El enigma de la Quimera [libro 1]

Máscaras

Las puntas de sus narices se rozaron lentamente. Podían escuchar sus respiraciones calmadas.

Adem ya no lloraba, disfrutaba de la presencia de su prometida. Sí, eran una pareja, se iban a casar; no había fecha estipulada, pero lo harían y eso era lo importante.

Jara le confesó que no quería que se apartara de su lado y eso le bastaba para sentirse satisfecho y pensar que todo el esfuerzo de esos dos años y medio valió la pena. De ahora en adelante se conformarían como familia, vivirían juntos.

—Dejemos todo en el pasado y comencemos de cero —pidió Adem—. ¿Podríamos hacerlo?

—No podemos hacer eso, Adem —explicó Jara—. Si ignoramos nuestro pasado, no podremos aprender de este. Ignorar los problemas del presente hace que el futuro se llene de problemas que perjudican el futuro.

—Entonces, ¿qué cree que es lo más recomendable para nosotros?

Jara meditó un instante.

—Me gustaría… que vayamos con tiempo, nos conozcamos más como las personas que somos por fuera de la academia —dijo y se acomodó boca arriba—. Tú me conocías a fondo en el pasado, pero ahora soy muy diferente a esa mujer. Y por lo que veo tú también lo eres. Somos dos desconocidos que han aceptado casarse, ¿cómo podemos estar en el penúltimo nivel de realización personal si aún no hemos completado los anteriores? Eso nos arrastrará a varios problemas si no nos preparamos.

Adem se sentó en la cama con la espalda recostada a la cabecera de madera rústica.

—En ese caso, podemos comenzar siendo novios y yendo a citas —comentó el joven—. Pero citas por fuera de la academia.

Jara sonrió al recordar que anteriormente su punto de encuentro era la sala de relajación.

—Nunca he ido a una cita como tal —confesó Jara.

—¿Por qué?

—No lo sé… creo que nunca se me ha dado la oportunidad.

—¿Y con su exnovio? —inquirió Adem con curiosidad.

—Con Menedik… bueno… Él nunca me dijo que tuviéramos citas… —Jara se recostó a la cama, para estar al lado de Adem, como si estuvieran sentados hablando de la vida—. Era más de ir a bares e invitarme cuando ya estaba allí, pero nunca eran citas románticas. Nunca se trató de mí… —A medida que hablaba, se daba cuenta de esas alertas que decidió ignorar en la relación—. Él nunca me preguntó qué era lo que yo quería.

—¿Y qué es lo que usted quiere?

Jara rodó el rostro para verlo en la luz gris de la habitación.

—En el tema sentimental, quiero un novio con quien pueda ser yo misma —confesó y su hubiera más luz, Adem habría podido notar sus mejillas ruborizadas—. Quiero alguien con quien pueda conversar de cualquier cosa, también hacer actividades que nos saquen de la rutina. Pero me gustaría poder ir a entrenar con él a los gimnasios del CCI; hay muchas parejas que lo hacen y me gustaría saber qué se siente.

—En ese caso, usted debe tener un novio que sea Soñador Oficial —opinó Adem—. Pero que tenga ascensiones.

—Sí, bueno… —Jara subió los hombros para restarle importancia—. Me gustaría eso. También… que nos pongamos de acuerdo en cosas, como qué hacer el fin de semana, cuando se acabe nuestro horario laboral, también en qué fecha tomaremos nuestros descansos para irnos de viaje.

Jara recordaba la antigua conversación con Adem en el balcón de su apartamento, cuando se imaginaron siendo novios y yendo a citas. Su aspiración en todos esos años era hacerlo realidad, una añoranza que tenía del pasado.

—Usted desea a alguien para pasar años y crear monotonías —expresó Adem con una leve sonrisa, porque entendía que Jara hacía alusión a lo que años atrás conversaron—. Lo que quiere me hace recordar mucho a mis padres. Ellos tienen un calendario pegado a una pared donde escriben sus eventos más importantes porque mi padre tiende a olvidarlos, y como todos debemos pasar por ese pasillo, estoy seguro de que mi padre lo lee hasta que se lo aprende de memoria.

—¿Y qué tal se llevan tus padres?

—Bueno, no son la pareja perfecta, pero se esfuerzan por hacer las cosas bien —explicó Adem—. Nunca los he visto discutir, nunca se hablan si se sienten enojados. Tienen una señal de tocarse el entrecejo con un dedo para indicar que no pueden hablar en ese momento porque tienen rabia. Después, cuando ya los dos están calmados, se sientan en el patio con galletas y chocolate a conversar y explicar los malentendidos o esas cosas que no le gustó que hizo la otra persona. No sé si es que mis padres son personas con mucha paciencia, pero tienen un gran equilibrio, creo que nacieron para estar juntos. Cuando conversan, parecen los mejores amigos y ríen con sus propios chistes; hasta tienen manías iguales y han desarrollado una intuición para saber cuándo al otro le pasa algo o está en problemas.

—¿Cuánto tiempo llevan siendo pareja?

—Creo que ya cumplieron los cien años.

—Oh, es un buen tiempo —comentó Jara y quedó pensativa—. ¿Crees que nosotros podremos llegar a cumplir al menos cincuenta años siendo pareja?

—Sí, creo que sí —respondió Adem—. Excluyendo la Dimensión Futura, hay muchas cosas que nos une y nos hace muy compatibles.

—¿Como cuáles?




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