El error perfecto

Capítulo 4

Las luces del gimnasio no son tan intensas como las de un estadio, pero bastan. El sudor, el ruido de las cuerdas al vibrar, el olor a vendajes y linimento... todo eso me hace sentir viva. El único lugar donde puedo ser yo sin sentirme culpable. Sin medicación. Sin sonrisas fingidas. Sin miedo a explotar.

Me ajusto los guantes con los dientes apretados. Markus, mi entrenador, revisa por última vez mis vendas, mis guantes, la tensión en mis hombros.

—No olvides respirar, Teal. Que la furia no te nuble —me dice sin mirarme directamente a los ojos. Lo hace porque sabe que si lo hace ahora, puedo perder el control antes de tiempo.

—Hoy necesito que me nuble un poco —le respondo con voz baja.

Él asiente. No aprueba, pero entiende.

Subo al ring.

Mi rival ya está ahí. Más alta, más delgada. Se ve rápida. La han traído de otro gimnasio de la ciudad. Buena reputación. Buen historial. Pero hoy, yo no soy solo puños.

Soy un volcán a punto de estallar.

La campana suena y todo en mí se silencia.

Ella avanza con precaución, como si esperara que yo me lanzara como una fiera. Lo hago. Pero no con desesperación, sino con precisión.

Primero un jab. Luego otro. Ella retrocede.

Cada golpe que lanzo tiene nombre. El beso de Branon. La apuesta. La mirada que me dio cuando Josh se sentó a mi lado. La rabia de no entender por qué me afecta tanto. Todo eso me arde por dentro, me alimenta.

El primer round pasa rápido. Ella logra conectarme una derecha, me tambaleo, pero no caigo. Le sonrío. De esa sonrisa peligrosa que solo uso en el ring. De esas que dicen: "gracias, ahora me toca".

Segundo round. Mi sangre está hirviendo.

Me muevo más rápido. Bajo. Esquivo. La golpeo con un gancho en las costillas que la hace crujir. Escucho su respiración cortarse. Pero no paro. No hoy. Hoy necesito sentir que tengo el control de algo. De todo.

Un uppercut y se tambalea. Markus me grita que baje el ritmo, que mantenga la guardia, pero no puedo. El corazón me late en las sienes, en el pecho, en los nudillos. La rabia me empuja, no mi técnica.

Tercer round. La chica ya no sonríe.

Tiene miedo.

Y yo estoy cansada, pero todavía furiosa. Recibo un golpe en el pómulo izquierdo. Siento el calor instantáneo del hematoma que empieza a formarse. Me arde, pero no me detiene. No hoy.

Lanzo una combinación de tres golpes. Uno al cuerpo, uno al mentón, y el último... directo a la sien.

Ella cae.

No se mueve.

El árbitro empieza la cuenta. El mundo se borra.

9... 10.

Se acabó.

He ganado.

Levanto los brazos mientras mi pecho sube y baja con violencia. El público aplaude. Grita. Algunos se quedan callados. El golpe fue brutal. Pero limpio.

Bajo los brazos y dejo que el árbitro los levante por mí mientras mis ojos se clavan en el rostro de la chica que todavía está en el suelo, ahora sentada, asistida por su equipo. Está bien. Aturdida, pero consciente.

Cuando salgo del ring, Markus me recibe con una toalla y una mirada dura. Me limpia el sudor del cuello, del rostro, y luego presiona con cuidado mi pómulo.

—Ese ojo va a hincharse como globo en una hora —dice con voz firme, sin embargo, sus labios están curvados en una leve sonrisa—. Fue un buen trabajo, Teal. Intenso... pero bueno.

—Tenía cosas que sacar —respondo mientras tomo un poco de agua.

—¿Y las sacaste todas?

—Casi. —Miro mis guantes. Mis nudillos arden, aunque están protegidos. Siento el peso del combate aún en la espalda, en los brazos. Pero por dentro... por dentro estoy en calma por primera vez en días—. Faltó romper algo más.

—No hace falta romper todo para sanar —dice Markus, su mano firme en mi hombro—. A veces solo hace falta resistir.

Lo miro.

Y por un momento quiero llorar.

Pero no lo hago.

Me limpio la cara con la toalla, respiro hondo, y asiento.

—Voy a necesitar hielo para el ojo.

—Y tal vez un nuevo enfoque para tus problemas de ira —responde con una ceja levantada. Bromea. Un poco.

Salgo del área del ring mientras la chica rival me lanza una mirada mezcla de respeto y resentimiento. La entiendo. No es fácil perder así. Tampoco es fácil ser el blanco de una tormenta que no entiendes.

Pero hoy... yo necesitaba ganar.

Necesitaba demostrarme que puedo pelear y ganar. Que no todo está perdido. Que aún soy yo, aunque me sienta como un caos ambulante.

El hielo empieza a doler más de lo que ayuda cuando lo presiono contra el ojo, pero lo soporto. Ya estoy acostumbrada al dolor.

Y aunque mi cuerpo esté adolorido, la mente está más clara.

Branon puede besarme frente a todo el mundo, puede hacerme sentir cosas que odio y amo al mismo tiempo. Puede enredarme en su mundo complicado.




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