El amanecer iluminaba la ciudad de Santa Marta con un resplandor dorado, como si el sol quisiera saludar al nuevo huésped que había llegado la noche anterior. Desde el ventanal de su apartamento frente al mar, Darius Valverde Stone observaba cómo las olas rompían suavemente contra la orilla. Tenía una taza de café en la mano, y en su mirada se mezclaban la serenidad del paisaje y la firme determinación de quien sabe que está a punto de comenzar una nueva etapa en su vida.
Respiró profundo Darius. La brisa marina entraba por la ventana abierta, moviendo las cortinas blancas como si danzaran. Frente a él, sobre la mesa, descansaba el maletín con el logotipo Valverde Stone Hotels grabado en plata. Ese nombre, el de su familia, no era solo una marca: era un legado muy importante para él.
—Amaneció y es mi primer día, padre —murmuró con una leve sonrisa, recordando las palabras de Alexander Valverde, su padre, cuando él era apenas un adolescente aprendiendo sobre negocios—. “El éxito no se hereda, se demuestra cada día hijo”.
Esa frase le había quedado tatuada en la mente y en el alma.
Miró el reloj: las siete en punto. Tenía tiempo para prepararse, pero no quería llegar tarde. El primer día siempre dejaba una huella buena o mala.Caminó hacia su habitación, donde su traje azul oscuro lo esperaba, perfectamente colgado. La camisa blanca, los gemelos de plata y la corbata del tono exacto del océano completaban la imagen del nuevo CEO de la sede de Santa Marta.
Se ajustó la corbata frente al espejo. En su reflejo vio más que a un hombre de negocios; vio el peso de su apellido, la mezcla de sangre Valverde y Stone que lo habían forjado desde niño .Su madre, Valeria Stone, siempre decía que la elegancia no se medía en palabras, sino en cómo uno entraba a una sala. Y ese día, él debía entrar con autoridad.
—Que empiece el día —susurró, tomando su maletín y saliendo del apartamento.
El Hotel Valverde Stone en Santa Marta se alzaba imponente frente al mar, con grandes ventanales de cristal que reflejaban el cielo azul. En el lobby, el aroma a café recién molido y flores frescas llenaba el aire. Los empleados caminaban con ritmo controlado, sonrientes, sabiendo que ese día no era cualquiera: llegaba el nuevo CEO.
En el último piso, el ascensor se detuvo suavemente. Las puertas se abrieron y Darius salió, saludando con una leve inclinación de cabeza a cada empleado que lo miraba con respeto y curiosidad. Llevaba el paso seguro de quien no necesitaba imponerse: su sola presencia hablaba por él.
Al fondo del pasillo, la puerta de la oficina principal estaba abierta. Allí lo esperaba una mujer de cabello rubio recogido y una elegancia natural: Malena Valverde, su tía, quien hasta ese día había dirigido la sede con mano firme y con un corazón sabio.
—Sobrino —dijo ella al verlo entrar, dejando los documentos sobre el escritorio—. Puntual, como esperaba.
—No podía llegar tarde a mi primer día, tía —respondió Darius, acercándose para darle un beso en la mejilla.
Malena sonrió con afecto. Aquel joven al que había visto crecer ahora era un hombre hecho y derecho, con la misma mirada intensa que tenía Alexander cuando tomó el mando en su tiempo.
—El equipo está ansioso por conocerlo —dijo Malena, entregándole una carpeta—. Pero antes quiero presentarte a alguien especial. Tu nueva asistente. Una mujer capaz, responsable, y de confianza absoluta. Se llama Liss Duarte.
Darius asintió, sin mayor reacción. Sin embargo, una ligera curiosidad se encendió en su mente. No por el nombre, sino por la seguridad con que Malena lo dijo.
—Confío en tu criterio, tía. Si tú la recomiendas, será excelente para mí.
—Lo es —afirmó ella con convicción—. Ha estado conmigo cuatro años. Es organizada, leal y… tiene carácter. Vas a necesitar a alguien así.
Darius sonrió apenas.—Entonces, la quiero conocer de una vez , no perdamos el tiempo tía —contesto él con picardía.
Malena presionó un botón en su teléfono interno.
—Liss, puedes pasar, por favor.
El sonido de unos tacones suaves se acercó por el pasillo. Darius giró un poco hacia la puerta y, cuando la vio entrar, algo en su interior se tensó sin aviso.
Liss Duarte llevaba un traje beige claro, sencillo pero perfectamente ajustado a su figura. Su cabello castaño caía sobre los hombros, y sus ojos, de un tono entre miel y ámbar, se iluminaron al ver a Malena. Su sonrisa era cálida, genuina. Pero cuando sus miradas se cruzaron, el tiempo pareció detenerce por un instante.
—Liss —dijo Malena, rompiendo el silencio—, te presento a Darius Valverde Stone, el nuevo CEO del hotel.
Liss parpadeó, recuperando su compostura profesional.
—Un placer, señor Valverde Stone —dijo, extendiendo la mano con firmeza.
Darius la tomó con delicadeza, sin apartar la vista de ella.
—El placer es mío, señorita Duarte.
El apretón fue breve, pero suficiente para que ambos sintieran una corriente invisible que los cubría por completo. Liss lo percibió, aunque lo disimuló con su acostumbrada compostura. Darius, en cambio, bajó la mirada por un segundo, como quien intenta entender algo inesperado.
—Liss será tu enlace directo con todo el personal administrativo —continuó Malena—. Conoce cada detalle del funcionamiento y las áreas del hotel. Con ella te será fácil adaptarte a lo que exije ser el CEO.
—Perfecto —respondió Darius, mirando nuevamente a su nueva asistente—. Espero que podamos trabajar bien juntos.
Liss asintió .—Así será, señor. Mi trabajo es que su día transcurra sin contratiempos.
Había seguridad en su tono, y Darius lo notó. Esa clase de confianza no era común. No en alguien tan joven como ella.
—Bien —intervino Malena, rompiendo la tensión que se había formado—. Los dejo para que revisen la agenda del día. Tengo una reunión con los inversionistas y luego regresaré para el almuerzo.
Cuando ella salió, el silencio se instaló en la oficina. Solo se oía el sonido lejano del mar, visible a través de las ventanas.
#14 en Detective
#13 en Novela negra
#35 en Otros
#2 en Aventura
venganza amor odio sexo familia, venganza amor y perdon, venganza abogada mafia pasado traicion
Editado: 25.11.2025