El Error Que Nos Marco

CAPITULO 7

La casa aún olía a pan tostado y café recién hecho cuando la risa suave de Isy se mezcló con los sonidos de la mañana. La luz de los rayos del sol se filtraba por la ventana de la cocina, cálida y un poco fría , pintando las paredes con un brillo cálido que hacía sentir que todo iba a salir bien… aunque claramente Liss no pensaba lo mismo.

La mujer entró a la cocina contoneándose con una sonrisa tan descarada que Isy de inmediato la miró con sospecha.

—Buenos días, Isy —dijo Liss cantadito, con ese tono especial que usaba cuando estaba tramando algo.

—Buenos días, Liss —respondió Isy entregándole una taza de café—. Toma, te lo hice fuerte como te gusta amiga.

—Gracias, mi bruja hermosa—dijo Liss probándolo—. Está delicioso… mmm… como siempre, tú y tu magia.

Isy rió bajito, pero al ver la expresión de Liss, una mezcla entre sonrisa soñadora y cara de quien se dio un golpe en la cabeza y quedó muy feliz, arrugó la frente.

—Dime, amiga… ¿por qué tienes esa cara de tonta enamorada? —preguntó Isy levantando una ceja mientras se apoyaba en el mesón.

Liss soltó un suspiro tan largo y melodramático que parecía sacado de una novela.

—Me enamoré, Isy—contesto ella con un largo suspiro y una sonrisa encantadora .

—¿Cómo que te enamoraste? Si yo recuerde, hasta ayer no te gustaba nadie —soltó Isy entre risas, muy sorprendida.

Liss se dejó caer en la silla del comedor con una mano en el pecho.

—De mi nuevo jefe, Isy… —dijo con voz soñadora—. Está divino, deliciosamente hermoso, como para comérselo con Nutella… sin plato… sin cubiertos… directo.

Isy no pudo evitar soltar una carcajada.

—Ay, por favor, Liss, eso ya es gula —dijo ella negando muy divertida.

Liss suspiró otra vez, mirando al techo.

—Es que tú no entiendes, Isy. Tiene esa mirada pícara… esa voz ronca y sexy… ese porte de hombre que sabe lo que quiere. ¡Y tiene una sonrisa que… ay, Jesús bendito, casi me da un infarto!

Isy iba a responder cuando escuchó unos pasos pequeñitos corriendo por el pasillo. Se giró justo a tiempo para ver a Lucía llegar dando un giro de princesa, agarrándose el vestido desde las puntas mientras la tela rosada hacía una magia perfecta, en pocas palabras se veía hermosa.

—Buenos días, mami. ¿Para dónde vas tan linda? —preguntó Lucia con sus ojitos grandes, brillantes como dos gotas de miel.

Isy sonrió y su corazón se enterneció como siempre que veía a Lucia comportándose como la pequeña artista que era.

—Pero si la que está hermosa eres tú, mi amor —respondió Isy recogiendo el vestido de Lucia para acomodárselo—. Pareces una flor recién cortada.

Lucía se rió y escondió su cara en el brazo de su mamá.

Detrás de ella entró Lucas, más serio que un señor de oficina, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón azul marino. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia un lado, como él insistía que debía ir cada mañana.

—Mami, ya estoy listo —dijo Lucas con su vocecita firme.

Isy lo miró enternecida.

—Mi vida, buenos días —respondió ella agachándose para darle un beso en la mejilla—. Estás muy elegante hoy.

Lucas asintió como si fuera normal estar elegante siempre.

—Tengo una exposición de los colores… no puedo ir desarreglado —explicó muy serio.

Liss soltó una risita baja y llena de felicidad

—Este pequeño va a ser presidente o algo así, ya verás —comentó Liss.

Lucas la miró sin entender si era un elogio o un comentario extraño, así que solo frunció el ceño un poquito.

—Vamos a desayunar o se nos hace tarde, Isy, para llevar a Lucia y Lucas al colegio y nosotras al trabajo —dijo Liss poniéndose seria de repente, aunque su sonrisa nerviosa demostraba que seguía pensando en su jefe.

Isy respiró hondo. La mañana apenas comenzaba y ya sentía que el día iba a tener de todo: risas, carreras, y probablemente drama, cortesía de Liss y su nuevo enamoramiento.

El comedor estaba listo, con los platos blancos, el jugo recién servido y unas tostadas que aún humeaban. Lucia y Lucas ocuparon sus sillas de inmediato. Lucía movía sus piernitas de un lado a otro mientras esperaba, ansiosa por que Isy le pusiera mermelada en el pan.

—Mami, hoy tengo clase de música —dijo Lucía mientras hacía un sonido parecido a una trompeta—. Y yo quiero tocar el tambor otra vez.

—Mi amor, tú no tocaste el tambor… lo golpeaste como si estuvieras peleando con el—dijo Isy riendo.

Liss también se rió.

—Esa pequeña va a tener más energía que tú y yo juntas —comentó mientras comía una tostada—. Te lo digo desde ya: métela a baile, boxeo o algo que la desgaste, porque si no, vas a perder la cordura Isy y por ahí yo también.

Lucía levantó la mano como si estuviera en clase.

—Tía Liss, a mí me gusta bailar —dijo moviendo los hombros.

—A mí también —respondió Liss guiñándole el ojo—. Y a tu mamá también, aunque se haga la santa.

Isy la miró con advertencia.

—No empieces, Liss.

—¿Qué? Si tú antes bailabas como una diosa —respondió Liss dejando la tostada—. Esa cintura tuya daba envidia cada vez que dabas la vuelta.

Isy rodó los ojos.

— Eso fue hace muchos años atrás.

—Y sigues igual de guapa —dijo Liss con sinceridad.

Isy, bajó la mirada un poco sonrojada. No estaba acostumbrada a halagos, y Liss siempre se los daba como si fueran agua.

Lucas comía en silencio, escuchando a las mujeres hablar como si estuvieran en un programa de televisión. A veces movía la cabeza de un lado a otro, tratando de entender.

—Tía Liss —dijo de pronto—. ¿Por qué le dices bruja a mi mamá?

Liss se llevó la mano a la boca, fingiendo sorpresa.

—Porque tu mamá tiene magia —respondió señalando a Isy—. Hace el mejor café del mundo, arregla cosas, sabe todo, huele peligro… eso no es normal en una mujer, eso es pura magia.

Isy sonrió negando, pero en su mirada había un brillo dulce.




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