El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 43

La soñadora intentó mostrar una sonrisa, pero le salió bastante mal.

—¿Qué pudo crear que mi salud decayera tan repentinamente? —se limitó a preguntar.

El doctor Omar bajó la mirada a su pantalla.

—En los últimos días se registró un colapso de su energía vital —informó—, esto dejó en gran vulnerabilidad su cuerpo carnal. También se registra que posterior a ello tuvo un envenenamiento de uno de sus controladores, esto fue lo que causó que los niveles de los químicos en sangre aumentaran con rapidez, lo que derivó en la convulsión que tuvo la noche pasada.

Lo único en que Jara podía pensar era que Marcow había movido muy bien sus fichas. Le dio aquel consejo y después estuvo escondido en la oscuridad, esperando a que ella bajara la guardia para dar su ataque final. Estaba segura de que la noche anterior fue atacada cuando entró a la Dimensión Futura y tuvo que haber sido alguno del séquito de seguidores del anciano.

Dejó salir un largo suspiro.

Escuchó al doctor hablar sobre lugares para personas en su “condición” y le recomendó una clínica, la cual era justamente donde trabajaba el doctor Roben. Entonces se creó en ella el escenario donde debería contarle a Roben que su actuar ingenuo de depositar toda su energía en otra persona le había cobrado amargamente su larga vida.

Decidió que postergaría todo lo posible el dar la noticia hasta que fuera inevitable, como su ahora real enfermedad terminal.

Tuvo que tomar obligatoriamente un descanso de una semana, en la cual logró disimularla con ayuda del doctor como algo leve y de ámbito personal.

Aquellos días tirada en la cama, con vómitos de sangre cada dos o tres horas la hacían reflexionar sobre su corta vida. La enfermera asignada debía recogerle el cabello mientras ella dejaba sus pocas fuerzas en el retrete y después caía vencida en el piso.

A los tres días y gracias a los fuertes medicamentos los vómitos cesaron y los hematomas en su cuerpo estaban disminuyendo.

Y llegó la primera visita.

Fue la enfermera quien le avisó que había llegado el doctor a revisarla. Por un momento Jara creyó que se trataría de su médico de cabecera, aunque le pareció extraño, pues él ya la había remitido.

Y cuando el hombre entró a la habitación, Jara sintió la tristeza abarcar su pecho. Era el doctor Roben.

El señor se acercó a la cama en silencio y se sentó en un borde, la observaba con profesionalismo, enfocándose en el conector de su cuello.

—¿Cómo se ha sentido? —le preguntó.

—Mucho mejor —respondió Jara con tranquilidad—. Digamos que ya estaba acostumbrada a esto. Dígame, ¿cómo está Adem?

—Sorprendentemente no ha mostrado anomalías y su salud está bien —contestó el señor—. Hay que seguir investigando cómo funciona su conexión vital.

La mirada de Roben se llenó de tristeza. La soñadora sintió como si estuviese observando el rostro de su padre y eso le incomodaba. Quiso en ese momento no tener los recuerdos frescos que la acercaban al doctor, pues le estaba doliendo mucho el saber que ella era en ese instante un problema para él.

—Se va a recuperar, ya lo ha hecho antes —consoló el hombre.

—Pero antes era nada más una cortina de humo —replicó Jara—, usted mismo lo dijo, era una enfermedad inofensiva que distraía a Marcow. Esta vez es real, me estoy muriendo. —Tragó saliva y sintió el nudo de fuego que se creó en su garganta—. Lo siento, mi inexperiencia e ingenuidad me hicieron cometer un error en el plan que elaboró por años.

—Jara, no… —soltó el hombre y dejó salir un suspiro tembloroso.

Los ojos de Jara se llenaron de lágrimas.

—Es que… por mi culpa Adem también va a morir —sollozó—, usted… por años quiso protegernos y yo… y yo… caí en la trampa más tonta… Perdón…

Roben abrazó a Jara, consolándola en su pecho.

—No cometiste un error —decía—. Y no van a morir, yo no lo voy a permitir. —Hizo que lo mirara fijamente—. No te rindas, no permitas que la historia se repita, no en esta vida.

El doctor desde que Adem nació entendió que su hijo era diferente, al trabajar con energías vitales, se le hizo fácil reconocer cuál era el alma que habitaba en el cuerpo del bebé. Y cuando Jara empezó a visitarlos, aferrándose a Adem, fue creando sus propias conclusiones de quién podría tratarse, sobre todo cuando descubrió que los niños estaban atados vitalmente.

Y al saber cómo ellos habían muerto en su vida pasada, decidió hacer todo lo que estaba en sus manos para no permitir que la historia se repitiera.

Tomó a Jara de sus mejillas.

—Marcow te asesinó en tu vida pasada —dijo Roben—, en esta quiere hacer lo mismo. No permitas que te persiga y rompe la cadena que los ata. Demuéstrale que eres más fuerte que él. Yo creo en ti, sé que eres más fuerte de lo que crees.

—Nada más está intentando consolarme —soltó ella y dejó salir las lágrimas.

—No, estoy hablándote como profesional —aseguró Roben—, conozco tu alma, su capacidad. Un humano habría muerto hace años, pero tú no eres una humana, tampoco un alma cualquiera. Debes creer más en ti. Eres la encarnación de la primera soñadora, la precursora de este nuevo mundo.




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