El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 65

El joven así lo hizo y desplegó una sonrisa que revelaba que disfrutaba en gran manera ese momento.

Jara no quiso imaginar lo que debía estar pensando Adem para dejar que lo delatara ese gesto involuntario de su cuerpo.

—Ahora suelta el aire lentamente por la boca, muy lentamente —ordenó Jara.

Adem así lo hizo. Sin embargo, Jara notó que el ambiente tomaba un tono un tanto diferente a lo que ella quería.

Lo vio abrir los ojos y mostrarle aquella mirada grisácea, entornándola con sus largas pestañas. Desplegó una sonrisa de satisfacción y la escrutó con aquella intensa mirada a tal punto que provocó que las mejillas de la jovencita se ruborizaran.

Adem se acomodó a medio lado y rodeó la cintura de Jara con sus brazos, escondiendo su rostro en el vientre de la joven.

—¡Adem! —exclamó Jara y apartó sus manos del cabello del muchacho.

Notó que el nuevo controlador en la nuca de Adem parpadeaba una tenue luz amarilla. Por lo menos le tranquilizaba ver que su cerebro estaba siendo estimulado y segregaba serotonina, lo cual era el punto de ese ejercicio para que al día siguiente estuviera mejor.

Adem retiró su rostro del vientre de Jara y la observó fijamente, acomodándose otra vez boca arriba sobre sus piernas.

—Disculpe, es que me emociona estar así con usted —confesó con una sonrisa emocionada—. Han pasado tantos años desde que la conozco, pero es la primera vez que me encuentro así con usted, me ha parecido muy bello…

El corazón de Jara dio un vuelco al escuchar aquellas palabras. Intentó tranquilizarse e inspiró profundamente.

—Adem, concéntrate en el ejercicio —pidió Jara.

Adem levantó su cabeza de las piernas de Jara y acercó su rostro al de ella, dejando poco espacio libre entre los dos.

—¿Por qué siempre hace eso? —preguntó, aunque parecía más que la estaba confrontando.

—¿A qué te refieres? —Jara intentó echar su cabeza hacia atrás, pero chocó con la pared.

—Crear una barrera entre usted y yo —respondió, sus ojos la escrutaban, analizando cada gesto que ella hacía, casi como si intentara leerle los pensamientos—. Desde el inicio lo ha hecho. ¿Por qué lo hace?

Jara hizo silencio y por vez primera Adem comprendió lo que se sentía cuando se hace una pregunta donde se quiere tener respuesta y la persona la evade con silencio. Comprendió lo que las personas sentían cuando él hacía eso.

—El primer día que nos conocimos en persona usted dijo que yo le tenía miedo —comentó Adem—. Dígame, ¿ahora parece que yo le tengo miedo?

—Adem, basta —pidió Jara con tono serio. Iba a levantarse, pero él la tomó de un brazo y se lo impidió.

—Ahora parece que es usted quien me tiene miedo —observó Adem.

—Eso no es cierto —rebatió Jara y sus mejillas se hincharon de rubor.

—Entonces, ¿por qué siempre parece que está huyendo de mí cuando estamos así? —cuestionó él y desplegó una sonrisa ladina—. Finge esa tranquilidad y profesionalismo, pero sé que desea tenerme cerca.

—Adem, el objetivo de esta terapia es que logres tranquilizarte y descanses —comentó Jara, ahora con voz tranquila, aunque sonaba algo cansada.

Adem chasqueó la lengua y mostró un rostro de desagrado.

—Qué excusa tan barata está usando —musitó Adem.

Jara soltó un jadeo de impresión al quedar pasmada ante el comentario del joven. ¿Quién se estaba creyendo? ¿Desde cuándo era tan rebelde?

—Si lo que quiere es cambiar mi estado de ánimo, abráceme —retó Adem, acercando su rostro un poco a ella—. También puede besarme, así podría sentirme mucho mejor —soltó con coquetería.

Un nudo se creó en el estómago de Jara y tuvo que poner todas sus fuerzas para no perder la compostura ante la situación.

Adem acercó su rostro hasta estar a pocos centímetros de la joven y rozó sus labios con los de ella. Cuando notó que Jara no lo rechazaría, la besó. Pero la mujer se espantó al segundo.

Él se sintió decepcionado, pero al ver aquel rostro acalorado y los ojos inundados de lágrimas, entendió que estaba observando una inseguridad de la mujer. El recuerdo de su primer año en la academia llegó como una ola; aquella vez, cuando estaban en el auto y él se mostraba distante con la mujer, Jara se mostró herida y vulnerable, sin saber cómo sobrellevar la situación.

Jara no tenía nada de experiencia en el ámbito amoroso y mucho menos sabía cómo actuar al respecto. Era curioso, porque ella como soñadora era intachable, casi perfecta, dotada de sabiduría e hizo que él la admirara en gran manera.

—Usted me dijo una vez que debía acostumbrarme a su presencia —dijo Adem para intentar calmarla—, me dijo que… íbamos a ser pareja de ahora en adelante. —La tomó de una mano, enterneciéndose al sentirla fría y casi temblorosa—. En ese tiempo no entendí a qué se refería, pero ya comprendo que se refería a esto, nos ata una energía especial. —Dibujó una sonrisa cariñosa en su rostro—. Me encanta saber que… será mi esposa.

La atrajo hacia su pecho y la abrazó. Ahora era su turno de enseñarle cosas a Jara y que pudiera vencer sus inseguridades.




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