El gimnasio al aire libre era beneficioso para los estudiantes, podían salir de la rutina de las clases y entrenar su cuerpo mientras se encontraban en contacto con la naturaleza.
Adem esa mañana estaba practicando lucha con el Escuadrón de Tortura Mental, no era habitual que lo hicieran, ya que cada uno tenía asignado un entrenador para que evaluara diariamente su rendimiento físico. Sin embargo, cinco de ellos (los más allegados a Adem, incluyendo a Alejandro), decidieron hacer su rutina de ejercicio juntos para poder salir de la monotonía.
Se encontraban en la barra, trabajando brazos y contaban en voz alta cada repetición. Querían ver quién soportaba más y el ganador podría pedirles a sus compañeros lo que quisiera.
Usaban sudaderas negras y no llevaban camisas, fue una idea de Frederic, uno de los más jóvenes del grupo, antes de ingresar Adem, lo consideraban el más niño. Alejandro lo siguió con entusiasmo, como había conseguido en esos años un cuerpo bien tallado, su autoestima y seguridad en sí mismo había crecido muchísimo y su pasatiempo era presumirse ante las mujeres.
Había estudiantes observándolos entrenar, ¿y cómo no? Si era todo un acontecimiento que integrantes del escuadrón estuvieran dando un espectáculo lleno de muchos músculos.
Uno de ellos cayó al suelo, vencido por el cansancio. Se quedó sentado en la grama, apoyando sus manos detrás de su espalda y jadeaba, mientras una capa de sudor lo cubría por completo.
Los estudiantes que apreciaban al grupo hacer ejercicio intentaban disimular hablando entre sí, pero en realidad sus ojos estaban puestos en ellos. Sobre todo, las mujeres, las cuales estaban fascinadas al ver a los jóvenes descamisados a la luz del sol entrenando y mostrando sus enormes músculos.
Entre ellas se encontraban Lisa e Issis, las cuales estaban a unos metros de distancia, sentadas en unas bancas de piedra. Intentaban estudiar para un examen, pero era imposible si tenían en frente a un grupo de chicos guapos dando un espectáculo.
—Mira a Adem, ¿cómo pudo volverse más guapo de lo que ya es? —preguntó Lisa.
Aquel comentario sorprendió a Issis, creía que a Lisa le molestaba Adem. En primer año tuvo un altercado con el joven al inventar rumores sobre que los padres del muchacho eran soñadores y le habían ayudado a ser admitido en el CCI y hasta ellas estuvieron a punto de pelear por lo mismo. Sin embargo, con el paso de los años se fueron haciendo amigas y el evento quedó como algo chistoso de lo cual se reían. Pero con Adem fue totalmente diferente, ya que Lisa y Adem jamás volvieron a cruzar palabra e Issis estaba segurísima de que a Lisa nunca le llegó a agradar su mejor amigo.
—Adem siempre ha sido guapo —comentó Issis—. En la escuela, era el más popular de todos entre las chicas. Se volvían locas por él.
—Pero aquí nunca se había mostrado así… —comentó Lisa con cierto tono animado—. Mira esos músculos, esa piel, ese rostro… ¡Dios mío!, ¡qué guapo…! —Llevó una mano a su pecho y abrió la boca, a la vez que dibujaba una sonrisita.
Issis abrió los ojos con impresión al ver tal reacción de Lisa. Desde que habían comenzado a pasar más tiempo juntas gracias a que las dos estudiaban para hacer el examen de reclutamiento para pertenecer al grupo Cazadores de Sueños supo que Lisa era muy sincera con sus sentimientos y emociones, sin embargo, jamás creyó que podría verla desvivirse por su mejor amigo.
Estaba acostumbrada a ver a mujeres expresarse así de Adem, pero jamás podría hacerse a la idea de que sus amigas más cercanas lo hicieran. No quería ver a esa chica rubia desvivirse cada vez que viera a Adem cerca de ellas.
Issis arrugó su rostro pecoso y tomó un mechón de su cabello rojizo y lo examinó, como si allí encontrara algo interesante.
—¿Adem tiene novia? —preguntó Lisa con un tono de evidente curiosidad.
Issis alzó la vista y volteó a verla con rostro aburrido.
—No, no tiene novia y no creo que sea capaz de pensar en otra cosa que no sea aumentar su capacidad mental para su examen de ascensión.
—¡Oh, Issis, es cierto!, ¡en unas semanas será ascendido! —exclamó Lisa y le dio una palmada al muslo derecho de su amiga—. ¿Será que nos dejarán ver su examen?
—No dejarán ingresar a los estudiantes y mucho menos a unos de bajo rango como nosotras —comentó Issis con voz decepcionada—. Es una pena…
Vieron que el capitán Yakov llegaba en ese momento a su encuentro y los estudiantes que entrenaban corrieron a hacerle una reverencia. El hombre se acercó a ellos y les dio una palmada en la cabeza mientras los jóvenes permanecían con sus torsos inclinados.
Ninguno protestó y esperaron a que su superior les ordenara que alzaran sus cabezas. Todos pudieron apreciar el regaño que Yakov les dio por haber estado descamisados mientras hacían ejercicio.
Se concentró en Adem y el jovencito estaba rojísimo, tanto por el ejercicio como por la vergüenza al ser humillado en público.
—Vayan a ducharse y los espero en la sala en quince minutos —ordenó Yakov.
Los jóvenes corrieron rumbo a las duchas que estaban en el edificio continuo al gimnasio al aire libre.
Cuando estuvieron solos, soltaron carcajadas y empezaron a planear cuál sería la penitencia que debían cumplir los que no pudieron completar la apuesta. Adem fue el ganador, así que debía elegir. Decidió que esa noche todos se irían de fiesta y se drogarían.