Diana puso las manos en las mejillas de Joshua y lo observó fijamente. Él permanecía inmóvil, con el vaso de vidrio sosteniéndolo en una mano a medio tomar.
—Perdón por lo que va a pasar —le dijo—, sé que soy una mujer despiadada. Pero falta poco para que este infierno termine. —Alejó las manos del rostro pálido del muchacho y lo vio terminar de tomarse su vaso con agua y le mostró una sonrisa—. Es mejor así, que no te acuerdes de nada.
—¿Qué? —inquirió Joshua.
Diana se abalanzó y le dio un abrazo. Después volvió a mirarlo fijamente con los ojos llenos de lágrimas y le acomodó la bata de seda roja.
—No será el primer ritual al que asista, soporto bien el dolor —tranquilizó el muchacho—. El doparme no era necesario.
Los labios de Diana temblaron. Joshua era un joven tan inocente, una última luz dentro de la oscuridad; y pronto se iba a apagar por completo.
—Por favor, sigue soportando un poco más —susurró ella y le dio un beso en la mejilla, para después marcharse de la habitación.
Joshua tuvo un mal presentimiento, observando fijamente el vaso vacío en su mano. Algo estaba mal, le ocultaban una información importante.
Entonces, Marcow entró a la habitación ya cambiado con su túnica rojo vinotinto, acercándose lentamente a él.
—Veo que ya estás preparado —comentó y bajó la mirada al vaso—. Aunque parece que quieres hacer trampa.
Joshua dejó el vaso sobre una mesita de madera.
—Le he dicho a Diana que no era necesario —explicó el joven—. Lo siento mucho, mi señor.
—El único problema que tiene Diana es que aún tiene empatía por las personas —dijo Marcow y tomó al joven de una mejilla, empezando a leer sus pensamientos—. Vaya, qué empática ha sido contigo, digno de una buena actriz.
El cuerpo de Joshua comenzó a temblar.
—Todo este tiempo has vivido con la esperanza de escapar —soltó Marcow con tono burlesco—. Me impresiona la ingenuidad que aún posees. —Empezó a pasearse por la mediana habitación—. ¿Crees que no sé que Diana es una aliada de Jara? ¿Acaso creíste que podías engañarme al infiltrar en las Sombras a Lily Ong para espiarme?
Los ojos de Joshua se abrieron en gran manera, desbordando miedo. Y Marcow por primera vez se sintió complacido de ver retratados tantas emociones en el rostro del pálido jovencito.
Se acercó lentamente a él.
—La única forma de salir de las Sombras es por medio de la muerte —advirtió, ciceante.
Joshua empezó a sentirse mareado, como si algo se apoderara de él. Cayó de rodillas al piso e intentó vomitar para sacar lo que fuera que había ingerido.
—Te lo advertí muchas veces —dijo Marcow con una gran sonrisa de satisfacción—. Joshua, nunca confíes en nadie, ni siquiera en tu propia sombra, porque te pueden traicionar. —Se agachó, sosteniendo sus manos sobre sus muslos—. Feliz primera noche de luna llena —susurró.
El joven llevó una mano a su pecho, sintiendo que aquel poder que se había apoderado de su cuerpo quería consumirlo. El cuarto empezó a dar vueltas. Hiperventilaba. Las gotas de sudor caían a borbotones, deslizándose hasta su barbilla y cayendo sobre sus manos que apretaban su pecho.
Se levantó, pero no tenía control de su cuerpo. Avanzó hasta salir de la habitación y su cuerpo se dirigió por el largo pasillo, hasta que unos hombres vestidos con capas negras abrieron unas grandes puertas de madera, mostrando el pomposo salón que antiguamente fue una iglesia.
Joshua avanzó entre el mar de túnicas negras y encontró en la tarima de la iglesia a Luie comiendo el corazón de un hombre que estaba tirado frente a él, con el cuerpo abierto, mostrando sus órganos, chorreando sangre. Los presentes soltaban gritos guturales y balanceaban sus torsos hacia delante y hacia atrás.
El joven avanzó hasta empezar a subir la tarima. Por más que forcejeaba con su cuerpo para impedirlo, no podía, no tenía control de él mismo.
Luie terminó de comer el corazón y alzó los brazos, airoso de su victoria; desplegaba una enorme sonrisa mientras medio rostro lo tenía aun chorreando sangre.
Joshua se arrodilló con la vista frente a la gran multitud que cubría sus rostros con las capas negras.
Diana salió entre las sombras de la tarima y con una gran sonrisa se dirigió al público.
—¡Y ahora una pareja de jóvenes tendrá el honor de perder su pureza en frente de todos los aquí presentes! —pregonó.
Joshua observó que traían a Lily Ong encadenada y desnuda, obligándola a arrodillarse al lado de él.
—¡Presenciaos cómo será la experiencia de dos jóvenes al tener sexo por primera vez con mucho dolor y sangre! —dijo Diana y los señaló con las manos, sonriente.
Luie de una mesa llena de accesorios de tortura tomó un látigo y avanzó hasta entregárselo a Joshua.
—Azótala —ordenó.
Joshua se levantó, apretando con fuerza el látigo en sus manos y observó fijamente a Lily.
Ella lloraba a chorros, sucumbida ante el miedo, con todo su cuerpo tiritando.
—Por favor, no, por favor, no… —suplicó.