Pero todos sus amigos lo ignoraron y clavaron su concentración en Adem.
—El soñador Bryan Domán murió después que asesinaron a su prometida —dijo Bruno—, se suicidó al no soportar la depresión y el anhelo de estar con ella. ¿Puedes recordar esa muerte? ¿Logras recordar la cara de tu antigua prometida?
—No respondas si no quieres, seguro será duro recordarlo —intervino Jonás con tono serio, pues, aunque estaba drogado, sabía que era peligroso hacer a otra persona recordar su vida pasada.
—Pero si lo quieres hablar, podemos escucharte —comentó Frederic, el cual estaba deseoso de saberlo por el morbo que le causaba.
—Ella era morena, de cabello negro y liso, me gustaba su cabello, le llegaba hasta las caderas; cuando sonreía se le hacía un hoyuelo en la mejilla derecha —respondió Adem con tono melancólico—. Esa noche le dije que iría a buscarla cuando saliera de la universidad, porque había muchas protestas y era peligroso que caminara sola en la calle. Le dije que me llamara cuando saliera, pero estaba tan cansado que me quedé dormido en la cama mientras esperaba. Al despertarme tenía tres llamadas perdidas y corrí a subirme al auto para ir a buscarla; la llamé al celular varias veces, pero no me contestaba. A tres cuadras de la universidad había muchas personas, no me dejaban pasar y tuve que bajarme del auto para seguir y lograba escuchar que las personas hablaban de una mujer asesinada, que había sido un atraco. Y yo lo supe, podía sentirlo. Y sí, era ella. Su cuerpo estaba tendido en el suelo, rodeada de su propia sangre, con los ojos abiertos, llenos de espanto.
—Se cuenta que Bryan Domán asesinó al responsable en pleno juicio —comentó Jonás—. ¿Recuerdas por qué lo hiciste?
—Él la asesinó, debía morir —respondió Adem con los ojos llenos de lágrimas—. Lo iban a dejar libre, era un hombre poderoso, con muchas conexiones y tenía comprado al juez. Nadie haría justicia por la muerte de Jensen, así que me encargué de que la hubiera.
Bruno se acomodó en su sillón y después se acodó en sus piernas.
—Dicen que las personas que logran recordar sus vidas pasadas son capaces de identificar las almas de las personas en su nueva encarnación. Sé que son muy recientes tus recuerdos, pero… ¿logras identificar algún alma de tu vida pasada en esta?
—Sí, dos.
—¿Cuáles son?
—Jensen, sé quién es en esta vida —respondió Adem—. Fue la primera persona que vi en esta vida, lo recuerdo muy bien…
Sus amigos soltaron pequeños jadeos y gritos de emoción. Empezaron a hablar entre sí, emocionados, creando un murmullo inentendible. Después se calmaron y volvieron a observar a Adem.
—Jensen, la científica que encontró el portal de la Quimera… ¿está entre nosotros? —preguntó Alejandro anonadado y con los ojos llenos de emoción—. ¿Quién es?
—Seguramente será un secreto —dijo Bruno con una sonrisa melancólica—. Lo entendemos. Quieres protegerla en esta vida.
—Así es —aceptó Adem.
Alejandro soltó un suspiro de decepción y se comió un brownie de un bocado.
—¡Pero yo quiero shaber! —exclamó con impaciencia.
Aunque sus amigos lo ignoraron por completo.
—¿Y quién es la otra persona? —indagó Frederic con curiosidad.
—Quien la asesinó —respondió Adem con rencor y observó a Bruno—. Gracias por ayudarme a recordarlo. Es el anciano que veo de niño, pero su rostro…
—Si no recuerdas su rostro es porque tu mente está fragmentada —explicó Bruno—. Algo muy fuerte sucedió y tu inconsciente lo tiene atrapado por tu propio bien.
—Pero yo necesito recordarlo —exclamó Adem—. Él está por ahí… haciendo daño…
—Amigo, cálmate —pidió Jonás y se acercó a él para servirle más vino en su copa—. Esto… mejor toma un trago.
—¿Recuerdas quién es la niña actualmente? —inquirió Bruno con seriedad.
—Sí, claro, aún sigo hablando con ella.
—Bueno —comentó Bruno—, no sé qué tipo de relación tengas con ella, pero es la clave para que puedas recuperar todos tus recuerdos, porque ella es una Amantis por las descripciones que diste de tus recuerdos. Las Amantis pueden ayudarte a desbloquear todos tus recuerdos y mucho más. Las necesitas como tus aliadas, son tu única salvación.
—¡Ajá, pero ¿por qué no nos dices los putos nombres! —exclamó Alejandro y soltó un grito de frustración—. Sí me da rabia cuando cuentan un chisme mal…
Jonás le dio un manotazo en la cabeza.
—Cállate ya —ordenó—. Ya deja de comer, ya te estás pasando.
—Si saben cómo me pongo ¿para qué me invitan? —cuestionó Alejandro y llevó las manos a su cabeza.
Adem tenía todos los recuerdos de su vida pasada revoloteando por su mente, se revolvían con los momentos olvidados de su infancia, bailando un vals nostálgico a su alrededor.
La noche estaba adentrada y aún más fría, llegándole hasta los tuétanos. Dejó Shiskey a eso de la media noche, cuando sus amigos se encontraban tan drogados que el dependiente amablemente llamó un taxi para cada uno y así fueran llevados a sus casas.
Adem no dio la dirección de su casa, porque necesitaba llegar a otro lugar: Jensen, ahora en esta vida conocida como Jara.