El enigma de la Quimera [libro 1]

Antítesis

Joshua estaba hecho bolita en una esquina de la ducha, el agua fría caía con fuerza en su cabeza, generando que sus labios se volvieran morados, también los dedos de sus manos y pies. La mandíbula le temblaba y sus ojos estaban inyectados de sangre.

En su mente los pensamientos iban de un lado a otro, chocándose, gritando, peleando.

Su mentor acababa de traicionarlo, por más que le suplicó, por más que rogó, fue despiadado e indolente.

Una vez más lo traicionó, otra vez lo aplastó con su enorme mano.

Cuando era niño, Marcow casi lo mata en un experimento. Le mintió diciendo que fue Jara quien hizo estallar la sala de examen, pero sabía que estaba mintiendo, porque él mismo vio que fue el hombre quien hizo el procedimiento mal y todo terminó en desastre.

Casi mata a Adem, a Jara y él incluido. A Marcow no le importaba la vida de las demás personas. Lo acababa de entender cuando lo vio excitarse con su propio sufrimiento.

Se sentía tan vulnerable en ese momento… Y Lily, la inocente Lily… le acababa de hacer daño…

Como Joshua no quería estar en el ritual, Marcow lo torturó, le golpeó hasta dejarle moretones en todo el cuerpo e hizo que su controlador le envenenara la sangre. Ahí, cuando logró doblegarlo y aceptar el acatar sus órdenes, le inyectó drogas.

—Debes hacerlo bien —le dijo el viejo mientras lo tomaba con fuerza por la nuca y lo obligaba a mirarlo fijamente.

El recuerdo era borroso, afortunadamente. Tal vez fue su mente quien bloqueó los recuerdos de esos momentos para protegerlo del sufrimiento o lo más probable es que haya sido un efecto secundario de la droga que Marcow le inyectó.

Nunca había estado con una mujer y su primera experiencia fue vista por cientos de personas que se masturbaron con su sufrimiento. Incluyendo a Marcow.

Joshua empezó a vomitar, arrodillándose en la ducha.

El recuerdo de Jara siendo una niña llegó a él, ella lo consolaba cuando Marcow le hacía daño.

—Estás bien, yo estoy contigo, te voy a cuidar —le susurraba.

Y Joshua le creía, porque ella era fuerte, Marcow le tenía miedo, así que a su lado estaría bien.

Pero Jara fue la primera en traicionarlo, lo dejó solo, al lado de aquel monstruo. ¿Por qué no le bloqueó los recuerdos como lo hizo con Adem? Así Marcow no lo habría secuestrado, habría sido inservible para el experimento y jamás hubieran logrado crear a la organización Sombras.

Odiaba a Jara. La odiaba tanto… pero no al punto de quitarle la vida. Ni siquiera para eso era bueno.

Él era un débil, no fue capaz de proteger a Lily Ong y le hizo daño. En ese momento debía estar odiándolo. Merecía morir.

¿Sería tan valiente como para suicidarse? Sabía manipular a la perfección los controladores, si lo hacía estallar en su cuello moriría instantáneamente.

Sí, lo mejor era morir y escapar de aquel infierno. Ya nada tenía sentido.

Adem tocó a la puerta dos veces.

—Lily, soy yo, ¿me permites entrar?

Estaba en el apartamento de la mujer, Luie permanecía en la sala, Adem intentó que se tomara una aromática que le calmara los nervios, pero fue imposible, el joven lo que hacía era vomitar cada cinco minutos. Presentía que nunca más comería carne.

Ya había mandado a llamar a Yakov y a Emma, necesitaba ayuda, pues notaba que los jóvenes no iban a lograr sobreponerse del trauma.

Lily abrió la puerta y después retrocedió con rapidez, subiendo a la cama y haciéndose bolita entre las sábanas.

Adem se acercó lentamente hasta la cama y se sentó en una esquina de la piecera.

—Sé perfectamente cómo te sientes —le dijo.

Ella lo miró con rencor y dolor.

—No digas que sabes cómo me siento… —Se detuvo al instante, impactada por lo que acababa de revelarle el joven, abrió sus ojos en gran manera y el rubor hinchó sus mejillas.

Adem mordió su labio inferior con fuerza, era la primera vez que iba a hablar del tema con una persona, ni siquiera lo hizo cuando lo llevaron a terapia psicológica.

—No te preocupes, no te diré las mismas palabras que suelen comentar como que todo estará bien —soltó con tono tranquilo—. Porque nada está bien, ni siquiera serás la misma mujer, ella murió esta noche, lo hizo en esa iglesia, en ese instante cuando te tocaron. Y eso de que vas a superarlo… me parece que nunca se logra superar del todo, sí, podrás dejarlo atrás, ni siquiera hablar de ello por años, pero siempre estará contigo, como el recuerdo de cuando murió una parte de ti.

Lily sabía que Adem recibió abuso, Jara sospechaba que lo habían violado sexualmente cuando estaba muy joven, pero eran especulaciones por el examen de admisión donde arrojó indicios. Sin embargo, ella lo creía imposible, pues… ¿quién podría hacerle daño? Además, nunca lo mencionó, ni siquiera volvió a mostrarse señales en las pruebas.

—¿Qué fue lo que te sucedió? —preguntó Lily con timidez.

—Cuando estaba en noveno año, en la escuela había una joven que era mayor que yo —comentó Adem—. Yo sabía de ella, compartíamos algunas clases, pero nunca hablamos, estaba tan sumergido en mi mundo que nunca reparé en que ella gustaba de mí, mucho menos que siempre me estaba observando de lejos. Siempre estaba con mis amigos Issis y Leo, éramos inseparables, ellos comenzaron a decirme que Emely gustaba de mí. No le presté mucha atención, muchas compañeras gustaban de mí. Una noche fui a una fiesta en el plano terrenal, era en la mansión de un compañero que cumplía años. Fue la primera vez que Emely conversó conmigo, me ofreció una bebida y yo la acepté. —Adem se detuvo y tragó saliva, bajó la mirada a sus manos entrelazadas que reposaban sobre sus piernas—. Perdí el control, no me reconocía, no supe cómo pasó, pero… terminé en una habitación con ella. Estaba confundido, al día siguiente, me cuestionaba la razón para haberlo hecho, porque… muy en el fondo me incomodaba el hecho de haber tenido sexo, me pareció muy pronto, pero… ante todo yo acepté, ¿no? No forcejee con ella, nunca le dije que no quería y todo indicaba que yo quería… —Observó a su amiga—. Sin embargo, estaba el malestar de que algo no estuvo bien esa noche, el dolor, la sensación de vulnerabilidad. —Adem se detuvo cuando sintió la garganta arderle, inspiró hondo y después dejó salir el aire por la boca—. No se lo conté a nadie, pensé… “bueno, no somos amigos, así que no se repetirá”.




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