Estoy sentada sobre el césped del campus, con las piernas cruzadas, mi celular apoyado sobre el muslo y los audífonos colgando de mi cuello. La tarde está tibia, el tipo de sol que no quema pero tampoco permite olvidar que el verano se acerca. El viento me revuelve un poco el cabello y lo dejo. No tengo ganas de pelear contra mi reflejo hoy.
Ryan y Josh están hablando frente a mí, con libros abiertos y apuntes esparcidos por la manta que extendimos sobre el pasto. Josh intenta argumentar que ciertos movimientos sociales en América Latina tuvieron más impacto cultural que político, mientras Ryan insiste en que sin política no hay transformación real.
Yo no intervengo.
No porque no tenga opinión. Solo... hoy no me nace.
Deslizo el dedo por la pantalla del celular. No busco nada en específico, solo evito pensar. En Branon. En el beso frente a todos. En la forma en que me jaló de la mano como si nada más importara. En la mirada que le dedicó a Josh. En el silencio que siguió a todo eso.
A veces creo que mi cabeza está hecha de cajas que se abren solas cuando menos lo espero. Hoy, las tengo todas mal cerradas.
—Teal —dice Ryan arrastrando las sílabas—. Dime que estás escuchando este atentado a la lógica que está diciendo Josh.
—Estoy escuchando —respondo sin despegar la mirada de la pantalla. Es una mentira a medias.
—¿Y? —pregunta Josh, animado—. ¿Estoy loco o tengo razón?
—Ambas —digo, sin pensarlo. Ryan suelta una carcajada. Josh me lanza una hoja de papel.
Levanto la vista un segundo para burlarme de él, pero mi mirada se queda atrapada en otra cosa. O en alguien, más bien.
Branon.
Está al otro lado del campus, cerca de la cafetería exterior, hablando con Nolan. Lo reconocería incluso sin verle la cara, solo por la forma en que se mueve. Pero lo que me detiene el aliento no es él.
Es lo que lleva puesto.
Una chaqueta de cuero negra. Exactamente igual a la mía.
Parpadeo. Me enderezo un poco, aparto el celular de mi regazo y entrecierro los ojos, como si necesitara confirmar que no estoy viendo mal. Pero no... ahí está. Misma textura, mismo corte, incluso los pequeños detalles de los cierres y el cuello. Podría jurar que es idéntica.
¿Será una coincidencia? ¿O lo hizo a propósito?
Él no es de usar cuero, no que yo recuerde. Siempre con su sudadera del equipo, o camisetas lisas. El cuero es mi terreno. Mi piel de guerra. Esa chaqueta me la compré después de una pelea especialmente dura. La veo como una segunda armadura.
Y ahora él la lleva puesta como si no fuera nada.
Mi estómago se aprieta con esa mezcla extraña entre sorpresa, confusión y algo más que no quiero nombrar.
—¿Qué estás viendo? —pregunta Ryan, siguiendo mi mirada.
—Nada —respondo rápido, demasiado rápido.
Pero Josh también gira la cabeza y al instante sonríe.
—Oh. Interesante.
—¿Qué? —gruño.
—Branon —dice Josh, bajando la voz como si compartiera un secreto—. Esa chaqueta se parece demasiado a la tuya.
Ryan asiente, divertido.
—¿Será que quiere combinar? ¿Muy pareja de Instagram todo esto?
—No seas ridículo —respondo, sintiendo que el calor me sube por la nuca—. Es una coincidencia. Una tonta coincidencia.
—Ajá, claro —responde Ryan con una sonrisa burlona.
Quiero volver a mirar, pero me obligo a no hacerlo. Como si hacerlo fuera aceptar algo que todavía no sé cómo procesar. Porque... si de verdad fue a propósito, ¿qué significa eso? ¿Una señal? ¿Un reclamo?
No sé.
Y no quiero pensar más.
Recojo mi celular, me acomodo los lentes de sol sobre el rostro —los buenos, no los de batalla— y me dejo caer hacia atrás sobre la manta, con los brazos extendidos. El cielo está claro, limpio. No hay tormentas hoy, al menos no arriba.
Dentro de mí... es otro tema.
Escucho a Ryan seguir con su discusión. Josh responde con un argumento bien construido y sarcástico. Me río bajito, no por lo que dicen, sino porque por un momento todo parece casi normal.
Hasta que esa chaqueta vuelve a cruzar mi mente como una alarma encendida.
Y ya no sé si quiero quitármela... o dársela a él.
***
Empujo la puerta del aula con la cadera, el café en una mano y mis apuntes en la otra. El murmullo de otros estudiantes se mezcla con el chillido de las patas metálicas de las sillas moviéndose contra el suelo. Estoy distraída, con sueño, y apenas levanto la mirada al entrar.
Hasta que lo veo.
Branon.
Mi cuerpo se congela en seco, como si alguien hubiera jalado un freno invisible dentro de mí. Está ahí, inclinado sobre uno de los escritorios del fondo, con esa chaqueta de cuero que todavía me desconcierta. Se endereza al verme, y sus ojos se clavan en los míos como si el resto del mundo desapareciera.
Editado: 02.10.2025