—Bueno, pues ya la conozco mejor y me he dado cuenta de que es una buena persona —explicó Adem, manteniendo su paciencia—. Me ha enseñado muchas cosas y ayudó a Lily y a mí cuando hubo el malentendido de los puestos que queríamos ocupar. Si fuera mala persona no nos habría ayudado, además, Lily me ha dicho cosas muy buenas de ella. —Volteó a ver a Luie—. Deberías darle una oportunidad, no es tan mala como dicen en los pasillos y con ella aprenderás muchísimo, es como un gurú de soñadores y explica muy bien, nunca ha perdido la paciencia conmigo cuando le hago preguntas.
—A mí nunca me ha dado miedo, de hecho, sus clases me gustan —comentó Alejandro.
—¡Puff! A ti nada te asusta —soltó Issis—, por eso quieres especializarte en tortura mental, te cae de maravilla.
—Es que me gusta mucho —aceptó Alejandro con una gran sonrisa—. De hecho, conocí a la decana Jara cuando estaba pequeño, ella una vez fue a mi escuela para brindar una charla sobre el honor de ser soñador y me mostró una sonrisa mientras me acariciaba el cabello. —Soltó un suspiro y sus amigos lo observaron con impresión—. Me encantó, desde ahí supe que podría ser igual que ella.
—¿A qué escuela fuiste para que un soñador de rango alto los fuese a visitar? —preguntó Luie.
—A la Élite del Norte —respondió Alejandro.
—¡Eso es una academia privada para soñadores! —exclamó Adem.
—Sí, lo sé —aceptó Alejandro.
—Ala… qué cool —soltó Issis—, así que tus padres sabían que te convertirías en soñador desde niño. Yo fui a un kínder para soñadores, pero mis papás me sacaron porque dijeron que no tendría una vida común y me inscribieron a una primaria pública, fue lo peor que pudieron hacer.
—Así que chiste, en poco tiempo entrarás al Escuadrón de Tortura Mental —soltó Luie desesperanzado.
—Total… eres un Adem dos —masculló Issis.
—Pero no se desanimen, ustedes lo están haciendo bien —animó Adem, pero sentía que le estaba echando más leña al fuego.
—Me habría gustado ser como la soñadora Jara que sus padres desde un inicio la introdujeron en su carrera —soltó Issis con pesar.
—Sus padres son soñadores importantes y también proviene de una larga dinastía de docentes y cuidadores pediátricos, para eso tu familia debería ser igual de importantísima, algo así como nacer en la dinastía Darmy —explicó Adem—. Además, para ella no fue tan lindo, no tuvo una infancia normal como nosotros.
—¿Qué se sentirá provenir de una familia tan prestigiosa? —inquirió Issis.
—Quién sabe… —esbozó Luie, perdiéndose entre su reflexión.
La mesa cayó en un silencio nada incómodo, cada uno estaba perdido entre sus pensamientos, imaginándose a ellos como niños nacidos en una prestigiosa familia como la decana protagonista de su conversación.
—¿Cómo deben comportarse las personas de familias tan importantes como la de Jara Adelina Darmy? —preguntó Issis—. ¿Comerán lo mismo que uno?, ¿irán al baño igual que nosotros?
—No es como si no fueran humanos como nosotros —cuestionó Alejandro—. Mi familia no es tan… importante como la de la decana Jara, pero nos relacionamos mucho con familias como la de ella y viven una vida tranquila como la de cualquier persona, únicamente que son muy selectos con quienes se relacionan.
—Ala… ¿así que tu familia es igual de importante? —chistó Issis mientras se reía en la cara de Alejandro—. Eh, hijo de mercantes, el que tu tío haya sido soñador no quiere decir que ya seas igual de importante.
—Te dije que no somos igual de importantes, nada más que nos relacionamos con ellos…
—Ya, ya, no comiencen a discutir —intervino Adem.
Volvió a caer el silencio en la mesa.
—Me gustaría poder ser igual de importante como la decana Jara… —esbozó Luie.
—Si te esfuerzas y eres asertivo con tus decisiones, podrás serlo —aconsejó Adem con una sonrisa amable.
—La soñadora Jara —informó Issis con voz temblorosa.
—¿Qué? —Adem volteó a sus espaldas y dio un salto en su puesto al ver allí a Jara, tan imponente como siempre y con su rostro neutral.
—Buenas noches, se-señorita Jara —saludó Issis en un hilo de voz.
Los demás jóvenes saludaron, pero sus voces se escuchaban torpes y casi inaudibles.
—Buenas noches —saludó Jara con voz sumamente seria y entrelazó sus manos—. Ya es muy tarde, saben que tienen prohibido desvelarse, por favor, vayan a sus habitaciones a descansar.
—S-sí… —soltó Issis, levantándose casi de un salto, empezó a tomar los libros de la mesa.
—Si los libros pertenecen a la biblioteca, déjenlos en la mesa, los bibliotecarios los organizarán mañana —ordenó Jara.
Los jovencitos no podían creer que estuvieran por fuera del salón de clases viendo a la decana Jara, se veía imponente con su uniforme y la capa oficial azul oscura, seguramente había salido de alguna reunión oficial.
Fue la primera vez que Luie pudo observar detalladamente a la soñadora, le parecía que aquellos tacones altos la hacían lucir mucho más elegante de lo que ya era. Comenzó a entender por qué tantas personas la admiraban: era una belleza exótica en persona, además de emanar muchísima sabiduría.