El enigma de la Quimera [libro 1]

CAPÍTULO 81

—Bueno, no… No del todo —respondió Adem arrastrando las palabras—. Vine… porque debo impedir que muera, por eso… he venido.

Las lágrimas inundaron los ojos de la mujer.

—Adem… —sollozó—. Debes dejarme ir, no puedes seguir haciéndote daño. Mírate, por favor… Por favor, necesito que te cuides para poder irme en paz.

—Usted no va a regresar de ese viaje —insistió Adem ahora con voz temblorosa—. Si yo no intercedo… va a morir… Lo sé…

—No, Adem, yo voy a regresar —mintió Jara.

—No, yo sé que no lo hará… Hasta el capitán Yakov me lo ha dicho, me pidió que me despidiera de usted.

Jara cerró los ojos con decepción y las lágrimas se derramaron por sus mejillas. El capitán estaba usando a Adem para manipularla emocionalmente y así impedir que ella se fuera, ¿qué tan desesperado debía estar para usar a Adem?

O tal vez ella no quería ver que todos estaban desesperados por perderla.

—Señorita Jara, por favor, lléveme con usted, escapemos juntos —suplicó Adem—. Prometo no ser un estorbo…

Jara acarició el cabello castaño claro de Adem.

—No eres un estorbo… Nunca serás un estorbo —sollozó—. Si pudiera quedarme contigo, si pudiéramos estar juntos, sería la mujer más feliz del mundo.

Con aquellas palabras, Adem desplegó una sonrisa y cerró los ojos, siendo vencido por la fiebre y el cansancio.

Jara estuvo vigilándolo por un momento, cuando se cercioró que Adem estaba profundamente dormido, corrió a llamar a Madeline para informarle que Adem se había escapado de la academia. Era la única que conocía la situación a fondo, la única que podría ayudarle.

Cuando Madeline llegó al apartamento, lo hizo en compañía de Issis, quien intentaba mantener la compostura ante la situación y ser lo más prudente posible. Para ese momento Jara había desplazado a Adem a su cama, donde dormía profundamente, casi enrollado alrededor de ella, como si temiera perderla.

Jara le había desconectado el controlador de la nuca, pues al tener tanta fiebre, podría hacer corto circuito.

Issis se impresionó al encontrar a Adem abrazado a la decana Jara y que ella, vestida con una pijama, lo tratara con tanto amor. Fue la imagen más tierna que jamás creyó ver.

—¿Cómo está? —preguntó Madeline casi a susurro, acercándose a la cama.

—Le di un medicamento para bajarle la fiebre, afortunadamente ya no tiene escalofríos —respondió Jara mientras acariciaba el cabello de Adem con una mano—. Tuvo un ataque de pánico cuando lo vi en la entrada y parecía estar delirando.

Issis permanecía inmóvil en la entrada de la habitación, procesando la situación.

—Necesito que lo cuiden, mañana debo irme —informó Jara, ahora observando a la jovencita que apenas si lograba salir del estupor.

—¿Crees que podría volver a escaparse de la academia? —inquirió Madeline, ahora sentándose en la piecera de la cama.

—Espero que no, por eso hay que informar al capitán Yakov y… bueno, mantenerlo vigilado —respondió Jara con preocupación—. ¿Puedes creer que fue el capitán Yakov quien lo puso sobre aviso para manipularme y que yo no me fuera?

—Pues a ellos no les conviene que te vayas —comentó Madeline—. Son capaces de comprometerte con Adem si con eso pueden impedir el perderte.

Jara dejó salir una risita.

—La Élite jamás llegaría tan lejos —bromeó Jara—. Pero si lo hacen, yo gustosa firmaría la petición.

Madeline dejó salir una risita y observó con curiosidad al joven que dormía sobre el pecho de Jara.

—Pero mira que grande está tu hombre —chistó—. Si tuvieras hijos con él, saldrían muy bellos, perfeccionarían mucho más tu raza.

Jara soltó una carcajada, la cual interrumpió abruptamente al recordar que podría despertar a Adem. Además, al ver a Issis, quien estaba aterrada en la entrada de la habitación, volvió a mantener una postura seria.

—Ah, la traje porque es la mejor amiga de Adem —informó Madeline—. Es la única que podría convencerlo de no perseguirte.

—¿Es discreta? —preguntó Jara.

—¡Claro que sí! —respondió Issis, ruborizándose por completo.

Un nudo se formó en la garganta de Jara.

—Te pido, por favor, que cuides bien de Adem —le dijo a Issis—. No va a estar nada bien después que yo me vaya.

Los labios de Issis no soportaron más, temblaron antes de que se escapara la pregunta.

—Ustedes… ¿son pareja?

Jara sonrió con tristeza y melancolía.

—No, no lo somos —respondió Jara—. Esa no es la palabra que nos define.

Issis y Madeline durmieron en la habitación de invitados, debían esperar a que llegara la mañana, donde Jara se marcharía y sería donde ellas entrarían a hacer su labor, pues Adem en cualquier momento se despertaría e intentaría perseguirla.

Jara por un momento llegó a dormirse y encontró a Adem cuando entró en su dimensión personal, sentado en uno de los Columpios Celestiales. Ella se sentó en el otro columpio, apreciando la puesta de sol eterna en la playa. No sabía si Adem estaba consciente, pues permanecía en silencio, triste y no se inmutó cuando ella llegó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.