Marcow quitó la sábana blanca del cuerpo y lo observó, no logró reconocer cuál de sus estudiantes era, estaba completamente calcinado, con la boca abierta y con las manos al aire, cerca de su rostro, con ojos desorbitados por el terror que tuvo antes de morir.
Inspiró hondo el olor a carne quemada y lo retuvo, intentando encontrar rastros de la energía, pero lo único que encontró fue una sensación pesada que le recordaba a los cementerios.
—¿Del grupo quién quedó con vida? —preguntó a Joshua, el cual estaba a su lado.
—Diana, señor, pero es porque no asistió al entrenamiento —informó.
—¿Qué estaba haciendo en ese momento?
—Fue enviada a la misión del planeta Centaurus —respondió.
—Aunque no sepa quién hizo esto —soltó el anciano con severidad—, está claro que es obra de la Oposición. Estos malditos… —gruñó—, han encontrado la forma de acceder a la energía oscura y la usan en mi contra… —Volteó a ver al joven—. Comunícate con Diana y ordénale que sabotee la misión. —Se detuvo y sonrió torvamente—. ¿Cuántos de los míos murieron?
—Seis, señor.
—Dile que quiero diez muertos que pertenezcan a la Élite Internacional.
Joshua estuvo a punto de replicar, pero decidió morderse la lengua. Recordó que Jara le dijo que había que dejar que Marcow se expusiera solo. Curiosamente después que ella le informó esto, seis de sus nuevos estudiantes reclutados para aprender a manejar el poder Sombras, murieron.
El joven le hizo una reverencia y después salió de la morgue llena de cadáveres carbonizados.
En la ciudad capital de Centaurus había una estatua de un cyborg de más de mil metros de altura con un brazo alzado, sosteniendo una gran roca. A su alrededor volaban las naves, muchas de ellas llenas de almas turistas.
Madeline estaba en una nave que permitía ver todo el exterior, pues sus paredes se volvían transparentes, así que todos los soñadores parecían estar sentados en el aire, volando.
Les hicieron usar sus uniformes oficiales para reconocerlos con facilidad, además de las capas.
La joven al observar la gran estatua se sintió intimidada. Por alguna razón desde que fue su alma transportada al planeta presentía que algo muy malo iba a pasar. Su tatuaje de Amantis no dejaba de parpadear en su mano y debía esconderla con la tela azul cobalto de su capa.
Veía a Grecor conversar alegremente con su compañera Diana, los dos señalaban edificios a la lejanía. Grecor nunca había viajado al planeta y al pertenecer al área de inteligencia, era uno de sus mundos favoritos. Una vez él le dijo que Centaurus era como el Disneyland para las personas de Antes del Gran Despertar. Ella nunca pudo entenderlo, sobre todo porque no sabía qué era Disneyland y mucho menos porque no le encontraba sentido a ver tantos robots, ya que ella muchas veces estuvo en Centaurus.
—¿Notas sus energías? —escuchó que le susurraron a su oído derecho, esto le produjo un escalofrío. Era Hans, se había sentado a su lado, cuando fácilmente pudo haberse situado en otro lugar—. Es evidente que se gustan. ¿Notas cómo ella lo observa por momentos?
Madeline tragó saliva y decidió permanecer en silencio.
—Ah, vaya, ya lo habías notado —dijo él mientras la observaba con detenimiento—. El problema de los Amantis es que no nos pueden mentir. —Bajó la mirada a la mano que ella intentaba esconder—. Me pasa lo mismo, por momentos el escudo intenta activarse. Las Grandes Amantis crearán un escudo de seguridad, así que debemos estar alerta. —Ella volteó a mirarlo y sus ojos se comunicaron—. Tu tatuaje es mucho más acertado que el mío, cada vez que lo he visto activarse, pasa algo muy malo, tienes tu intuición mucho más desarrollada que todos en esta nave —agregó—. ¿Qué sientes?
La joven sintió otro escalofrío y tragó saliva.
—Que va a morir mucha gente —susurró—. No deberíamos estar aquí.
Hans arrugó el entrecejo.
—¿Por qué crees eso?
—Diana, la vi alejarse antes de transportarnos y al regresar su energía había cambiado —susurró—, su energía era pesada, me recordó a la dimensión artificial donde atacaron a Jara.
—Pero su energía se parece a la de tu… —Hans se detuvo en seco. Entonces comprendió la razón para que Madeline los observara. Volvió a observar a la pareja que estaba a varios metros de ellos de pie, observando el paisaje.
Madeline bajó la mirada a sus pies, podía ver la altura en la que iba la nave y la gran velocidad.
—Tenemos que aterrizar —dijo y tomó a Hans con fuerza de un brazo—. Tenemos que aterrizar, ahora.
Hans llevó su mirada hasta la mano de la joven, el atrapasueños estaba parpadeando con rapidez. Rápidamente se levantó de su puesto y corrió hacia los asientos traseros, seguido por la soñadora. Se acercaron al grupo de Grandes Amantis, las cuales tenían sus rostros cubiertos por un velo negro.
—Hay que aterrizar, ahora —informó Hans.
—Estamos a mitad del viaje, no podemos detenernos —protestó una de las mujeres.
En ese instante, Madeline vio a lo lejos un cyborg correr a gran velocidad en dirección a la nave. Sus ojos se abrieron en gran manera y alzó su mano izquierda cuando vio que el gigante de acero alzaba un brazo para estrellarlo contra la nave.