El enigma de la Quimera [libro 1]

Conocimiento

Jara no pudo ver a Adem por quince días. Cuando Yakov se lo llevó de la ejecución, fue la última vez que la joven pudo verlo en el Distrito Noreste.

Adem, al adentrarse para conversar con su mentor y así poder calmar su mente, se enfermó de gravedad. En un principio todo iba según el plan de Yakov. Su aprendiz se mostraba neutro, silencioso, pero calmado.

—Adem, fue una misión —le explicaba Yakov—, no puedes culparte por algo que pasaría, aunque tú no fueras quien estuviera al frente de ello.

El joven tenía la mirada perdida en el paisaje de los grandes árboles, el techo echo de ramas y hojas verdes. Se podía escuchar el crujir de las ramas cuando el viento las movía, donde el sonido se mezclaba con el eco.

A Adem le pareció maravilloso el apreciar la naturaleza en su máximo esplendor, era… como ser uno con ella. Quería en ese momento poder salir de su cuerpo y volar por el bosque, sintiéndose libre.

Libertad. Adem deseaba libertad en ese momento, dejar la vida que tenía y poder mezclarse con la naturaleza del planeta.

—Adem… —llamó el capitán Yakov.

El joven parpadeó dos veces y volteó a ver a su mentor.

—Entiendo lo que me dice, señor —dijo—. Sé que cumplí con una misión, estoy bien, no se preocupe.

Yakov acentuó con un ligero movimiento de la cabeza.

—Volvamos a casa, Adem —sugirió Yakov—. Por ahora, has completado satisfactoriamente todas las misiones que se te han otorgado. Necesitas descansar, has llegado a tu límite. Voy a complacerte dándote la opción de cumplir un deseo que tengas. ¿Qué es lo que quieres?

—Quiero… —Adem lo pensó detenidamente antes de hablar. Aquella oportunidad no se le presentaría dos veces—. Quiero poder ir a las clases en la academia como cualquier otro estudiante, visitar a mi familia los domingos y salir a divertirme con mis amigos.

Los ojos de Adem se llenaron de lágrimas, pero se forzó a retener el llanto. Yakov pudo notarlo y supo que su aprendiz estaba a punto de explotar, debía ayudarlo a hacerlo.

Le puso una mano en el hombro derecho y le mostró una sonrisa comprensiva.

—Es cierto, desde segundo año no has podido llevar una vida de un chico de tu edad —comentó Yakov—. Bien, entonces, ahora que volvamos a la academia quiero que tu misión sea retomar las clases, que saques buenas notas y tengas tiempo para que puedas retomar tu vida social. —Lo observó fijamente a los ojos—. Adem, ya has cumplido con éxito las misiones que se te han asignado, ahora puedes descansar. Además, Jara ahora es tu pareja, protégela y acompáñala de ahora en adelante. Disfruta todo lo que has conseguido.

Los ojos de Adem se tornaron rojos, húmedos y empezaba a agitarse su respiración.

—Yo… tengo miedo… —confesó—. Y si… ¿y si…? —No pudo continuar, el malestar que punzaba su pecho no se lo permitía.

—Adem, llora, déjalo salir —pidió Yakov con voz comprensiva—. Grita si tienes la necesidad de hacerlo.

Los hombros de Adem comenzaron a temblar y sus manos se convirtieron en puños.

Adem derramó algunas lágrimas antes de que el controlador fallara. Soltó un grito de dolor y llevó las manos a su cuello. Cayó de rodillas al suelo y se encorvó.

—¡Adem, ¿qué pasa?! —preguntó el capitán con preocupación y se abalanzó para socorrerlo.

—¡Me duele, me duele muchísimo! —gritó el joven en un hilo de voz.

—¡¿El controlador?!

—¡Sí, me duele todo el cuello y espalda!

—Tranquilo, tranquilo, voy a revisar ahora —calmó el capitán y procedió a quitarle la capa a su aprendiz con movimientos desesperados—. Vamos, quítate la camisa, ¿puedes moverte?

Adem accedió y con movimientos temblorosos se quitó la camisa del uniforme.

Toda la espalda de Adem estaba llena de moretones oscuros, así como su cuello estaba tornándose de un tono morado que bordeaba el tatuaje de la Élite Internacional.

—¡Por todas las dimensiones! —exclamó Yakov con horror—. ¡¿Adem, puedes levantarte?!

El joven jadeaba y abrazaba su pecho, casi como si se estuviera acurrucando.

—Sí… creo que puedo… levantarme —respondió con voz cansada.

Cuando el capitán pudo verle el rostro al joven, notó que los moretones morados comenzaban a subirle por la barbilla.

—Adem, aguanta un poco, vamos a salir de aquí… aguanta un poco. —Lo ayudó a reincorporarse e hizo que se sujetara de su hombro.

Jara salió de la habitación de la cabaña donde había pasado una hora descansando después de la ejecución. Le generó curiosidad y preocupación cuando escuchó un fuerte bullicio en el exterior, así que se asomó por el balcón.

Al ver que una nave estaba despegando con suma rapidez supo que sucedía algo grave.

Corrió al exterior de la cabaña para averiguar lo que sucedía, pero todos iban de un lado a otro y la ignoraban por completo.

Vio a Grecor salir de una carpa y se detuvo en seco cuando la encontró con la mirada. Definitivamente él sabía lo que estaba sucediendo. Corrió a él y lo vio abrir la boca para hablar, pero se detuvo al instante.




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