El error que nos unió

1. Reencuentro

Nicole sonrió amargamente en el momento en el cual tuvo que huir lejos de la vida del único hombre que ha amado toda su vida. Volkan la odiaba, la detestaba tanto que si la tenía enfrente la iba a matar por ser una trepadora.

— Buenos días —la saludó Frederick, el mejor amigo de Volkan—. ¿Cómo estás?

— Estoy bien, en lo que cabe —susurró, un poco triste—. No consigo a nadie que sea compatible con los órganos de mi hijo y cada día se aleja más de la lista de trasplante.

— Es entendible, si no le dices a su padre que te ayude, las cosas siempre seguirán de ese modo —Frederick le pasó un vaso de café para que lo tomara—. ¿Le darán de alta?

— Sí, el doctor dijo que solo fue el susto, pero presiento que mi hijo va a morir en cualquier momento y su padre me odia porque piensa que lo engañé a propósito —sintió sus ojos arder—. Quiero decirle, sin embargo, no hay explicación para eso y más porque Volkan es estéril.

— No es estéril —su amigo frunció el ceño—. Por algo nació el pequeño Jedward —tomó su mano—. Sé que tienes miedo, que Carmen y Natacha tienen mucho que ver en esto…

— Ellas me dieron la espalda —su labio inferior comenzó a temblar—. Volkan se aseguró de que no consiguiera trabajo en ningún lado y por su culpa ahora mismo me encuentro en un dilema.

— Por eso te digo que debes decirle la verdad, él puede ayudarte más que yo y lo sabes —Frederick, pasándole un vaso de café—. ¿Cómo estás?

— Mal, no sé qué más hacer para que mi hijo esté bien —sollozó—. Los doctores no me dan el visto bueno para nada y…

— Debes decirle a Volkan lo que pasa —dijo Frederick, negando con la cabeza—. Es un secreto que no puedo seguir ocultándolo por más tiempo, se dará cuenta en algún momento de todo.

— Volkan no va a creer que tenemos un hijo en común —susurró—. Debió decirme que era estéril o Natacha debió hacerlo.

— Está enojado y…

— Tres años en los que hemos estado separados, es tiempo suficiente para que él no siga odiándome y…

— Lo sé, tienes razón, Volkan todavía no olvida todo lo que hicieron ustedes tres —le recordó—. Es una lástima que tengas que pasar por todo esto, en verdad lo lamento.

— Ya lo sé, es mi jodida culpa por no tener el valor de decirle lo que ocurre conmigo, pero es que no puedo decirle que tuvimos un hijo en dónde él es estéril —su voz se iba quebrando—. Volkan te lo dijo, Natacha lo sabía y no estuve con otro hombre… hasta tuve que mentirle cuando estuvimos juntos.

— Le dijiste que te hiciste una cirugía para mostrarte virgen con él y se lo creyó —Frederick rio sin poder evitarlo—. Ustedes dos, son un caso tremendo y es una lástima que se hayan separado y que Volkan no quiera verte.

— Si me ve, me lanza desde el último piso —se limpió las manos—. ¿Puedes conseguir una cita con él?

— Claro, sabes que nunca habrá problema conmigo —acarició su mejilla—. Espero que Natacha dé la cara en algún momento, porque en verdad no te mereces todo esto.

— Natacha se cambió hasta el nombre en cuanto le dije que Volkan ya sabía todo lo que ocurría —negó con la cabeza—. Iré a ver cómo está mi hijo, muchas gracias por todo.

— Vamos juntos, quiero ver a mi sobrino —Frederick extendió su mano hacia ella—. Espero que puedas caminar sola.

— Lo haré.

Fueron a la habitación en la que se encontraba su hijo, el cual tenía los brazos cruzados en su pecho y mirando a la enfermera con deseos de querer matarla.

— Y si Volkan se atreve a decir que no es su hijo, mátalo por mí —le susurró Fred y ella rio—. ¿En dónde está mi sobrino favorito?

— No tienes más sobrinos —respondió Jedward, sin dejar de mirar mal—. Mami, estás aquí.

— Hola, mi amor —Nicole se acercó a su hijo para darle un abrazo—. ¿Cómo te sientes?

— Mal, tengo muchas náuseas y quiero irme de aquí —Jedward estiró sus brazos para que ella lo cargara—. Esa mujer me odia.

— Para tener tres años, tiene el mismo genio odioso que su padre —chistó su amigo—. ¿Por qué será que cuando niegas a un hijo sale idéntico a ti?

— Porque su padre ni siquiera sabe de qué existe —besó la mejilla de su hijo—. Muchas gracias, enfermera.

— Es un placer y, trate de ponerle una cinta adhesiva a su hijo para que no diga todo lo que piense.

Si era broma o no, tenía que hacerlo, su hijo no podía andar por el mundo haciendo de las suyas como si nada, era imposible tener que lidiar con él y además, estaba seguro de que ese pequeño niño iba a seguir jugándosela de mala gana. 

Frederick fue el único que le brindó una mano solidaria cuando más lo necesitó, hasta un techo le dio cuando Volkan le quitó el poder trabajar. No obstante, ella tenía que buscar los medios necesarios para la enfermedad que su hijo tenía en los riñones. 

Fred le ayudaba en lo que podía y aunque era el mejor amigo de Volkan, no le había comentado nada a él, porque sabía que su amigo no entraría en razón.

— ¿Quieres ir a la casa o por algo de comer?

— ¿Y si la prensa nos ve como la vez pasada? —preguntó, un poco tímida—. No quiero que te metas en más problemas por querer ayudarme…

— No será ningún problema, puedes estar tranquila —sonrió hacia ella—. Además, mi sobrino favorito tiene que comer lo que quiera.

— Tiene tres años…

— Y a esa edad su padre ya sabía las sumas más difíciles que pueden existir. ¿No ves que ese niño es una mini copia de Volkan?

— Yo soy más hermoso —dijo Jedward, y ella se mordió el interior de la mejilla para no reírse de lo que acababa de decir su hijo—. Tengo hambre y quiero conocer a mi papá.

— Todavía no es el momento para eso —Fred lo cargó, para que Nicole fuera más cómoda—. Tu papá está de viaje y todavía no sabe que te creó con mucho amor.

Nicole negó un poco afligida con la cabeza, pero su amigo estaba haciendo todo lo posible para que ella no tuviera que lidiar con todo.




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