El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 64

Transcurrieron cinco meses después del incidente del entrenamiento.

Adem debía poner todo su esfuerzo para empujar la enorme llanta que le habían amarrado con una cadena a la cintura. El entrenador Milton le gritaba a lo lejos para que no bajara el ritmo.

Los estudiantes que estaban entrenando en las canchas continuas por momentos se quedaban observando el riguroso entrenamiento que le daban a los jóvenes de sexto año que ya habían acaparado la atención de todos en los gimnasios continuos que estaban al aire libre.

El entrenador únicamente entrenaba a Adem y Alejandro en las horas de la tarde en varios días de la semana y siempre con ejercicios que exigían un alto rendimiento físico. Ese año Adem debía hacer un examen de ascensión que lo dejaría como miembro oficial de élite del Escuadrón de Tortura Mental y asistente oficial del capitán Yakov. Mientras que Alejandro acababa de ser admitido en el escuadrón y debía colocarse al día con los entrenamientos para dar el nivel que tenían todos sus nuevos compañeros.

Desde hacía seis meses que se le venía preparando para la ascensión y Adem ya no asistía a clases especiales, estaba enfocado en pasar dicho examen que le exigía un alto grado de concentración mental, por lo mismo, necesitaba llevar su mente al límite para fortalecerla. Además, estaba entrenando con el escuadrón en las mañanas, así como también asistía al capitán Yakov.

Para Adem, los entrenamientos intensivos se volvieron parte de su vida. Había encontrado en ello una vía de escape para soltar todo el estrés que obtenía a lo largo del día y no soportaba. Al alzar pesas o hacer ejercicios de cardio intensivo, pensaba en el enojo e impotencia que le causaba el no poder tener el desempeño en las prácticas mentales y, cuando todo su cuerpo se empapaba de sudor y el entrenador Milton le pedía que tomara descansos, volvía a encerrar su furia para desatarla en el siguiente entrenamiento.

Para el quinto mes de entrenamiento intensivo, Adem en las noches iba al gimnasio y se ejercitaba en completa soledad. Se colocaba los auriculares inalámbricos con la música a todo volumen y comenzaba a hacer flexiones de pecho o alzaba pesas. Le gustaba en esos momentos de soledad entrenar descamisado; cualquiera que lo viera de lejos notaría el cambio en su cuerpo, donde sus músculos estaban perfectamente tallados y era evidente que había adquirido mucha masa muscular. No quedaba ningún rastro del jovencito asustado y desgarbado que había llegado a la academia.

Adem esos últimos años no había tenido tiempo para nada más que no fuera estudiar y entrenar física y mentalmente. Siempre estaba ocupado. Siempre estaba yendo a algún lugar.

Ser el aprendiz del capitán Yakov era una gran responsabilidad. Debía ser representación misma de su mentor, si Adem hacía algo mal en público, dicho error también era para su mentor, por lo mismo, tenía que andar con cuidado.

Era el más joven del grupo de Tortura Mental, al que le decían:

—Aprende de ellos, Adem, debes hacerlo igual o mucho mejor.

Desde el primer día que el joven entró a la cámara interdimensional donde practicaba el escuadrón, su vida cambió por completo. Dejó de ser un niño y lo torturaron hasta que sacaron el hombre que existía en su interior.

No tenía tiempo para pensar en nada más, su poco tiempo libre debía invertirlo en estudiar y adelantarse a las lecciones que le daría su mentor. Lo bueno es que hacía poco Alejandro entró al escuadrón y podía tener un amigo cerca, con quien conversaba en los descansos y recibía un apoyo.

Yakov también viajaba mucho. Lo requerían de forma frecuente en otras academias, también se reunía con líderes nacionales y directivos de élite de academias de soñadores. Su mentor siempre se lo llevaba, le explicaba todo, hasta lo más mínimo.

—Mira bien, Adem, ve y escucha todo, pero calla y analiza —era el consejo que siempre le daba.

Adem intentaba no desprenderse del todo de su vida personal, no perder comunicación con sus amigos, pero era casi imposible, estaba demasiado ocupado y el último año viajó mucho a la Casa Amantis, así que muy poco los vio.

A Jara en ocasiones la veía, sobre todo porque ella era la encargada en esos meses de no dejar que se sobre exigiera cuando se encontraba en el CCI. A veces pasaban tiempo conversando sobre la misión secreta de Jara, crearon una dinámica donde Adem intentaba saber de qué se trataba, pero nunca lograba dar con la respuesta. Las noches donde la mujer debía hacerle terapias de relajación eran las favoritas del muchacho, porque eran las pocas horas donde lograba relajarse y disfrutar tiempo de calidad al lado de la mujer que amaba.

Le tenía envidia a Lily, ella sí que conocía hasta lo más mínimo de Jara, era su asistente oficial después de todo. Pasaban mucho tiempo juntas, siempre estaba con ella, era su sombra. Las contemplaba de lejos conversar y fantaseaba con llegar a pasar mucho tiempo con Jara, así como lo hacían ellas.

Una noche en que Adem no logró resolver un ejercicio mental psicológico que el capitán Yakov le colocó en la práctica, corrió a hacer ejercicio, aunque Yakov le pidió que descansara.

—No lo pudiste resolver porque estás teniendo mucha fatiga mental —le informó—. Estás en tu límite, Adem. Comenzarás a obsesionarte y colapsarás. Debes aprender a respetar los límites de tu cuerpo y mente.




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