Darius aún sostenía la mano de Liss cuando ella bajó del escritorio. Sus cuerpos quedaron a escasos centímetros, respirando el mismo aire caliente y agitado que habían dejado los besos y algo más. La oficina seguía siendo la misma, pero algo en el ambiente había cambiado; ahora estaba impregnada de ellos, de su amor , deseo, y de sus emociones mezcladas como un perfume intenso.
Liss se quedó mirándolo, con las mejillas encendidas, los labios ligeramente hinchados por los besos, y los ojos brillantes con una mezcla de nervios, sorpresa y ese deseo que por fin se había atrevido a mostrar.
—Darius… —susurró, porque su voz no podía elevarse más sin quebrarse.
Él deslizó su pulgar por su mejilla, despacio, como si estuviera tocando algo valioso, algo frágil y precioso al mismo tiempo.
—Dios… Liss, mírate… —murmuró él, con la voz ronca, y profunda—. Si supieras lo que provocas en mí.
Ella bajó la mirada, intimidada por la intensidad que veía en los ojos de él. Pero Darius tomó su mentón suavemente y la obligó a levantarla otra vez.
—No quiero que tengas miedo —dijo, acercando su frente a la de ella—. Solo quiero estar contigo. Aquí ,ahora y un tal vez para siempre.
Liss respiró profundo y calmado, intentando estabilizar su pulso descontrolado.
—No tengo miedo… —confesó ella en voz baja—. Solo… nunca había sentido algo así.
Darius apoyó sus manos en su cintura. Las yemas de sus dedos se deslizaron por la tela del vestido, siguiendo la curva de su cuerpo. Liss tembló bajo su toque; su piel reaccionó como si él la estuviera acariciando directamente.
—Yo tampoco —admitió él—. Eso es lo que me vuelve loco.
Liss levantó una mano y la llevó a la camisa de él. Sus dedos rozaron el primer botón, apenas tocando la piel de Darius con delicadeza. Darius cerró los ojos con ese simple gesto, como si ese roce suave le incendiara la sangre.
—Liss… —susurró, poniéndose tenso sin apartarse—. No sabes lo que me haces cuando me tocas así.
Ella tragó saliva, sintiendo el corazón de él latiendo muy cerca de ella.
—Solo… quiero sentirte un poco más —confesó, bajando la mirada a sus manos, que temblaban mientras rozaban la tela en su pecho.
Darius tomó sus manos y las colocó directamente sobre su piel al desabotonar él mismo la camisa, dejando su torso apenas descubierto. El calor de él la envolvió como un abrazo sin necesidad de contacto total. Ella sintió la firmeza de sus músculos bajo las yemas, la respiración agitada que hacía subir y bajar su pecho de forma marcada.
—Liss… — Él gruñó suavemente, inclinándose hacia ella—. No sabes cuánto he imaginado tener este momento contigo.
Ella levantó la vista y él la besó otra vez, pero esta vez fue distinta: más lenta, más profunda, más íntima. Sus labios se movieron con una calma sensual que la derritió desde muy dentro. Era un beso que hablaba de entrega, de un deseo cuidadosamente guardado, de la ternura escondida de cada uno de ellos.
Las manos de Darius viajaron por su espalda, siguiendo su columna con un roce tan delicado que la piel se le erizó por completo. Liss sintió cómo su cuerpo reaccionaba a cada caricia, calentándose y temblando de una manera nueva, desconocida, íntima.
El beso se intensificó apenas un poco cuando él acercó su cuerpo al de ella. No había presión, solo un acercamiento lento, íntimo, que la envolvió por completo. Ella apoyó las manos en su pecho desnudo, sintiendo cada latido acelerado bajo sus dedos. Esa conexión la dejó sin aire.
—Eres perfecta… —susurró él contra sus labios—. No tienes idea de cuánto.
Liss dejó escapar un suspiro cuando Darius apoyó sus labios en la línea de su cuello. No besaba fuerte; eran roces suaves, cálidos, lentos, que parecían derretir los huesos de cada uno. Él pasó de su cuello a su hombro, sin prisa, como si quisiera saborear cada parte de ella que se atreviera a ofrecerle.
—Darius… —murmuró, con la voz entrecortada por la sensación—. Me vas a volver loca…
Él sonrió contra su piel, un gesto pequeño que ella sintió más que vio.
—Tú me volviste loco primero —susurró, dejando un beso más firme justo donde su cuello se encontraba con el hombro.
Liss lo abrazó por el cuello, acercándolo más, buscando el calor de su cuerpo sin pensarlo. La forma en que él respondió —rodeándola por la cintura y atrayendo su cuerpo al de él con más fuerza— hizo que un escalofrío la recorriera por completo.
Darius deslizó su nariz por la piel de ella, inhalando su perfume.
—No sabes cuánto soñé con tenerte así —dijo con su voz baja .
Ella cerró los ojos dejándose llevar de nuevo, sintiendo el peso suave de sus palabras.
—Yo también pensé en ti —admitió Liss en un susurro, y no sabes cuánto.
Él se detuvo. Apenas por un segundo. Solo para mirarla.
Lo que vio en los ojos de ella lo dejó sin defensas.
Deseo, ternura, Interés genuino ,y algo más profundo, más peligroso , amor.
Darius pasó su mano por la mejilla de Liss, luego por su cuello, bajando con suavidad hasta su clavícula. La forma en que la tocaba era íntima sin ser brusca. Era un deseo envuelto en cariño, en una necesidad cálida que no lastimaba.
Ella lo sintió.
Y sintió el temblor suave en sus manos cuando él la tocaba. No era lujuria descontrolada. Era de intensidad emocional. Era querer conocerla con calma, aunque ardiera por dentro.
Darius volvió a besarla, esta vez inclinándose un poco hacia atrás mientras él la sostenía por la cintura. Liss soltó un suspiro que se convirtió en un pequeño gemido cuando sus labios se encontraron de nuevo. El beso era profundo, suave y lento, pero tan íntimo que la hizo sentir completamente vulnerable.
El mundo desapareció otra vez para ellos dos.
La oficina, los papeles, el trabajo… nada existía más que el tacto de él y la forma en que sus labios se acoplaban a los de ella como si hubieran estado esperando ese momento durante muchos años.
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Editado: 25.11.2025