿Le gusta que las personas le teman? —preguntó. Sus mejillas estaban rojas, al igual que sus labios, había tenido muchas emociones ese día y apenas era de mañana.

—El miedo es la emoción más pura que puede tener el ser humano —explicó Jara—. Es una emoción que no se puede esconder, tampoco fingir no sentirla. El miedo es la emoción más poderosa que tienen los animales. El miedo es el poder hecho emoción, Adem, si sabes controlarlo, lograrás tener el poder en tus manos.

Adem no logró comprender las palabras de Jara en ese momento, estaba anonadado de ver la clase de persona que era Jara. Le parecía una persona oscura, misteriosa y que su personalidad era altamente compleja: era totalmente diferente a quien conoció en los sueños. Emanaba mucha sabiduría, una que no lograba comprender porque tenía los pensamientos bloqueados en ese momento por la presión de sentirse vulnerable.

Sin embargo, en años futuros lograría entender a profundidad las sabias palabras que Jara le había dicho y le daría la razón.

Esa mañana, Adem estaba al borde del llanto, se sentía con la dignidad pisoteada. Sabía que Jara le reparaba el rostro y eso lo hacía sudar, así que seguramente no se debía ver nada bien, con la cara grasosa y roja.

—Esta tarde conocerás a tu mentor —informó Jara al ver que Adem había quedado mudo—. Dirígete a mi oficina después de tu última clase, allí el capitán Yakov estará esperando.

—Sí, señorita Jara —aceptó Adem.

La joven se tomó su tiempo para analizarlo.




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