Jara sentía la necesidad de hablar con alguien sobre su descubrimiento, temía que pudiera sucederle algo a futuro como en su DéJá Vu y que nadie pudiera enterarse sobre cuál era el poder que Marcow estaba intentando obtener.
Sombras, un poder natural que únicamente las Grandes Amantis lograban dominar. Obtenerlo era lograr controlar todas las dimensiones a su conveniencia. Por esta misma razón eran pocas las personas en el planeta que podían hacerlo. A lo largo de la historia de la humanidad únicamente cinco personas llegaron a manejarlo a la perfección y siempre había sido en la dinastía Darmy, donde nacieron las primeras Amantis, entre ellas, la primera Soñadora Oficial Jensen Riau Darmy. Ni siquiera Bryan Domán llegó a dominar las Sombras, se necesitaba muchísima fuerza y energía vital para hacerlo.
Las Sombras eran demonios que podían materializarse y asesinar personas al arrancarles sus energías, dejándolas disecadas y siempre con la expresión de haber tenido en sus últimos momentos de vida el peor de los miedos. Agregado a ello, las Sombras podían ver en tiempo real lo que pasaba en cualquier parte del planeta, así como en dimensiones de la Quimera, todo al mismo tiempo, volviendo a la persona omnipresente si así lo deseaba.
Un poder como éste no podía caer en manos equivocadas, era demasiado peligroso. Aunque llegar al mismo era extremadamente complicado, muchos podrían morir intentando hacerlo, pues había que evolucionar naturalmente la energía vital de las personas y conllevaba enfrentar grandes miedos con los cuales se formarían a los demonios, pues se alimentaban del dolor y la energía negativa.
Jara no recordaba haber sido entrenada para ser una Sombra, aunque para ese momento cuestionaba todos sus recuerdos, comenzaba a creer que la gran mayoría estaban alterados. Gran parte de su niñez la recordaba como una tortura, con un fuerte dolor en su cuerpo, tal vez esto se debía a los entrenamientos con las Amantis.
Las Amantis. Tenía un vago recuerdo de haber estado en la academia principal, en el Distrito Noreste, pero era más una sensación que un recuerdo como tal, por ende, cuestionaba su veracidad. Aunque… el tatuaje del atrapasueños en su mano izquierda era el escudo que se creaba en la graduación.
Sí, ella era una Amantis, lo sabía, estaba segura, pero… ¿por qué no recordaba nada de ello?
Jara decidió ir a la academia de soñadores para investigar en la biblioteca de libros clasificados y que eran custodiados con la más alta seguridad. Allí estaba la información que necesitaba. El Experimento Jara y su relación con las Amantis, sabía que en el interior de la biblioteca estaban las respuestas a sus preguntas.
Al llegar a la entrada de la biblioteca de libros clasificados encontró a dos Vigilantes Oscuros custodiando las enormes puertas francesas de madera. Eran dos hombres corpulentos, usaban su típico uniforme negro, con capa y sombrero; sus rostros eran blancos y pálidos, prácticamente inexpresivos.
Los hombres hicieron una leve inclinación con la cabeza.
—Buenas tardes, señorita Jara —saludaron—. ¿En qué podemos ayudarle?
—Déjenme pasar —ordenó ella.
—Disculpe, señorita Jara, pero necesita un permiso especial para entrar a la biblioteca —informó uno de ellos, el de la derecha.
Jara alzó su mano izquierda, mostrando el escudo del atrapasueños violeta.
—Me parece que el pertenecer a las Amantis es un permiso especial —dijo.
Los hombres se miraron las caras, después acentuaron levemente con las cabezas y se apartaron de la entrada. Las gigantes y pesadas puertas de maderas se abrieron, mostrando el interior de la biblioteca, fría y enorme, con las paredes empotradas de libros antiguos.
Jara ingresó con paso seguro, sus tacones hacían eco por el inmenso espacio. Sabía que la información que necesitaba se encontraba en el quinto nivel de la biblioteca.
Subió por una escalera en forma de caracol antigua. Había poca luz en el lugar, debía ajustarse el abrigo y los guantes porque el frío le atusaba los huesos. Se debía mantener esta temperatura porque los libros estaban elaborados con material traído de la Quimera y no podían estar en altas temperaturas porque se dañaban.
Jara caminó por un largo y ancho pasillo con columnas dóricas y llegó hasta el fondo, donde el umbral arqueado de una pared hecha en piedra tenía una puerta rústica de madera cerrada. Allí se guardaba el registro de todos los experimentos realizados por el CCI. Jara sabía que en el interior se encontraban las respuestas a sus muchas preguntas.
Sacó de su abrigo oscuro una llave antigua, de las que se usaban Antes del Gran Despertar. Giró la manecilla de la puerta y entró, sintiendo el olor a libros viejos golpearle la nariz. Era una habitación mediana, con estanterías metálicas repletas de libros viejos, con los lomos informando el código de cada experimento.
Jara buscó entre los pasillos que creaban las estanterías, seguida por una luz suspensora que dejaba brotar una luz cálida, la cual reconoció el movimiento en la habitación y se había activado.
“0002 EXPERIMENTO JARA” leyó en el lomo de un libro gordo, forrado con cuero de animal real. Jara tocó levemente el libro y este salió flotando de la estantería. La joven buscó lugar para sentarse en una esquina, donde encontró una mesa metálica y una sillita plegable del mismo material. Se sentó y el libro aterrizó sobre la mesa, abriéndose en la primera página.