El Error Que Nos Marco

CAPITULO 2

Liss entró a la habitación de Isy con su energía de siempre, súper animada desde que se levantó. La puerta hizo un ruidito al abrirse, cortando el silencio de la mañana, mientras el sol entraba por las cortinas e iluminaba la cara de la dormilona de Isy.

—Isy, amiga, ¡arriba! —dijo Liss con cariño, acercándose y moviéndola despacito del hombro.

Isy abrió los ojos a medias, con voz de sueño.
—¿Qué pasa? —preguntó, sentándose en la cama, toda despeinada y como si siguiera pensando en cosas de ayer.

Liss se sentó a su lado con una sonrisa que daba ánimos.
—¡Me contrataron en la empresa Valverde! ¡Pero en Santa Marta! —dijo emocionadísima—. ¡Vamos, Isy! Empezamos de cero, y te olvidas de Leo sin apellido un completo desconocido.

Isy miró al suelo. Jugaba con la sábana, sintiendo un nudo en el pecho al oír ese nombre. Suspiró hondo, de esos que te salen cuando dejas algo atrás. Se le aguaron los ojos de tristeza. Al final, asintió lento, aceptando la idea de su amiga y empezar de nuevo.

El ambiente cambió. Liss sonrió, aliviada, y abrazó fuerte a Isy, prometiendo que todo iba a estar bien. Afuera, el día empezaba… y con él, una nueva oportunidad para que Isy sanara su corazón roto.

Mientras en otro lugar de la ciudad Darius entró a la oficina con una sonrisa de satisfacción, como si fuera el rey del mundo. El olor a cuero de los sillones y a la madera lo hizo sentir dueño de ese lugar, testigo de tantas charlas con su hermano. Se sorprendió al verlo de pie, con el celular pegado a la oreja, caminando como loco.

Leo ni se dio cuenta que Darius entró. Caminaba rápido, con la mano en el pelo, jalando con fuerza de la frustración que sentía en ese momento.

—Contesta, mi amor… —susurró con voz ronca, preocupado. Sus ojos azules brillaban raro, entre nervioso y asustado.

Darius cerró la puerta de golpe y se sentó en la silla frente al escritorio, cruzando las piernas.

—¿Qué te pasa, hermanito? —preguntó medio burlón, medio curioso.

Leo se paró, lo miró y bufó.

— Isy no me contesta. Raro en ella. Siempre me escribe, siempre me llama. Algo pasa.

Darius sonrió, se levantó de la silla y se sirvió un whisky y movió el vaso, mirando el líquido girar.

—Yo que tú, lo dejo así, hermano. Consigue otra. Hay miles de mujeres afuera que quieren se tu Isy.

Leo se acercó de golpe, apoyando las manos en el escritorio, respirando agitado.

—Cuando te enamores de verdad, y dejes de estar con una mujer cada noche, entenderás. Esto no es un juego para mi. Ella es… —bajó la voz— ella lo es todo para mí.

Darius tomó un sorbo, sintiendo el alcohol pasando por su garganta, y lo miró con algo de lástima.

—El amor es peligroso, hermano. Te debilita, y lo estás mostrando en estos momentos.

Leo apretó la mandíbula, sin poder responder. Le temblaban las manos sosteniendo el celular, como si la falta de respuesta de Isy lo destruyera por completo.

Mientras tanto, lejos de esa oficina tensa, en el aeropuerto se respiraban las despedidas, los anuncios y el ruido de las maletas. Allí, entre la gente, Isy abrazaba fuerte a su amiga Liss. Lloraba sin parar, mojando su blusa.

—No llores más, Isy —susurró Liss con cariño, acariciándole el pelo como siempre que la veía mal—. No vale la pena llorar por quien no te supo valorar.

Isy sollozó, abrazándola más fuerte. Le temblaba la voz al hablar.

—Es que lo amo, Liss… —dijo entre lágrimas—. Duele saber que mi novio me engañó.

Sus ojos hinchados mostraban la desesperación de quien le arrancaron el corazón y la ilusión de amar.

Liss apretó los labios, aguantando la rabia. No podía ver a su amiga sufrir más así por un mal amor.

—Lo sé, amiga… Pero sé fuerte. Santa Marta nos espera, y podrás respirar de nuevo. Sanarás tu corazón. y olvidarás al tal Leonardo.

Isy respiró hondo y se secó las lágrimas. Miró las puertas de embarque como una forma de escapar de su dolor.

—¿Y si me busca? —preguntó casi sin voz.

Liss le tomó las manos y la obligó a mirarla.

—Si te busca, será tarde. Quien te quiere no te lastima así. ¿Qué clase de amor es ese? Vamos a empezar de cero, Isy. Te lo prometo.

Isy asintió suave, queriendo recibir un mensaje, una llamada de Leo arrepentido. Pero el celular seguía apagado ya que Liss se lo propuso.

De vuelta en la oficina, Leo tiró el teléfono y se dejó caer en la silla, derrotado.

—No entiendo por qué no contesta. Ella nunca haría esto.

Darius, relajado, apoyó los codos en la silla y lo miró con interés.

—A veces la gente te sorprende. Igual tu princesa se cansó de ti.

Leo lo miró enojado.

—¡No hables así de ella! Isy no es como las demás. Ella no juega con la gente.

—Entonces —dijo Darius tranquilo, girando el vaso—, ¿por qué no te contesta?

La pregunta quedó en el aire, doliendo en el corazón de Leo. Él no sabía que en ese momento Isy entraba al avión, destrozada y llorando, pensando en el hombre que vio salir del hotel con otra mujer elegante: su Leo…

Continuará...




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