Los días que siguieron a la desaparición de Luna, transcurrieron en una neblina de dolor y confusión. Álex, Emma y Jake regresaron a sus vidas cotidianas, pero nada era igual. Luna no solo había sido su amiga, sino también el centro que los mantenía unidos. Ahora, sin ella, todo parecía desmoronarse. A pesar de que habían destruido el espejo, había un vacío que ninguno de ellos sabía cómo llenar.
Las clases en la universidad continuaban, pero Álex apenas podía concentrarse. Los apuntes que antes llenaba de información ahora estaban en blanco. Su mente estaba atrapada en el recuerdo del último día en la cueva.
Emma, la más optimista, había perdido su chispa. Sus sonrisas eran forzadas y evitaba hablar de cualquier cosa que le recordara a su amiga.
Jake, por su parte, se había vuelto más callado y reservado, como si el peso de la culpa lo estuviera aplastando.
Una tarde, Álex recibió una llamada de Emma. Era inusual que ella lo llamara sin avisar antes. Sintió una punzada de preocupación mientras descolgaba el teléfono.
—¿Emma? —contestó tratando de mantener su tono neutral.
—Álex, tenemos que vernos. Ahora mismo —dijo ella con la voz temblando.
—¿Qué ocurre? —preguntó con alarma—. ¿Estás bien?
—No lo sé —respondió ella con nerviosismo—. Algo está mal. Ven a mi casa, por favor. Jake también va a venir.
El chico no perdió más tiempo. Se dirigió a la casa de su amiga lo más rápido que pudo con la mente dando vueltas sobre lo que podría haberla puesto tan nerviosa. Habían jurado no volver a hablar del espejo o de la cueva, pero algo le decía que ese pacto estaba a punto de romperse.
Cuando llegó, Jake ya estaba allí, esperando en el porche. Tenía la misma expresión de preocupación que él había visto en su amiga.
—¿Sabes de qué se trata esto? —preguntó Álex mientras subía los escalones.
—No, pero sonaba realmente asustada —contestó su amigo.
Emma los recibió en la puerta con el rostro pálido y con ojeras. Sin decir una palabra, los llevó al salón y les indicó que se sentaran. Los chicos intercambiaron miradas antes de obedecer y esperaron con paciencia a que ella hablara.
—Gracias por venir tan rápido —comenzó la chica al tomar asiento frente a ellos—. Hay algo que necesito mostraros.
Sacó un teléfono del bolsillo y comenzó a desplazarse por sus fotos hasta que encontró la que estaba buscando. Les pasó el teléfono y los chicos se inclinaron para ver la pantalla.
La imagen mostraba una selfie de Emma en su habitación, pero lo que les heló la sangre fue lo que estaba detrás de ella, en el espejo. Una figura oscura, apenas visible, se alzaba en el reflejo. No había detalles claros, sin embargo, la silueta era inconfundible: era Luna, o algo que se le parecía.
—Tomé esta foto anoche —continuó Emma con la voz quebrada—. No había nadie más en mi habitación. Yo… No sé qué significa esto, pero tenía que decírselo a alguien.
Jake tomó el teléfono, estudiando la imagen con más detenimiento, después miró a sus amigos y empezó a decir:
—¿Creéis que…?
Álex sintió una oleada de incredulidad, pero al mismo tiempo, algo dentro de él reconoció la posibilidad. Habían jugado con fuerzas que no entendían del todo y, aunque pensaron que habían cerrado un portal, tal vez no lo habían hecho por completo.
—¿Esto ha pasado antes? —quiso saber Álex con la mente trabajando a mil por hora.
—No, nunca —negó Emma—. Pero desde que regresamos, he tenido pesadillas y… A veces siento que no estoy sola en mi casa. Al principio pensé que solo era mi mente jugando conmigo, por lo que pasó con Luna, pero… después de ver esto, ya no sé qué pensar.
—¿Qué hacemos? —inquirió Jake al recostarse en el sofá mientras pasaba su mano por su cabello, visiblemente perturbado—. No podemos ignorarlo, aunque tampoco podemos volver a esa cueva. Luna… Ella se sacrificó para detener esto.
—¿Y si no lo logró? —dijo Álex en voz baja—. ¿Y si lo que hizo no fue suficiente?
El silencio que siguió fue opresivo. Ninguno de ellos quería admitir lo que estaba pasando, pero las implicaciones eran claras. Si Luna estaba atrapada en algún tipo de limbo, eso significaba que su sacrificio había sido en vano. Y peor aún, que algo más podría haber cruzado de ese otro lado.
—Hay algo más —Emma rompió el silencio, dudando antes de continuar—: He estado escuchando voces… No estoy loca, lo juro. Por las noches, cuando todo está en silencio, oigo a alguien susurrar mi nombre. Y anoche… justo después de tomar esa foto, escuché a Luna. Estaba pidiendo ayuda.
La revelación cayó como una bomba. Jake se inclinó hacia delante con una expresión incrédula.
—¿Estás diciendo que crees que Luna está… tratando de comunicarse contigo? —le preguntó él, luchando por comprender lo que su amiga estaba diciendo.
—Eso creo, pero no sé qué quiere decirme, o cómo puedo ayudarla —contestó Emma con entusiasmo y los ojos llenos de lágrimas.
Álex sintió una mezcla de emociones: miedo, esperanza, desesperación. Si Luna estaba viva de alguna manera, debían ayudarla. ¿Cómo podían hacerlo sin abrir de nuevo la puerta a lo que sea que estuviera al otro lado?