El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 37

Era una tranquilidad que Jara sabía que en cualquier momento podía perturbarse. Cuando veía a Marcow se preguntaba cuál era el momento correcto para hacer su primera movida. Debía ser perfecta, que no generara sospecha alguna. Por lo mismo esperó a que Diana tomara confianza y creyera que todo había sido un susto de su parte.

Esa tarde debía ir hasta la oficina de Marcow a buscar unos informes sobre los avances de los estudiantes de primer año, pues los necesitaría para actividades de inmersión de sueños lúcidos en su asignatura de Reconocimiento de Sueños Oscuros.

Encontró al anciano con una pila de carpetas en su mesa de escritorio, al parecer no había estado concentrado en sus obligaciones como decano.

—Pasa, querida, pasa —pidió el viejo y alzó la mirada, mostrándole una sonrisa amable—. Vaya, pero si es la hermosa Jara.

A la soñadora le sorprendía la capacidad de Marcow para mostrarse como un anciano inofensivo. Además, cada vez que lo observaba, le parecía más viejo, completamente desproporcional para la verdadera edad que tenía, pues tenía entendido que debía tener más de trescientos años, debería verse muchísimo más joven; ni siquiera la Suma Eminencia Zimmer que tenía más edad que él se veía tan viejo.

—Buenas tardes, vengo por el informe —dijo la soñadora con tono serio y rostro inmutable.

No iba a permitir tener una conversación con él, pues cada vez que lo permitía, Marcow intentaba seducirla con sus ideales y moralismo.

—Jara, tu energía está cambiando y creciendo —le dijo él, estiró la carpeta y ella la tomó, pero el anciano no la soltaba—. ¿Sabes por qué sucede esto?

—No —respondió la joven, sin ánimos de tener aquella conversación.

Marcow soltó la carpeta y con paciencia se levantó del sillón, bordeando la mesa de madera al caminar. Se posó frente a la soñadora y reparó su rostro a minuciosidad; se sentía orgulloso de poder sentir la energía de Jara emanar, pues era tanto el poder contenido en ella que evidenciaba que su creación había sido perfecta. Algo sucedía en el interior de la soñadora que estaba a punto de explotar y manifestarse; la idea de poder presenciarlo lo seducía.

La había creado con tanta perfección que con el paso de los años entendió que el alma de Jara no era humana, pues esta raza estaba tan por debajo del nivel superior en que ella se encontraba que claramente debía pertenecer a una raza que ningún soñador había conocido.

—Has estado usando una gran cantidad de energía oscura últimamente —dijo casi a susurro—, tu cuerpo ha tenido que crear nuevas reservas, por eso está a punto de rebosar. —Le acomodó un mechón de cabello detrás de su hombro—. Tienes que depositar estas reservas de energía en otro recipiente. —Alzó su mirada para verle fijamente—. Busca una persona que tenga afinidad con tu alma y entrégale tus reservas de energía oscura.

La soñadora intentaba calmar su impresión. A Marcow nada más le bastó con estar unos segundos con ella para distinguir su tipo de energía. Entonces recordó que, en el pasado, cuando apenas era una niña, el decano le dio clases sobre Análisis de Sueños Oscuros; fue él quien le enseñó todo lo que ella sabía sobre la energía oscura y el análisis de dimensiones prohibidas y agujeros de gusano. En esa época ella lo admiraba, pues su conocimiento parecía nunca agotarse y le daba un trato especial.

Desbloquear aquel recuerdo le generó asco.

Analizó la mirada de Marcow, aún la seguía viendo con fascinación, como si contemplara en ella algo que le gustaba mucho. Y eso le desagradaba en gran manera, pues le demostraba la gran habilidad que tenía para fingir.

—Lo que me está recomendando son prácticas prohibidas, señor —informó Jara.

—Querida Jara, ¿qué es lo prohibido para ti? —preguntó con suspicacia—. ¿El mejorar tu salud, ¿acaso no es algo bueno?

La soñadora apretó con fuerza la carpeta en sus manos. Ahí estaban otra vez los cuestionamientos sobre la moral.

—Si la academia se entera que estoy haciendo prácticas prohibidas, me suspenderán —advirtió— y al hacerme un seguimiento, darán con usted y lo penalizarán por sugerirme tal cosa.

Marcow sonrió al parecerle astuta su respuesta.

—Créeme, querida, la academia pasará por alto muchas cosas si vienen de parte de su experimento favorito —contestó y dio media vuelta, volviendo a bordear la mesa para sentarse en su puesto.

La soñadora quería responder, pero la respuesta del anciano quedó rondando en su cabeza. ¿De verdad le serviría el depositar su energía en otra persona? Una parte de ella le quería preguntar el cómo hacerlo, pero decidió morderse la lengua y buscar la información por su cuenta. Si pasaba más tiempo con Marcow, él seguiría envolviéndola con su palabrerío.

Se limitó a despedirse y salir de la oficina.

Para Marcow era una pena el tener que asesinar a Jara, pues ella era su primera creación, donde logró perfeccionar la encarnación de almas y tomar el poder Sombras. Jara era un ser mítico, creado con todo lo que él deseaba ver en un humano. Fue la inspiración para crear su organización. No, de hecho: ella era la primera integrante de su organización Sombras.

Jara, un alma que podía llegar a hacer grandes acontecimientos al mundo si se le entrenaba bien y se explotaba todo el poder que habitaba en su interior, iba a morir por tener una única imperfección.




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