El enigma en lo prohibido

Capítulo VI

—¡Tienes que estar bromeando! No puede ser —exclama mamá.

Los oficiales a los cuales les fue otorgada la tarea de ayudarme a llevar todo a casa vienen tras de mí, yo llevo en manos una caja grande, pero que no se compara al tamaño de la que traen ellos. Amarradas a mi muñeca van caminando las dos gallinas, soltando uno que otro cacareo por los jalones. Mamá se lleva las manos a la cabeza, su risa es tan fuerte que logra llamar la atención de algunos vecinos.

—Cielo, pero ¿qué es todo esto? —me pregunta ella asombrada.

—Un par de obsequios.

Dejo la caja sobre la mesa, y suelto a las gallinas, las cuales salen corriendo despavoridas. Mamá husmea en el interior de esta y se tapa los ojos con sus manos cuando descubre su contenido. Sé que esto es mucho más de lo que solemos conseguir en un intercambio, incluso en dos.

—¿Cómo…? —Su pregunta queda a medias.

—Nos enviaron esto para que consideremos a sus familias en el festival de unión de recintos.

Abre sus labios en una expresión de comprensión.

—Mi niña tiene un par de admiradores.

Los oficiales entran dejando las cajas más grandes y pesadas junto a donde estamos nosotras.

—Paz y bien —saludan, y nosotras respondemos igual.

—Déjame corrijo mi error, ¡mi niña tiene cientos de admiradores!

Mi madre encuentra el conjunto de ropa que traje para el bebé, al principio se queda mirándolo enmudecida, sus ojos se tornan resplandecientes en el proceso, voltea a verme de soslayo y articula un gracias al cual respondo con una inclinación de cabeza. Se acerca a darme un abrazo y un beso en la frente, antes de voltearse para continuar con la tarea.

Los hombres se dirigen hacia la salida mientras mamá se limpia las lágrimas que rodaron por su rostro, yo me agacho con el objetivo de destapar las otras cajas para mostrarle todo a mi madre, sin embargo, mi intento queda a medias cuando escucho un golpe seco y a alguien llamarme.

—¡Eleo…!

Reconozco la voz que me llama, es Chad, pero me sorprendo cuando volteo a verlo y capto el momento exacto en el que choca con el más alto de los oficiales. El impacto es tan fuerte que logra mi amigo caen sentado sobre su trasero, y logra hacer que el hombre de un paso hacia atrás. En su rostro se ve la pena y el miedo combinados en una misma expresión, mientras que en el mío se hace paso la gracia. Mamá y yo reímos, el sonido de nuestras carcajadas logra llamar la atención de Chad, antes de ello creí que podría quedar inconsciente por el pánico.

—Yo l-l-l-lo sien-n-n-t-t-to mu-mucho.

Chad cierra sus ojos y se encoge como si estuviera preparado para recibir un golpe. Mi corazón se arruga, de inmediato mis risas se detienen. El otro oficial que no fue afectado por el impacto continúa su camino, por lo que supongo que el otro lo hará igual. Me yergo para ir a ayudar a mi amigo a ponerse de pie, pero vaya sorpresa la mía cuando veo que el hombre al que chocó le ofrece su mano para ayudarlo a levantarse. Al principio Chad no lo nota, así que el tipo toma la mano del muchacho y lo jala hacia sí, el movimiento toma a Chad tan desprevenido que se tambalea al estar de pie, recibe del oficial unas palmadas en el hombro con la boca bien abierta.

Cuando se marchan los hombres, noto las mejillas de mi mejor amigo del color de las manzanas, sacude su cabeza para volver en sí y suelta una gran bocanada de aire por la boca antes de decir:

—Todos allá afuera están hablando de ti.

—¿Qué dicen? —cuestiona mamá, sin lograr disimular la alegría de su tono.

—Dicen que Eleonor New es la favorita del momento, todos vieron cómo se acercaban los hombres a darle todo tipo de regalos, la verdad es que hay muchos que quisieran estar en tu lugar. —Me da una sonrisa con su rostro canteado, su cabello cae sobre su mejilla.

—Parece que presentarse en el intercambio sirvió para hacerte notar —dice mamá, como si estuviera cayendo en cuenta de ello.

—Y vaya que lo logró, su nombre no sale de la boca de todos.

Mamá toma los trozos de madera y los lleva a la parte trasera de la casa, estos tendrán que permanecer guardados mientras papá o Nathaniel se recuperan pues son los únicos que cuentan con la fuerza para clavarlos al piso.

Chad me da un abrazo bastante meloso, y posa sus labios en la cima de mi cabeza.

—¿Cómo te sientes?

—Nerviosa… —reconozco—, y feliz.

—Bueno, tienes derecho de estarlo.

—No vi esto venir, pero me llena de satisfacción saber que con todo esto puedo ayudar a mi familia. Al menos tengo la certeza de que cuando me vaya, ellos tendrán una gran suma de boms para sostenerse.

—No puedo creer que te irás en unos pocos meses, yo cre-crecí junto a ti, eres como mi hermana.

—Tú eres más que eso, eres como mi alma gemela, así me vaya siempre habrá una parte de ti en mi interior.

Llevo dos dedos a mis lagrimales para quitar la humedad que aparece. Esta vez soy yo quien lo abraza, envolviendo mis brazos en su cintura con una fuerza desconocida para mí, es mi miedo a perderlo lo que lo arropa, es el tiempo en reversa, el tic-tac del reloj. Supongo que, porque solo entre su cuerpo me he sentido segura, sé que cuando me sea arrebatado, también se quedarán en este hambriento recinto mis ganas de vivir.

—¿Qué planeas hacer con todo esto? —pregunta mi madre, ahora arrodillada junto a las cajas.

—Creo que… sería muy lindo si le diéramos una parte a los Soto, vi sus tierras ayer, sé que quedaron devastados con el incendio y deseo ayudarles en lo que pueda.

—Me parece un acto muy dulce, cariño —murmura, asiente y me ofrece su mano para que yo la tome y nos pongamos manos a la obra.

 

Mamá y yo nos dirigimos a casa de la familia Soto, yo llevo con una caja llena de alimentos, mientras que la mujer a mi lado carga su bolsa con remedios naturales que ella misma elaboró. Cuando tocamos la puerta, quien nos abre es una señora ya de avanzada edad, las tiras blanquecinas que adornan su cabeza caen sin cuidado por su espalda, es de piel trigueña cubierta por pecas, hay un leve tamborileo en sus manos que no pasa desapercibido frente a mis ojos, al vernos su mirada se torna resplandeciente y se hace a un lado para dejarnos pasar.




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