El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 62

Joshua se dirigió hasta la oficina del decano Marcow, tocó dos veces a la puerta y después entró. Se llevó una gran desilusión al ver que su mentor era acompañado por un joven moreno de enormes rizos.

—Oh… Joshua, ven, acércate —pidió Marcow—, quiero presentarte a Luie.

Joshua se forzó a sostener su amable sonrisa y se presentó a Luie con un apretón de manos.

—Luie tuvo que esperar casi diez años para ser admitido al CCI —informó Marcow—. Lo estoy asesorando para que pueda permanecer en la academia. Es todo un guerrero… me recuerda mucho a ti…

—Es muy esperanzador, mi señor, me alegro mucho de que tenga nuevos reclutas —comentó Joshua e intentaba no ver a Luie, pues se moría de la impotencia.

—No, no… Luie no es mi nuevo recluta… —replicó el anciano—. Nada más lo asesoro, él hace todo por su cuenta.

Esto le alivió a Joshua, lo menos que necesitaba era que su mentor se encaprichara con un nuevo jovencito.

—Luie, Joshua cuando lo conocí era todo un debilucho —dijo Marcow con fascinación al joven moreno—. Nadie daba nada por él, decían que era un perdedor, pero gracias a que yo creí en él… pude sacar su mejor potencial y ahora es un mentor nocturno… Me imagino… que ya… lo conoces, trabaja instalando los controladores de sueños.

—Sí, señor, lo conozco, le ha instalado los controladores a mis amigos —informó Luie—. Fue quien le instaló el controlador a Adem.

Joshua sintió su respiración congelarse y estuvo muy atento a lo que pudiera decir Luie, pero al analizarlo todo indicaba que no sabía nada.

—¿Eres amigo de Adem, el nuevo aprendiz del capitán Yakov? —preguntó Joshua, instigando al jovencito a que le revelara información.

—Oh, sí, somos muy cercanos —informó Luie.

—Es interesante que alguien como tú sea amigo del mejor estudiante de la academia —comentó Joshua.

—Eso mismo dije yo… —opinó Marcow—. Luie, no te conviene que seas amigo de… alguien como Adem… siempre te van a comparar con él. Es un joven orgulloso, petulante y engreído, no te conviene, no te conviene.

Luie en el tiempo que llevaba conociendo al decano Marcow notó que tenía un gran resentimiento hacia Adem, aunque éste intentara contenerse, siempre que podía hablaba muy mal de Adem. Debía haber una razón y tenía que descubrirla, por eso, tendría que fingir y darle al anciano lo que quería.

—Muchas gracias por su consejo, señor, lo tendré en cuenta —comentó.

Jara estaba sentada en la colina apreciando los caminos, los cuales sabía que terminaban en el mismo escenario a futuro. ¿Por qué su vida estaba marcada con un final tan triste? No lograba comprenderlo, ¿para qué vino al mundo si moriría en un escenario con tan poco sentido? Era verdaderamente desolador… Iba a morir cuando fuera a su misión dentro del Distrito Noreste.

Cuando se despertó, observó fijamente a Adem y una lágrima se escapó de su ojo izquierdo, cayendo en la mano que sujetaba del joven.

Dejó la mano de Adem sobre la cama y después se levantó del sillón para salir con paso lento de la habitación.

Mientras avanzaba por los pasillos y los estudiantes pasaban por sus lados, yendo en grupitos, sonrientes y con la vida gloriosa reflejándose en sus miradas, Jara entendió que iba a morir, y muy pronto.

En la Dimensión Futura entendió que, si no moriría por el envenenamiento que producían los controladores en su cuerpo, lo haría a manos de un asesino. Ya estaba escrito, era una probabilidad segura, todos los caminos se unieron a dicha fatalidad.

Avanzó hasta el jardín que conectaba con la entrada de la academia, lo único que le provocaba en ese momento era ir a su apartamento para llorar en soledad y asimilar su miserable futuro.

—¿Jara? —escuchó detrás de ella.

Volteó y encontró a Madeline acercándose con rostro preocupado.

—¿Estás bien? —preguntó su amiga.

Jara alzó una mano hasta su rostro y palpó el líquido caliente saliendo de su nariz. Rápidamente llevó la mano hasta su nuca para quitar el controlador.

—Sí… eh… —balbuceó Jara, reteniendo las ganas de llorar.

—No te ves para nada bien —dijo Madeline, ofreciéndole un pañuelo blanco para que se limpiara la sangre del rostro.

—Voy para mi apartamento, quiero descansar —informó Jara.

—¿Ahora? Aún no has terminado tu jornada —comentó Madeline con increíble asombro.

—Necesito descansar —sollozó Jara.

En ese momento Madeline entendió que Jara no se encontraba bien y decidió acompañarla hasta su apartamento. Cuando llegaron al edificio y por fin estuvieron en completa soledad, Jara decidió ir a darse una ducha y colocarse una pijama larga de algodón.

Madeline le preparó un poco de aromática de albahaca, era la que acostumbraba a tomar Jara cuando no se sentía bien.

Las dos amigas se sentaron en el balcón, en un mueble azul donde apreciaron la vista de la ciudad tranquila con un imponente atardecer que se colaba entre los árboles que nacían de las paredes de los edificios, dando un frescor agradable.




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