El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 33

Issis había llegado a la habitación de Adem una vez cayó la noche y todos los de primer año ya se encontraban en sus habitaciones, cansados por el extenuante día que tuvieron con las clases. Eran muchas cosas nuevas para procesar en un solo día.

Issis llegó con una bolsa de regalo y una enorme sonrisa.

—Le dije a mi mamá que me enviara varias cremas y mascarillas —le dijo mientras avanzaba por la habitación y tomaba lugar sobre la cama, sacando de la bolsa de regalo varios potecitos blancos de cristal y algunos sobres de papel reciclado—. Te traje estos, te servirán mucho para quitarte en cuestión de días el brote de acné.

Adem se había acabado de duchar y llevaba la pijama puesta, con una toalla en el cuello para secar su cabello.

Se acomodó al lado de su amiga en la cama, sonriente por ver que ella se preocupó por él.

—Issis, no era necesario que hicieras esto —comentó, aunque estaba muy conmovido por el gesto.

—Para nada. —Negó con la cabeza—. Sé que has estado todo el día decaído porque no tienes buen aspecto en tus primeros días de clases en la academia. Eres demasiado sensible con los comentarios. —Tomó uno de los sobres—. Toma esta mascarilla, te la pones en el rostro por dos horas y después la retiras. Verás que mañana tu rostro amanecerá mejor y el acné poco a poco se irá secando. No vuelvas a maquillarte, porque taparás los poros y eso empeorará el brote, se te inflamará más y enrojecerá tu piel. Lo mejor es dejar que se vaya secando, debes soportar por unos cuantos días y humectar mucho la piel, ¿entendido?

Adem aceptó con un movimiento de cabeza y desplegó una sonrisa.

—Tampoco es que te veas mal, es normal que a nuestra edad nos pasen este tipo de cosas. Además, con todo lo que te tocó comer en la celebración de tu admisión, es normal que tu piel respondiera —comentó Issis mientras sacaba una mascarilla hecha de papel de arroz que estaba bañada en especias y aromatizaba toda la habitación con un olor dulce. Caminó de rodillas hasta estar frente a su amigo y le puso la mascarilla en el rostro, dando pequeños golpecitos con las yemas de sus dedos, suavemente, para que la piel se impregnara con la especia.

—Es que… sabes que rara vez me ha salido acné —dijo Adem, trataba de no mover mucho la boca al hablar.

—Eso es porque eres de los pocos privilegiados que tiene una piel limpia —explicó ella con una leve risita—. Por eso eras un Don Juan en la escuela. Ya verás que aquí también tendrás todo un grupo de fans. ¿Viste que en la clase de Reconocimiento de Sueños Oscuros una chica rubia no dejaba de mirarte? ¿Cómo era que se llamaba? Lisa, creo que la señorita Jara la llamó Lisa. Con todo y acné le sigues pareciendo guapo a las chicas. ¿Cómo haces para ser tan perfecto?

Adem apretó los labios para no reírse y estropear la mascarilla que tenía en su rostro.

—Eso no es cierto… —comentó mientras bajaba la mirada, sintiéndose apenado.

—A veces eres… demasiado… —Issis se sentó al lado de Adem, recostando su espalda a la pared blanca y lisa de la habitación—. Eres demasiado inseguro con tus virtudes… —Suspiró—. Debes entender que el saber cuál es tu lugar en el mundo está bien. Eres un joven muy guapo físicamente, muy inteligente, amoroso y con grandes cualidades que hacen que las personas se sientan cómodas estando contigo. ¿Qué hay de malo en que reconozcas que ese eres tú? Es todo un logro que seas el número uno de los estudiantes de primer año. No te sientas mal por ser un poco superior al promedio de la sociedad.

Adem hizo silencio. Creía que en momentos como aquel lo mejor era hacer silencio. El problema con las personas que lo rodeaban era que, si confesaba que él no creía que nada de eso fuera cierto, ellos lo verían como un problema, no eran capaces de entenderlo.

Issis dejó salir un suspiro al ver que la conversación sería insostenible, Adem casi nunca expresaba lo que sentía y mucho menos opinaba cuando se trataba de temas tan sensibles sobre sus miedos. Era tan evidente que su mejor amigo tenía un problema de autoestima que no había tratado.

—¿Y cómo te fue con la señorita Jara? —preguntó Issis.

—Ella sabe mucho, me impresiona —comentó él mientras cerraba los ojos y sentía el frescor en su rostro por las especias.

El nuevo estilo de vida de Adem se creó desde el primer día de clases al quedarse por horas en la oficina de Jara para ayudarle a revisar material informativo para las clases. Ella le explicaba sobre las teorías del funcionamiento de las diferentes dimensiones oscuras que existían, algo que a Adem le generaba gran curiosidad, así que, más que clases, parecía una conversación donde el joven le hacía preguntas y tomaba nota de lo que más le parecía importante y ella respondía como un gurú. Además, Jara citaba a muchos autores y libros, así que Adem los anotó para en sus tiempos libres leerlos y saber más del tema.

Pero lo que más le impresionó es que Jara estaba llevando a cabo una misión secreta y debía pasar largas horas investigando sobre el tema de la energía oscura y sobre cómo ingresar por largo tiempo a una dimensión prohibida en la que fácilmente se podría perder la vida. Este tema lo extasiaba, el poder ser asistente de Jara y verla en acción en una misión era un sueño hecho realidad.

—Adem, ¿qué especialización quieres tomar? —preguntó Issis mientras se acostaba en la cama. Adem la siguió en el acto—. ¿No te da miedo equivocarte? Con eso de que si no nos especializamos antes de la graduación nos expulsan, me da tanto miedo.




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