El error más bonito

Capítulo 1 — La que no debía olvidar

El cielo de Ravendale ardía en tonos anaranjados cuando Aelina llegó a la finca. Ese tipo de atardecer que solo ocurre en las tardes sin prisa, cuando el calor aún no se va pero la brisa se atreve a rozarte los hombros.

Había pasado años sin pisar ese lugar. Años sin ver esas caras que alguna vez fueron rutina. Y sin embargo, ahí estaba… sonriendo educadamente, saludando con un beso a cada tía, primo, esposa de primo, sobrino de crianza o vecino invitado que la reconocía.

—¡Aelina, cuánto tiempo! —decían.
Y ella asentía, amable, aunque muchos nombres ya se le escapaban.

La fiesta estaba en su punto: comida humeante sobre las mesas, música vieja que su madre cantaba bajito y niños corriendo por los pasillos de la casa grande, esa misma que años atrás había albergado más secretos que muebles.

Fue cuando se giró para buscar un refresco que lo vio.

Al principio solo fue una figura. Alta. Con el cabello más oscuro que recordaba. Luego vino la mirada, esa que apenas duró dos segundos, pero que bastó para romper algo dentro de ella. Como si el tiempo hubiese dicho: te acuerdas, ¿verdad?

Aelina parpadeó.
No porque dudara de quién era… sino porque su cuerpo lo supo antes que su mente.

Él también la reconoció. No dijo nada. Solo se le quedó viendo con una media sonrisa ladeada, como si también estuviera archivando el recuerdo. Después bajó la mirada hacia una pequeña niña que se aferraba a su pierna con la misma intensidad con la que Aelina se aferraba a su cordura.

—¿Papá? —la niña murmuró—. ¿Puedo ir con ella?

Él se agachó a la altura de la pequeña y Aelina lo escuchó reír bajito.

—¿Con ella? ¿Ya tan rápido?

—Es que me gusta —dijo la niña, mirando a Aelina con ojos grandes, oscuros, llenos de confianza sin razón.

Aelina no supo qué decir. Sonrió con timidez mientras su corazón tamborileaba. Él tampoco explicó nada. Solo se quedó ahí, observándolas.

La fiesta siguió su curso, pero Aelina ya no estaba del todo presente. Su mente viajó a otra villa, a una noche distinta. A un recuerdo que siempre había dudado si era real… hasta ahora.

Y cuando, más tarde, la niña se quedó dormida en su regazo y él volvió a sentarse a su lado, como si todo fuera normal, Aelina entendió que el pasado nunca se entierra del todo. Solo se queda dormido, como esa niña, esperando a que alguien lo despierte.

Y esa noche… ella lo acababa de despertar sin querer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.