El enigma de la Quimera [libro 1]

Verismo

Jara tuvo que contener su enojo, recordándose una y otra vez que lo mejor era no enfrentarse a ellos, pues su conducta podría jugar en su contra a la hora del juicio con el Escuadrón de Tortura Mental.

El director no ocultaba su rostro de desagrado y Jara le mostró una sonrisa de satisfacción.

—Si no tienen nada que decirme, pueden irse, yo sí estoy muy ocupada —dijo la joven.

Notó que Menedik se estaba levantando del piso, tambaleante y con pocas fuerzas; un profesor corrió a ayudarlo y se alejaron mientras murmuraban maldiciones hacia Jara.

Los siguieron los demás profesores que también murmuraban, pero intentaban que Jara no los escucharan, justo como ella esperaba que actuaran: cobardes, nunca mostrando su verdadero rostro.

El último en marcharse fue el director Bosson, le dio una mirada oscura a Jara, la cual le generó escozor a la mujer, haciéndose la pregunta de cuál era la verdadera personalidad del hombre.

No sabía si era peligroso como informaba Lilibeth y los demás estudiantes o si realmente era un cobarde que quería hacerse pasar por temible porque lo respaldaba la logia de Marcow. Pero debía andar con cuidado, ese hombre de ahora en adelante la iba a condenar como la causante de todos sus males. Hasta las personas más indefensas, cuando se proponen hacer daño, pueden causarlo. No debía subestimarlo.

Volvió a entrar a la oficina, esta vez cerrándola con seguro, para no cometer el fatídico error de antes. Lilibeth la observaba con impresión y fascinación.

—Los enfrentó, señorita Jara —dijo la chica con una gran sonrisa—. Usted los enfrentó de verdad. Es tan… poderosa.

—Tuve miedo, Lilibeth, no soy invencible, estoy hecha de carne —confesó Jara.

—Y eso es lo más increíble, aunque es de carne y tuvo miedo, los enfrentó. No cualquiera se comporta como usted.

Jara dejó salir un suspiro de alivio ahora que podía estar en tranquilidad, pero su cuerpo seguía alerta, recordando el acontecimiento. En ese momento deseaba estar en su casa, no en la cabaña, sino en su verdadero hogar. Le llegó un recuerdo melancólico de la casa de sus padres: poder pasearse cerca al río mientras conversaba con su madre.

Estaba tan lejos de su hogar…

Se sentó en un sillón de la oficina porque su cuerpo estaba cansado de tanta conmoción en un sólo día. Hacía mucho que no se enfrentaba tan rudamente con alguien y se le había olvidado que esto generaba una gran descarga de adrenalina.

—¿Quiere un poco de agua, señorita Jara? —preguntó Lilibeth.

—Sí, por favor —aceptó.

Sintió un dolor punzante en la espalda, cerca de su cintura, como si le hubieran dado un fuerte golpe en la columna. Recordó que el doctor antes de partir a su retiro le había pedido que no dejara de tomar los medicamentos, pero justo se le habían acabado hacía una semana.

Aquel dolor le recordó que aparte de posiblemente tener una muerte en un accidente de auto, estaba muriendo de a poco, que las células de su cuerpo se estaban envenenando lentamente.

Adem estaba frente al CID, le pareció demasiado pequeño para ser una academia de soñadores.

Frente a él estaba una puerta grande sin guardia de seguridad que le preguntara a dónde se dirigía. Se adentró por un pasillo principal y notó las miradas de las personas a su alrededor. Instantáneamente supo que sucedía algo, se podía sentir el miedo en el ambiente.

Muy al fondo pudo ver que en un grupo se acercaba Menedik, conversaba con las personas que lo acompañaban y discutían algo no muy agradable. El hombre llevaba una mano en su cuello y gruñía, enfadado.

Adem se acercó con un paso algo apresurado hasta el grupo para poder hablar con Menedik. Supuso que podría decirle dónde se encontraba Jara y algo le decía que el mensaje de la joven tenía algo que ver con él, por eso deseaba examinarlo.

—Menedik, ¿sabes dónde puedo encontrar a Jara? —preguntó Adem con rapidez.

Acaparó todas las miradas del grupo, algunos se veían sorprendidos, entre ellos, el mismo Menedik, quien retrocedió dos pasos con miedo, como si la presencia de Adem le quemara la piel.

—Eh… está en su oficina —respondió Menedik casi en un hilo de voz.

—¿Y dónde se encuentra su oficina? —preguntó Adem.

—Eh… bueno… está… al fondo, cruzando a la derecha —contestó Menedik.

Adem notó que Menedik estaba ocultando con la mano en su cuello un moretón. Estaba seguro de que Jara se lo había provocado. Seguramente discutieron muy fuerte y la joven lo agredió, por eso lo estaban custodiando sus compañeros.

Menedik intentó ocultar mucho más su cuello con la mano y siguió avanzando con el grupo por el pasillo.

Adem sintió la energía hostil del grupo. Muchos contenían enojo e impotencia, así que lo asoció con Jara y el mensaje que le envió.

Cuando llegó a la oficina tocó dos veces a la puerta y a los segundos abrió una jovencita que llevaba moños en la cabeza y lo observaba de forma amenazante.

—¿Y tú quién eres? —escupió la chica.

Adem frunció el ceño, confundido.




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