El grupo, ahora más alerta que nunca, continuó su avance hacia lo desconocido, con la esperanza de encontrar una salida o alguna pista que los ayudara a entender lo que estaba sucediendo.
La cueva se extendía más allá de lo que habían imaginado, con pasadizos que serpenteaban en diferentes direcciones y bifurcaciones que parecían conducir a ninguna parte.
A medida que avanzaban, la atmósfera se volvía cada vez más pesada. Era como si algo invisible los presionara, afectando su capacidad para respirar y pensar con claridad. La oscuridad parecía volverse más densa, absorbiendo la luz de sus linternas y dejándolos con una visibilidad mínima.
Por fin, llegaron a una nueva cámara, más pequeña que la anterior, pero con una peculiaridad que los dejó perplejos. En el centro de la sala, flotando en el aire, había un espejo. No era el mismo que habían visto antes en el apartamento de Álex; este era más grande y antiguo, con un marco dorado ornamentado que brillaba débilmente a pesar de la falta de luz.
—No puede ser —susurró Emma con la voz estrangulada por el miedo y dando un paso hacia atrás—. ¿Cómo es posible?
Luna se acercó lentamente al espejo con la mirada fija en la superficie, que era extrañamente lisa, casi líquida.
—Este debe ser el origen del poder del que hablaba el historiador —respondió con la voz apenas audible—. Este espejo… es el vínculo que conecta nuestro mundo con la otra dimensión.
Álex sintió un escalofrío cuando recorrió su espalda. Habían estado buscando respuestas, pero lo que habían encontrado era mucho más de lo que esperaban. Este espejo no era solo un objeto; era un portal, una puerta entre dos mundos.
Jake, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante, intentando tocar el marco. No obstante, cuando su mano se acercó, una energía invisible lo empujó hacia atrás con fuerza para lanzarlo al suelo.
—¡Jake! —exclamó Emma mientras corría hacia él, aterrada.
El hacker se sentó con dificultad, frotándose el pecho donde había sentido el impacto.
—Es… Es como si el espejo se estuviera protegiendo —dijo con la respiración jadeante—. No quiere que lo toquemos.
—No solo se está protegiendo —expuso Luna mientras retrocedía lentamente—. Está esperando. Algo o alguien está al otro lado, esperando para cruzar a nuestro mundo.
Álex se dio cuenta de que habían llegado al punto de no retorno. El derrumbe los había atrapado en la cueva, pero el verdadero peligro estaba justo delante de ellos. El espejo, con su superficie brillante y enigmática, era la clave de todo, y también la amenaza más grande a la que jamás se habían enfrentado.
—Tenemos que destruirlo —afirmó—. No importa cómo. No podemos permitir que lo que está al otro lado cruce hacia nuestro mundo.
—El problema es que no sabemos cómo destruirlo. Y no tenemos mucho tiempo para descubrirlo —apuntó Luna con una mirada sombría.
—Si vamos a hacer esto, debemos ser rápidos y precisos. Cualquier error podría ser catastrófico —observó Emma mientras ayudaba a Jake a levantarse.
El grupo se preparó para enfrentarse al espejo a sabiendas que lo que estaba en juego no era solo su propia supervivencia, sino quizás la del mundo entero. En la oscuridad de la cueva, con las sombras cerrándose a su alrededor, se dieron cuenta de que el verdadero horror no estaba en el objeto en sí, sino en lo que representaba: el umbral entre la realidad y el abismo insondable que existía más allá.
El tiempo estaba en su contra, y con cada segundo que pasaba, sentían que la cueva y el espejo en su interior, se convertían en una trampa mortal. Lo que sucediera a continuación determinaría no solo su destino, sino el de todo lo que conocían.