Cayó la noche en la cabaña, había cesado la lluvia hacia eso de las siete de la noche y reinaba un silencio consolador. Jara estaba en la habitación, tratando de conciliar el sueño porque sabía que el día siguiente sería agitado, recibiría muchas visitas por parte del consejo de Soñadores Oficiales.
Por otro lado, Adem se encontraba en el balcón, meditando sobre su vida y cuánto cambiaría con la situación que lo arrastraba de a poco. Veía a lo lejos el movimiento de las siluetas oscuras de las Amantis, hacían guardia a diez metros de distancia, sigilosas y casi invisibles, pero increíblemente peligrosas con cualquier desconocido que les pareciera sospechoso.
Adem intentaba mostrarse lo más tranquilo posible, pero por dentro tenía miedo de que esa noche alguno de los profesores del CID intentara hacerle daño a Jara, como sucedía en el DéJá Vu que tanto perseguía al joven.
A la vez, necesitaba tiempo para él solo y así organizar sus ideas. Necesitaba prepararse para todo lo que se avecinaba para su vida.
Después, cuando notó que llegaron las luciérnagas a pasearse por la pradera nocturna, decidió volver a la habitación y acompañar a Jara. Estaba pasando por un difícil momento en su vida, cargaba con mucha responsabilidad y necesitaba consuelo, un hombro donde pudiera apoyarse.
La encontró dando vueltas en la cama, removiéndose por la incomodidad de no poder dormir. Adem se acostó a su lado y la rodeó con sus brazos. No dijeron palabra alguna, aunque no era necesaria, su mera presencia bastaba para poder sentirse a gusto.
Jara se dejó de remover al instante que sintió los brazos de Adem rodear su cintura y atraerla hacia él. Estaban acurrucados entre las sábanas y la calidad del cuerpo del hombre le transmitió tranquilidad y aquella seguridad que en ese momento necesitaba.
El cuerpo de Jara reconocía la protección que Adem podía brindarle, se calmaba cuando lo tenía a su lado; era como si entrara a una zona neutral donde no podrían hacerle daño.
Sus ojos se volvieron pesados y poco a poco su cuerpo se relajó, disfrutando de la presencia tranquilizadora de su prometido.
Pudieron dormir dos horas, afortunadamente esa noche pasó sin ningún contratiempo. Tal vez y los profesores, así como el director, sabían que era una locura intentar atacar a una perteneciente de la Élite que estaba siendo custodiada por las Amantis y un integrante del Escuadrón de Tortura Mental y lo mejor era correr por sus vidas.
Adem y Jara se despertaron a primera hora, cuando notaron los primeros rayos de sol entrar por la ventana.
La joven se fue a dar un baño, mientras que Adem permanecía sentado en la cama, pensando, casi organizando sus ideas y asimilando el día que iban a tener.
—Adem, deberías alistarte antes de que lleguen —pidió Jara mientras secaba su cuerpo con una toalla blanca.
Pero Adem pareció no escucharla, estaba concentrado observando el cuerpo de Jara. Se levantó con rapidez de la cama, casi asustado.
—¿Qué sucede? —indagó ella.
—¿Qué te sucedió en la espalda? —preguntó con preocupación—. ¡¿Te duele?!
—Adem… —Jara se apartó de él y cubrió su cuerpo con la toalla.
—Déjame ver… —pidió—. ¡¿Quién te hizo daño?!
—Nadie, Adem.
—¿Fue él? ¿Él te atacó ayer?
—No…, tranquilo, nadie me ha hecho daño.
—¡Pero tienes un enorme morado en tu espalda, un golpe horrible, Jara! —Adem intentaba acercarse a su prometida, pero ella hacía espacio entre los dos, incómoda.
Entonces, Adem notó que en el lado derecho de la mandíbula de Jara había otro moretón. Y fue así como entendió lo que le sucedía.
Envenenamiento por sueños lúcidos, la enfermedad hacía presencia en el cuerpo de Jara, consumiéndolo por completo. Los medicamentos ya no estaban haciendo efecto. Era el fin, la última fase y después, la muerte.
—Oh, Jara —soltó con estupor y la tomó de las mejillas—. ¿Desde cuándo te está sucediendo?, ¿estás vomitando sangre? —Recordó los medicamentos guardados en el baño—. ¿Te has estado saltando la medicación?
Jara se alejó de Adem, sentándose en un bordillo de la piecera de la cama. Sabía que no podía mentirle, tampoco deseaba hacerlo.
—Me sucede desde hace una semana —confesó—. Pero en estos tres años que estuve de descanso no he tenido vómitos, hace un mes un doctor de la localidad me revisó y me dijo que la enfermedad había cesado momentáneamente porque no uso los controladores, pero no puedo dejar de tomar la medicación. Me venía sintiendo muy bien, de hecho, a excepción de los medicamentos, llegué a creer que me había recuperado. Y hace dos semanas reaparecieron los síntomas, eran leves, pero anoche… Creo que es por el estrés de todo esto…
Adem se sentó al lado de Jara, sintiendo la tristeza abarcar todo su cuerpo. Gracias a haber crecido con un padre que trabajaba en la fabricación de tecnologías que intentaban contrarrestar enfermedades producidas por la Quimera, sabía en qué etapa se encontraba Jara. Los grandes moretones en el cuerpo únicamente aparecían cuando la persona no tenía cura y era declarada como desahuciada. El cuerpo de Jara entraría en una profunda agonía, el más intenso dolor existente y su muerte sería lenta.