El error que nos unió

2. ¿Verdad que mi mamá es hermosa?

Volkan miró al niño que estaba sentado en las piernas de la mujer que creyó haber amado en el pasado y que resultó ser otra persona. 

Ese mocoso tenía sus brazos cruzados, mirándolo desafiante y la mujer detrás de él parecía una gelatina de los nervios que sentía.

— ¿Ninguno piensa hablar? —preguntó, sin dejar de mirar a Nicole—. ¿Qué es lo que estás haciendo aquí, Nicole? ¿No te bastó con lo que sucedió hace tres años?

— No vine hasta aquí porque quise —su voz tembló—. Fred se ofreció a llevarnos a casa cuando lo llamaste, puedes estar tranquilo, no tiene nada que ver contigo.

— Hace tres años, no decías lo mismo, cuando fingiste ser otra persona para quedarte con mi dinero y ahora vienes con este mocoso…

— Su nombre es Jedward —dijo Fred, metiéndose en la conversación—. Es tu hijo, ¿no ves que es una copia de ti?

— No puedo tener hijos, es imposible —farfulló enojado—. Lo que me dicen es mentira, será mejor que dejen esos cuentos para alguien más, porque en verdad me están molestando mucho con este tipo de cosas.

— Lo que te decimos es cierto, es tu hijo —dijo Nicole, poniéndose de pie—. No obstante, no es como que quiera que estés en su vida. Nunca he necesitado de ti para mantener a mi hijo.

— Nicole…

— No, Volkan —ella lo miró desafiante—. Dijiste que eras estéril, lo acepté, porque no me ibas a creer si te decía que estaba embarazada, tampoco es como que me hayas dejado opciones para contarte todo, me cerraste la puerta en la cara y lo acepté también —exhaló—. Ni siquiera me diste la oportunidad de tener un trabajo, porque todas las personas también me dieron la espalda en eso, así que te pido ahora que te detengas. Estás a tiempo y quiero que mi hijo tenga una buena vida…

— No.

— ¿Por qué no?

— Porque todavía te sigo odiando y el que hayas tenido un hijo con otro hombre para hacerme considerar que es mío luego de tres años, deja mucho que desear de una mujer como tú.

— Nunca estuve con otro hombre y…

— Será mejor que nos vayamos de aquí —dijo Fred tomando de la mano a Nicole, y eso le molestó—. Fue un placer, te mandaré los documentos en unas horas o tal vez mañana.

— Los quiero en media hora…

— Debo ir a llevar a Nicole a casa, no tardaré mucho.

— Ella puede esperar en la sala de reuniones con su hijo en lo que terminamos el trabajo —se dio la vuelta, y abrió la puerta que estaba junto a la de su oficina—. Ahora.

— Mamá, tengo hambre y este señor me odia —el niño comenzó a llorar y Nicole se puso de pie, pasándole por el lado—. Te odio.

— El odio es mutuo, mocoso.

El niño le sacó la lengua, y él hizo lo mismo… ni cuenta se había dado de eso.

— Tiene tres años, es muy inteligente y sabe muchas cosas —dijo Fred a sus espaldas—. Es tu hijo, hazte una prueba de ADN y verás que no eres estéril como siempre has creído.

— ¿Desde cuándo lo sabes?

— Desde que la dejaste abandonada a su suerte, ella vive conmigo. Es mi empleada —Fred se notaba serio, y su respuesta no le agradó—. Ella no merecía todo lo que le hiciste y tu hijo…

— No es mi hijo —masculló, enojado—. Deja de decir eso. No puedo tener hijos, soy estéril. Hace años tuve ese accidente y…

— No te protegiste cuando tuviste intimidad con ella —su amigo se encogió de hombros—. Hazte la prueba de ADN, luego podrás decidir que hacer, porque ese niño es idéntico a ti y tiene tres años.

— No… —su amigo comenzó a alejarse—. ¿A dónde vas?

— A ordenar comida, iba a comer con ellos antes de que me llamaras para molestarme.

Apretó el puente de su nariz, y caminó sin darse cuenta hasta la sala de juntas. Abrió la puerta lentamente y vio cómo Nicole le quitaba la ropa a ese mocoso, frunció el ceño al ver que el niño tenía picaduras en sus brazos, piernas y en la espalda. 

Ella también le dio un medicamento, y el cual Jedward rechazó.

Seguía teniendo esa mirada azul que lo engatusó en el pasado, debió de ver los cambios en ella en cuanto estuvieron juntos la primera vez. 

Cerró la puerta, marcó el número de un laboratorio para concretar una cita y hacerse la prueba, esa que su amigo decía. Le iba a demostrar que estaba en una equivocación y que él no era el padre de ese niño.

Fingió estar trabajando cuando su amigo entró con unas bolsas de comida y se las pasó a Nicole desde la puerta. Su mirada bajó hasta el niño que estaba aferrado a las piernas de su madre, y este le devolvió la misma mirada de odio que le dio minutos atrás.

— Mocoso, engendro del diablo, hijo de lucifer —masculló entre dientes.

— ¿Qué te tiene tan enojado? —le preguntó Fred, con voz divertida.

— ¿Qué tiene ese niño en el cuerpo? ¿Su madre le introdujo drogas?

— No, Jedward nació con problemas en los riñones —Fred le pasó unos documentos—. Es un niño fuerte, aunque en las noches llora porque no puede ir al baño, le duele el estómago y Nicole tiene que salir corriendo al hospital.

— ¿Y por qué no está teniendo una cirugía?

— Porque su nombre está tachado en todos lados por tu culpa —dijo Fred, enojado—. Nicole Richter, la esposa del famoso Volkan… seamos sinceros, el que le hayas puesto un precio a su vida la marcó. Todavía no le digo que eres el causante de que su hijo esté pasando por este tipo de situaciones.

— Yo…

— Sabías bien que ella podría hacer su vida, una nueva familia lejos de ti, pero decidiste usar tus influencias para que su nombre quedara tachado de todos lados —negó con la cabeza—. Tengo los medios para ayudarla, lo sabes, pero el que tú estés molestando en su vida ya es demasiado, porque la única culpable de todo esto es Natacha, a ella es a quién tienes que buscar.

— Todas son culpables de lo que sucede —golpeó el escritorio—. Déjame solo, tengo trabajo por hacer.

Frederick salió de la oficina, dando un fuerte golpe con la puerta. Él no pudo concentrarse por más que quería, verla después de tres años, con un niño que en realidad se parecía a él, ya era mucha presión. 




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