El error que nos unió

3. En la lista negra

Nicole cerró la puerta del baño, apoyó las manos en el lavado y contó hasta veinte antes de abrir los ojos; viéndose en el espejo. Ya no era esa chica que fue engañada en el aeropuerto años atrás, la misma a la que ese sujeto que comenzó a amar le hizo la vida imposible y que para rematar todas sus desgracias, ella le había dado un hijo. 

Volkan y Jedward eran idénticos, ella llevó a su hijo a un médico especialista para que le explicara las razones del porqué su hijo era más sabio que los otros niños y le explicó que ya hay varias personas que desde edad temprana comienzan a absorber la información para guardarla.

Se lavó el rostro, limpió el baño con mucho cuidado, porque Volkan le gustaba el orden y ella tenía que irse de ese lugar lo antes posible. 

Dejó todo en su puesto, secó sus manos y después abrió la puerta deteniéndose en seco al ver a Volkan con su hijo sentado sobre el escritorio, mientras estudiaba su cuerpo.

— ¿Qué estás haciendo con mi hijo? —preguntó Nicole, enojada—. Habla.

— Solo estoy viendo su cuerpo, tiene muchas picaduras —Volkan tomó la toalla que había caído al piso—. ¿Es verdad que te vas a casar con Frederick?

— ¿Qué me voy a casar con Fred? —preguntó confundida, y después vio que Jedward tenía la mirada hacia otro lado—. Eso no es de tu incumbencia. No estamos casados, así que no hay razón para eso.

— Seguimos casados, porque tú firmaste con tu nombre esos papeles, te fuiste y ahora es que regresas —sin darse cuenta, había puesto la toalla de forma adecuada en el cuerpo de Jedward y luego lo cargó—. No puedes casarte con otro hombre mientras…

— Firmé los papeles que le diste a Fred —susurró, con un hilo de voz—. No estamos casados, no soy la mujer con la que querías casarte.

— No me importa —Volkan miró al niño—. Míralo, él no quiere otro padre, solo que el que tiene.

— Eres su padre, y dices ahora que no puedo tener un romance con nadie —rio carente de humor—. Debes estar bromeando.

— No soy el padre de este niño, deja de decir ese tipo de cosas, por el amor de Dios —bramó el alfa, enojado—. Tengo que decirte que pierdes el tiempo al decir que soy el padre de este mocoso.

— Mocoso tu abuelo —dijo Jedward enojado, y estiró sus brazos hacia su madre—. Me quiero ir mamá, por favor. No me gusta este señor.

— Toma a tu hijo, porque me acaba de ensuciar toda la ropa —masculló.

Nicole hizo una línea recta con la boca, dejando ver su disgusto. Caminó con su hijo hasta la sala de reuniones y se detuvo en seco cuando sintió la presencia de Volkan en su espalda, algo que le estaba fastidiando demasiado.

— ¿Ahora qué quieres, Volkan? —se dio la vuelta, enojada—. No me voy a robar nada de lo que tienes aquí.

— Lamento decirte que no confío en ti, así que termina rápido de lo que estás haciendo —Volkan cruzó los brazos en el pecho.

Nicole recogió la ropa de su hijo con sumo cuidado, porque el hombre que se encontraba ahí en la puerta de esa sala de juntas, no le quitaba los ojos de encima, el que le haya dicho que seguían casados la dislocó bastante, porque eso era algo que no se imaginó ni en un millón de años. 

Si tan solo se hiciera los dichosos exámenes de ADN, se daría cuenta de que a lo mejor él tenía un montón de hijos regados por el mundo.

— ¿Puedo quedarme con la toalla? —preguntó en voz baja—. No tengo un cambio de ropa para Jedward, te la mandaré limpia con Fred mañana.

— Quédate con ella, porque el clima se ha vuelto muy insoportable. 

Asintió, limpió todos los empaques de la comida, las echó en el zafacón y buscó entre las gavetas, algún ambientador para que el aire estuviera sin el olor a comida.

— Muchas gracias —acomodó a Jedward en sus brazos—. No volveré a molestarte con nada.

— ¿Qué es lo que tiene ese engendro del diablo? —preguntó directo, y sin rodeos—. Fred me dijo que tiene una enfermedad en sus riñones.

— Sí, desde que nació, se le dificulta mucho algunas cosas y tengo que estar siempre al pendiente de él —pasó por su lado—. Tampoco es algo que deba importante, es mi hijo y dejaste en claro de que no me vas a creer si te digo que es tuyo también.

— Es que no es mi hijo…

— Cállate, Volkan —siguió dándole la espalda—. Dejé que me humillaras durante años, que cada trabajo al que quería ir ya estaba vetado, pero no te voy a permitir que juegues conmigo otra vez, que insultes a mi hijo y que intentes seguir con esta farsa.

— Mírame a la cara y dímelo, porque tuviste tres años para venir a mí en busca de ayuda.

— ¿Me ibas a considerar si te decía que estaba embarazada? —lo miró de frente—. Según tú, eres estéril, no hay razón que nos una y puedas juzgarme o no.

— Es hora de irnos —anunció Fred—. Le dejé los documentos a tu secretaria para que los llevara al registro y luego te los diera.

Volkan se dio la vuelta sin decir una sola palabra más y ellos aprovecharon eso para salir de ahí. Nicole respiró hondo cuando el auto se alejó de ese sitio, esperaba nunca tener que volver a verlo en toda su vida. 

— Jedward le dijo que nos vamos a casar —rompió el silencio incómodo que se había formado en el auto—. ¿Algo que decirme, Jed?

— No, mamá —su hijo se hizo el tonto—. No sé de qué me hablas.

— Seguro se lo dijo para molestarlo —Frederick trató de ayudar al niño—. Recuerda que tu hijo es alguien que absorbe toda la información y que dice lo que piensa.

— Tenemos que buscar otro doctor para que nos dé otro diagnóstico, un niño no puede ser tan inteligente como lo es Jedward —su hijo la miró mal—. No me mires de ese modo, es que absorbes todo lo que te llega a la mente, pequeño.

— Es que soy igual que el señor que no me quiere, mamá —explicó su hijo, apoyando la mejilla en el pecho de su madre—. Se puso rojo cuando le dije que te ibas a casar con el tío Fred. Mi papá es malo, y me gusta.




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