El Error Que Nos Marco

CAPITULO 10

Liss llegó a la casa dando mucho saltitos de felicidad, con esa sonrisa tonta y boba que solo tenían las mujeres enamoradas y correspondidas. Su corazón iba tan acelerado que sentía que el pecho no le alcanzaba para guardar tanta emoción. Había pasado la noche entera con él… con Darius Valverde… con el hombre que le había robado el aliento y también el sentido común. La madrugada comenzaba a fundirse con el amanecer y aun así ella no podía dejar de sonreír.

Pero esa felicidad no iba a durar mucho.

Al abrir la puerta, no alcanzó a dar dos pasos cuando se estrelló de frente con Isy, quien estaba parada en medio del pasillo con los brazos cruzados y una cara de pocos amigos que decía todo sin necesidad de palabras.

—¿Qué son estas horas de llegar, Liss? —preguntó Isy levantando una ceja y con el tono autoritario que solo usaba cuando estaba muy, muy molesta.

Liss tragó saliva, pero aun así no pudo borrar la sonrisa.

—Buenas noches, amiga —dijo mientras caminaba hacia la sala, tratando de sonar normal, tranquila, como si no hubiera pasado absolutamente nada.

Isy bufó detrás de ella.

—Será buena madrugada, Liss —exclamó Isy sentándose al lado de su amiga en el sofá, como quien se prepara mentalmente para escuchar un desastre.

Liss seguía sonriendo. No podía evitarlo. No le salía fingir que no estaba feliz.

—¿Los pequeños terremotos? —preguntó ella con voz dulce, refiriéndose a los mellizos de su amiga.

—Durmiendo, Liss —contestó Isy, rodando los ojos—. Y deja de preguntar estupideces. Vas soltando ya el por qué llegas a estas horas. ¿Dónde estabas?

Liss abrió la boca, pero lo que salió no fue una explicación normal ni lógica. Fue un susurro cargado de emoción, nervios y un poquito de miedo.

—Con mi jefe… me acosté con el sexy y mandon de Darius Valverde.

Isy se quedó helada.

Totalmente helada.

—Liss… estás loca.

—Un poco —sonrió Liss mordiéndose el labio—. Y en mi defensa… fue por amor.

Isy la miró como si estuviera escuchando a alguien que acababa de romper con la realidad.

—Sí, cómo no —bufó Isy, incrédula.

Liss suspiró, recargándose en el espaldar del sofá.

—Es en serio. Me enamoré de él Isy desde el primer día en que lo ví. Hace muchos años que no me sentía así… como si estuviera viva de nuevo. Mira, me tomé una foto con él.

Sacó su teléfono, lo desbloqueó con las manos temblorosas de emoción y comenzó a buscar la imagen. Cuando por fin la encontró, se la entregó a Isy con una sonrisa que le iluminaba el rostro.

Isy agarró el celular sin expectativa. Tal vez esperaba ver a un hombre atractivo, tal vez esperaba al típico jefe mandón, tal vez esperaba… cualquier cosa menos lo que vio.

El celular comenzó a temblar entre sus dedos.

Y su rostro perdió color.

La reacción fue tan inesperada que Liss se enderezó de inmediato en el sofá.

—¿Isy? ¿Qué pasa? —preguntó Liss con su voz suave.

Isy no respondió.

Sus ojos estaban clavados en la pantalla. Abiertos. Inmóviles. Llenos de un miedo tan puro que a Liss le recorrió un escalofrío.

—Me dices… que él es Darius Valverde… —susurró Isy, con la voz quebrándose en miles de pedazos.

Liss asintió, confundida.

No tuvo tiempo de decir nada más.

Isy se cubrió la boca con las manos… y estalló en lágrimas.

Liss sintió un golpe seco en el pecho. Algo andaba terriblemente mal.

—Isy, por favor, dime qué pasa… —pidió acercándose a ella.

Isy respiraba agitadamente. Estaba a segundos de entrar en pánico.

—Ese… —balbuceó señalando la foto—. Ese no es Darius… ese es Leo… el padre de mis mellizos.

El mundo se detuvo en fracciones para las dos.

Liss dejó de respirar por un segundo sintió que el piso se le hundía bajo los pies.

—¿Qué? —susurró con un hilo de voz.

Isy apretó el teléfono contra su pecho, como si fuera un arma cargada directo a su corazón.

—Ese hombre… ese hombre que dices que es tu jefe… ese hombre con el que te acostaste… —Isy sollozaba—. Ese es Leo… el hombre que me dejó embarazada, el que prometió amarme para toda la vida y nunca fue real su amor hacia mi. El que ví hace cinco años saliendo de un hotel con otra mujer , sin dar la cara. El que no conoció a sus hijos. El que me destruyó, Liss… ¡ese hombre me destruyó!

Liss sintió un mareo tan intenso que tuvo que sostenerse del sofá.

No… no podía ser. Darius no podía ser ese tipo de hombre. No podía ser ese monstruo del pasado de su amiga. No podía ser el mismo.

Pero la foto estaba ahí y la cara era la misma de Leo hasta la sonrisa era la misma.

El hoyuelo en la mejilla… igual.

Liss sintió que el corazón se le partía en dos.

—Isy… —susurró—. Yo… yo no sabía…

—¡Por supuesto que no sabías! —gritó Isy entre lágrimas—. ¿Cómo ibas a saberlo? ¡Si él es un cobarde que jugo con mis sentimientos ! Pero míralo ahí… ¡míralo! ni siquiera cambió. Ni siquiera intentó ocultarse. Y tú… tú te acostaste con él. Con el mismo hombre que me robó y me rompió el corazón en mil pedazos y que me hizo sentir como basura.

Liss sintió que alguien le había arrancado todo el aire de los pulmones.

Ninguna palabra más salía de ella, nada tenía sentido , como era posible que se haya enamorado del mismo hombre que su amiga.

—Isy… —susurró, temblorosa al fin—. Darius… yo… él perdone … no sabía que Darius es el mismo Leo… yo no sabía nada.

—¡Claro que no sabías! —Isy gritaba y lloraba al mismo tiempo—. Y aun así duele, Liss… duele. Porque tú eres mi amiga. Y ahora me vienes con que estás enamorada de un hombre que jugó conmigo , que no conoce y ni sabe de la existencia de los mellizos.

El dolor en la voz de Isy era tan profundo que Liss sintió lágrimas arderle en los ojos.

—Isy, no… yo jamás te haría daño. Te lo juro. Yo no sabía quién era él en tu vida.

Isy se tapó la cara y comenzó a llorar con más fuerza.

—Yo… lo amaba tanto… —susurró entre sollozos Isy —. Y ahora vienes tú, mi mejor amiga, a decirme que estabas con él esta noche… que estás enamorada…




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